nadie. Se miraba en la belleza de su hija. Habria querido decirselo al muchacho antes de que lo echaran como a un perro. El nunca estuvo seguro de lo que habia ocurrido, de cual era la verdad. A diferencia de Irene, que lo condeno y le administro el castigo sin pestanear.
La duda lo habia corroido por dentro y aun lo atormentaba. Pero con los anos fueron palideciendo los recuerdos. Continuaron viviendo su vida. El, entre bastidores, e Irene en la creencia de que seguia siendo guapa. Nadie le habia dicho que ya no era asi, de modo que aun vivia convencida de que podia volver a ser el centro de atencion de cualquier fiesta. La mas hermosa y atractiva.
Pero aquello tenia que terminar. Comprendio que habia cometido un error en el preciso momento en que supo el motivo de la visita de los policias. Un error enorme y fatal. Y habia llegado el momento de hacer las cosas bien.
Ragnar saco la tarjeta del bolsillo, cogio el movil y marco el numero.
– Pronto nos sabremos el camino de memoria -dijo Gosta mientras aceleraba dejando atras Munkedal.
– Y que lo digas -respondio Martin. Miro extranado a Gosta, que no habia dicho una palabra desde que salieron de Tanumshede. Cierto que Gosta no era precisamente una cotorra en condiciones normales, pero tampoco solia estar asi de callado-. ?Te pasa algo? -pregunto al cabo de un rato, cuando no pudo soportar mas aquella ausencia absoluta de conversacion.
– ?Que? Ah, no, nada -farfullo Gosta.
Martin no insistio. Sabia que no podria obligar a Gosta a contar algo que el no quisiera contar. Y que ya lo sacaria a relucir llegado el momento.
– Vaya historia, ?no? Para que luego digan, menudo comienzo en la vida -comento Martin. Pensaba en su hija y en lo que le ocurriria si se viera en una situacion asi. Era verdad lo que decian de cuando por fin eres padre, uno se vuelve mil veces mas sensible a lo que les ocurre a los ninos con problemas.
– Si, pobre criatura -dijo Gosta, ya algo mas participativo.
– ?No deberiamos esperar a hablar con Kenneth hasta que sepamos algo mas de la tal Alice?
– Annika sigue investigando mientras estamos fuera. Para empezar, tendriamos que saber donde esta.
– Pues no hay mas que preguntar a los Lissander, ?no? -opino Martin.
– Ya, pero puesto que ni siquiera mencionaron su existencia cuando Patrik y Paula estuvieron alli, seguro que Patrik piensa que hay algo raro en todo esto. Y nunca esta de mas tener toda la informacion posible.
Martin sabia que Gosta tenia razon. Se sentia ridiculo por haber preguntado.
– ?Crees que podria ser ella?
– Ni idea. Es demasiado pronto para especular al respecto.
Guardaron silencio el resto del trayecto hasta el hospital. Aparcaron el coche y se fueron derechos a la seccion en la que se encontraba Kenneth.
– Aqui estamos otra vez -dijo Gosta cuando entro en la habitacion.
Kenneth no respondio y los miro de modo indiferente, como si le diera igual quien entraba o salia.
– ?Que tal van las heridas? ?Estan curando bien? -pregunto Gosta al tiempo que se sentaba en la misma silla de la vez anterior.
– Bueno, esas cosas no van tan rapido -contesto Kenneth moviendo un poco los brazos vendados-. Me dan analgesicos, asi que no me entero.
– ?Te has enterado de lo de Christian?
Kenneth asintio.
– Si.
– No pareces muy afectado -dijo Gosta sin acritud.
– No todo puede apreciarse a simple vista.
Gosta lo observo extranado un instante.
– ?Como esta Sanna? -pregunto Kenneth y, por primera vez, le resplandecio en la mirada algo parecido a un destello. De compasion. Sabia lo que era perder a un ser querido.
– No demasiado bien -respondio Gosta meneando la cabeza-. Estuvimos alli esta manana. Ademas, pobres ninos.
