dejasen en paz, que lo vieran como una persona, que comprendieran que era alguien. Pero sabia que no era mas que un sueno. Nadie se fijaba en el. Alice no contaba. Era «mongo». Asi la llamaban ellos, sobre todo Erik. Solia alargar las vocales cuando la veia. Moooongoooo…

Alice solia estar esperandolo cuando llegaba en el autobus de la escuela. El lo detestaba. Parecia normal, alli, esperandolo en la parada con la larga melena castana recogida en una cola de caballo. Los ojos risuenos y azules oteando ansiosos en su busca cuando los chicos del ciclo superior de la escuela de Tanumshede se bajaban. A veces sentia incluso un punto de orgullo cuando el autobus entraba en la parada y la veia por la ventana. Aquella belleza de largas piernas y pelo oscuro era su hermana.

Pero luego llegaba siempre el momento en que se bajaba y ella lo veia. Entonces se le acercaba con aquellos movimientos torpes, como si alguien tirase al tuntun de unos hilos invisibles que le sujetaran brazos y piernas. Entonces gritaba su nombre con su articulacion deficiente y los chicos aullaban de risa. ?Moooongoooo!

Alice no se enteraba de nada y podria decirse que eso era lo que mas lo humillaba, que seguia riendo feliz y a veces incluso los saludaba con la mano. Entonces el echaba a correr sin que nadie lo persiguiera, para huir de las carcajadas de Erik, que resonaban en todo el pueblo. Pero jamas podria escapar de Alice. Ella creia que aquello era un juego. Lo alcanzaba sin apenas esfuerzo y a veces se le arrojaba al cuello entre risas con tal fuerza que casi lo derribaba.

En aquellos instantes la odiaba tanto como cuando era pequena y lloraba y le robaba la atencion de su madre. Sentia deseos de atizarle en plena cara para que dejase de avergonzarlo. Jamas lo dejarian pertenecer al grupo mientras Alice lo esperase en la parada gritando su nombre y abrazandolo.

Lo que mas deseaba en el mundo era ser alguien. No solo para Alice.

Cuando ella se desperto, Patrik dormia profundamente. Eran las siete y media y tambien Maja estaba dormida, aunque solia despertarse antes de las siete. Erica sentia una terrible desazon. Se habia despertado varias veces durante la noche, pensando en lo que habia oido en la cinta y le costo esperar a que llegase el dia para ponerse con ello.

Se levanto de la cama con cuidado, se vistio, bajo a la cocina y puso el cafe. Tras el necesario chute de cafeina, miro el reloj con impaciencia. No era imposible que estuviesen levantados. Y habida cuenta de que tenian ninos pequenos, era lo mas probable.

Le dejo a Patrik una nota en la que, de un modo un tanto difuso, le explicaba que habia ido a hacer un recado. Ya podia pasar un rato intrigado. De todos modos, se lo contaria detalladamente cuando volviera.

Diez minutos despues aparcaba en Hamburgsund. Habia llamado al servicio de informacion telefonica para averiguar donde vivia la hermana de Sanna y encontro la casa enseguida. Era una casa grande de ladrillo de silicato de calcio y Erica contuvo la respiracion mientras pasaba con el coche entre dos obeliscos de piedra que habian plantado demasiado juntos. Salir de alli marcha atras resultaria una empresa de alto riesgo, pero a eso ya se enfrentaria a la hora de irse.

Se advertia movimiento en la casa y Erica constato aliviada que habia acertado en sus suposiciones. Estaban despiertos. Llamo al timbre y pronto se oyeron pasos que bajaban por la escalera y una mujer que debia de ser la hermana de Sanna abrio la puerta.

– Hola -saludo Erica antes de presentarse-. Quisiera saber si Sanna esta despierta… me gustaria hablar con ella.

La hermana de Sanna la miro con curiosidad, pero no le hizo ninguna pregunta.

– Claro, Sanna y los pequenos monstruos estan despiertos, adelante.

Erica entro en el vestibulo y se quito el abrigo antes de seguir a la hermana de Sanna por una empinada escalera que las condujo a otro vestibulo, donde giraron a la izquierda hasta llegar a una gran habitacion diafana que era cocina, comedor y sala de estar a un tiempo.

Sanna y los ninos estaban desayunando con otros pequenos que debian de ser los primos: un nino y una nina que parecian algo mayores que los hijos de Sanna.

– Perdona que te moleste en medio del desayuno -se disculpo Erica mirando a Sanna-, pero me gustaria hablar contigo un momento.

Sanna no hizo amago alguno de levantarse. Se quedo sentada con la cuchara camino de la boca y como absorta en sus pensamientos. Pero luego dejo la cuchara y se levanto.