– Si, pobres -dijo Kenneth a punto de echarse a llorar.
Martin empezaba a sentirse un tanto superfluo. Aun estaba de pie, y cogio una silla que habia al otro lado de la cama de Kenneth, enfrente de Gosta. Miro a su colega de mas edad, que lo animo con un gesto a que empezara a preguntar.
– Creemos que todo lo que ha ocurrido ultimamente guarda relacion con Christian y hemos estado investigando su pasado. Entre otras cosas, hemos averiguado que, de joven, tenia otro apellido, Christian Lissander. Y que tiene una hermanastra, Alice Lissander. ?Habias oido hablar de ella?
Kenneth tardo unos instantes en contestar.
– No, no me suena de nada el nombre.
Gosta le clavo la mirada con expresion de querer leerle el pensamiento y comprobar si decia la verdad.
– Te lo dije la vez anterior y te lo repito ahora: si sabes algo que no nos has contado, estas poniendo en peligro no solo tu vida, sino tambien la de Erik. Ahora que tambien ha muerto Christian, comprenderas la gravedad del asunto, ?no?
– No se nada -insistio Kenneth con total serenidad.
– Si estas ocultandonos algo, acabaremos averiguandolo tarde o temprano.
– Estoy convencido de que hareis un buen trabajo -dijo Kenneth. Se lo veia menudo y fragil en la cama, con los brazos extendidos sobre la manta azul del hospital.
Gosta y Martin se miraron. Los dos eran conscientes de que no le sacarian nada, pero ninguno confiaba en que Kenneth les hubiese dicho la verdad.
Erica cerro el libro. Llevaba varias horas leyendo, interrumpida tan solo por Maja, que iba a pedirle algo de vez en cuando. En ocasiones como aquella, se alegraba muchisimo de que su hija fuese capaz de jugar sola.
La novela le parecio mejor aun esta segunda vez. Era sensacional. No se trataba de un libro que levantase el animo, precisamente, mas bien llenaba la cabeza de sombrias reflexiones. Sin embargo, no era una historia desagradable, trataba de asuntos sobre los que uno debia reflexionar y ante los que tenia que adoptar una postura para definirse como persona.
A su entender, el libro de Christian trataba de la culpa, de como puede devorar a un ser humano por dentro. Por primera vez, se pregunto que habria querido contar Christian en realidad, que pretendia comunicar con su historia.
Dejo el libro en el regazo con la sensacion de que se le estuviera escapando algo que tenia delante de las narices. Algo que era demasiado absurdo y obvio como para verlo. Abrio la solapa posterior del libro. La fotografia de Christian en blanco y negro, la pose clasica del escritor tras las gafas de montura de acero. Christian era elegante de un modo un tanto inaccesible. Le empanaba los ojos una especie de soledad que hacia que uno lo sintiera siempre algo ausente. Nunca estaba con nadie, ni siquiera cuando se hallaba en compania de otra persona. Vivia como en una burbuja. Paradojicamente, esa actitud ejercia una gran atraccion sobre los demas. La gente siempre codiciaba aquello que no podia poseer. Y exactamente eso era lo que ocurria con Christian.
Erica se levanto del sillon. Sentia cierto remordimiento por haberse dejado absorber de aquel modo por la lectura y no haberle prestado atencion a su hija. Con gran esfuerzo, logro sentarse en el suelo al lado de la pequena, que se mostro encantada de que su madre fuese a jugar con ella.
Pero en la cabeza de Erica seguia vivo el recuerdo de
Patrik no podia evitar sacar el telefono del bolsillo y mirar la pantalla.
– Dejalo ya -dijo Paula riendo-. Annika no llamara antes solo porque tu te dediques a mirar el telefono. Lo oiras, estoy segura.
– Si, ya lo se -respondio Patrik sonriendo avergonzado-. Es que tengo la sensacion de que estamos tan cerca. -Continuo abriendo cajones y armarios en casa de Christian y Sanna. Les habian dado la orden de registro sobre la marcha y sin problemas. El unico inconveniente era que no sabia que buscaban exactamente.