– Sentaos abajo, en la terraza, ahi estareis tranquilas -dijo la hermana. Sanna asintio.

Erica la siguio escaleras abajo, atravesaron varias habitaciones mas de la planta baja y llegaron a una terraza acristalada que daba a la parcela cubierta de cesped y al pequeno centro comercial de Hamburgsund.

– ?Como estais? -pregunto Erica cuando se hubieron sentado.

– Bien, creo. -Sanna estaba palida y agotada, como si no hubiera dormido mas que unos minutos-. Los ninos preguntan por su padre a todas horas y yo no se que decirles. Tampoco se si debo hacerles hablar de lo ocurrido. Estaba pensando llamar hoy a la seccion de psiquiatria infantil y juvenil para que me aconsejaran.

– Me parece buena idea -dijo Erica-. Pero los ninos son fuertes. Aguantan mas de lo que uno cree.

– Si, claro, supongo que si. -Sanna tenia la mirada perdida. Luego se volvio hacia Erica-: ?Que querias preguntarme?

Como tantas otras veces, Erica no sabia como empezar. No tenia ninguna mision, nada que le diese derecho a hacer preguntas. La unica explicacion que podia ofrecer era la curiosidad. Y la consideracion hacia las personas. Reflexiono un instante. Luego, se inclino y saco del bolso los dibujos.

Se levanto con el gallo. Era algo de lo que se sentia muy orgulloso y de lo que alardeaba en diversos contextos. «No puede uno dedicarse a entrenar para la actividad de la residencia de ancianos», solia decir satisfecho antes de explicar que se levantaba a las seis, como muy tarde. Su nuera le chinchaba a veces porque solia acostarse a las nueve de la noche.

– ?Y eso no es entrenamiento para la residencia de ancianos? -le decia con una sonrisa. Pero el se dedicaba a fingir muy dignamente que no oia tales comentarios. El era una persona que aprovechaba todo el dia.

Tras un buen desayuno con gachas, se sentaba a leer el periodico a conciencia mientras fuera iba amaneciendo. Para cuando terminaba, ya habia clareado bastante y podia proceder a su habitual inspeccion matutina. Con los anos, se habia convertido en un habito.

Se levanto y fue a buscar los prismaticos, que tenia colgados de un clavo, y se acomodo ante la ventana. La casa estaba en la pendiente, por encima de las cabanas, con la iglesia a la espalda, y desde alli la vista de la bocana del puerto era perfecta. Se llevo los prismaticos a los ojos y empezo el reconocimiento de izquierda a derecha. Primero, al vecino. Pues si, ellos tambien estaban ya despiertos. No eran muchos los que ahora vivian alli durante el invierno, pero el tenia la suerte de ser vecino de uno de los pocos habitantes permanentes de la zona. De propina, la mujer de la casa tenia por costumbre pasearse por las mananas en ropa interior. Rondaba los cincuenta, pero la muy granuja tenia un tipo estupendo, se dijo deslizando los prismaticos hacia el resto del paisaje.

Casas vacias, solo casas vacias. Algunas, totalmente a oscuras; otras, en cambio, tenian instalado un sistema de iluminacion automatica, asi que se veia alguna que otra lampara aqui y alla. Suspiro, como solia. Las cosas habian cambiado y todo era un desastre. Aun recordaba la epoca en que todas las casas estaban habitadas y siempre habia en ellas movimiento. Ahora, en cambio, los veraneantes habian comprado casi todo y solo se les ocurria ir alli los tres meses de verano. Luego regresaban a las ciudades con un bronceado de lo mas elegante del que hablar en sus fiestas hasta bien entrado el otono: «Pues si, nosotros hemos pasado todo el verano en nuestra casa de Fjallbacka. Quien pudiera vivir alli todo el ano, que paz, que tranquilidad. Es ideal para relajarse». Naturalmente, no hablaban en serio. No sobrevivirian alli un solo dia de invierno, cuando todo estaba cerrado y en calma y era imposible tumbarse en las rocas a tostarse.

Los prismaticos recorrieron la plaza de Ingrid Bergman. Estaba desierta. Habia oido que los que se encargaban de la pagina web de Fjallbacka habian instalado una camara para que la gente pudiera ver por el ordenador lo que ocurria en el pueblo en cualquier momento. Pues quien se entretuviera con eso debia de estar bien ocioso. No habia mucho que ver, desde luego.

Giro los prismaticos y los oriento hacia la calle Sodra Hamngatan, por delante de la ferreteria Jarnboden y en direccion al Brandparken. Se detuvo un instante en el bote de salvamento maritimo y se quedo admirandolo, como de costumbre. Que maravilla. Siempre habia tenido pasion por los barcos y MinLouis

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