por la habitacion. Un caminito hasta la cama, otro hasta los ordenadores y otro hasta la cocina. Por lo demas, el suelo estaba atestado. Martin observo las portadas y vio que eran revistas de informatica de distinto tipo. A juzgar por las portadas, llevaba muchos anos coleccionandolas. Algunas parecian nuevas, mientras que otras tenian muchos anos de uso.

– Le interesa la informatica -comento Martin.

Morgan lo miro sin responder a tal obviedad.

– ?A que se dedica? -pregunto Gosta para romper el molesto silencio que reinaba en el ambiente.

– Hago juegos de ordenador. Fantasia, mas que nada -respondio Morgan antes de dirigirse hacia las computadoras, como buscando refugio.

Entonces Martin se dio cuenta de que caminaba con movimientos nerviosos y torpes; estuvo a punto de tirar alguna de las pilas de revistas junto a las que pasaba, pero de alguna manera logro evitarlo y finalmente pudo sentarse sin incidentes ante uno de los ordenadores. Morgan miraba inexpresivo a Martin y a Gosta que, desconcertados, seguian de pie en medio del desorden preguntandose como continuar con el interrogatorio de aquel extrano individuo. Resultaba dificil dar con lo que era, pero algo raro tenia.

– ?Que interesante! -exclamo Martin-. Yo siempre me he preguntado como se crean todos esos mundos fantasticos. Quienes los hacen deben de tener una imaginacion portentosa.

– Yo no invento los juegos. Los hacen otros y yo los codifico. Yo tengo Asperger -anadio Morgan secamente.

Martin y Gosta intercambiaron otra mirada aun mas desconcertados.

– Asperger -repitio Martin-. Lo siento, no se lo que es.

– No, la mayoria no sabe lo que es -aseguro Morgan-. Es una forma de autismo en la que, por lo general, tienes un nivel de inteligencia entre normal y muy alto. Yo lo tengo alto. Incluso muy alto -anadio impasible, sin hacer valoracion alguna-. A los que tenemos Asperger nos cuesta entender cosas como las expresiones de la cara, las comparaciones, la ironia y los tonos de voz. Y eso nos dificulta la integracion social.

Sonaba como si estuviera leyendolo en un libro y a Martin le costo seguir su explicacion.

– De modo que yo no puedo crear los juegos, puesto que eso implica ser capaz de imaginar los sentimientos de otras personas y esas cosas. Sin embargo, soy uno de los mejores programadores de Suecia -continuo, siempre como una constatacion, sin el menor rastro de fanfarroneria ni de orgullo.

A su pesar, Martin quedo fascinado. El jamas habia oido hablar de ese sindrome hasta aquel momento, y al escuchar las aclaraciones de Morgan, sintio un vivo interes por el asunto. Sin embargo, habian acudido alli con una mision que cumplir y mas les valia ponerse manos a la obra.

– ?Hay algun sitio donde podamos sentarnos? -pregunto mirando a su alrededor.

– En la cama -respondio Morgan senalando la vieja cama que habia contra una de las paredes.

Con mucho cuidado, Gosta y Martin esquivaron los montones de revistas y se sentaron en el borde de la cama. Gosta tomo la palabra en primer lugar.

– Ya sabes lo que ocurrio el domingo pasado en casa de los Florin. ?Viste algo especial aquella manana?

Morgan no respondio, sino que siguio mirandolos inexpresivo. Martin cayo en la cuenta de que «algo especial» tal vez fuese demasiado abstracto para el e intento reformular la pregunta de un modo mas concreto. No alcanzaba a imaginar siquiera lo dificil que debia de resultar funcionar en la sociedad si uno no era capaz de interpretar los mensajes implicitos en los procesos de comunicacion de las personas.

– ?Viste cuando se fue la pequena? -aventuro con la esperanza de que fuese lo bastante exacto para que Morgan pudiese responder.

– Si, la vi salir -dijo Morgan sin anadir nada mas, pues no era consciente de que se esperase algo mas de lo que se preguntaba estrictamente.

Martin habia empezado a cogerle la onda y preciso un poco mas:

– ?A que hora la viste salir?

– Salio a las nueve y diez -respondio Morgan, siempre con la misma voz chillona.

– ?Viste a alguien mas aquella manana? -pregunto Gosta.

– Si -dijo Morgan.

– ?A quien y a que hora? -intervino Martin para adelantarse a Gosta.

Mas que ver, intuia que el colega empezaba a sentir cierta frustracion ante tan extrano sujeto.

– Vi salir a Niclas a las ocho menos cuarto -respondio Morgan.

Martin iba anotando cuanto decia, pues no dudo ni por un instante que las indicaciones horarias fuesen exactas.

– ?Conocias a Sara?

– Si.

Gosta empezaba a retorcerse de impaciencia y Martin se apresuro a ponerle la mano en el brazo a modo de advertencia. Algo le decia que un arrebato emocional no surtiria un efecto positivo en sus posibilidades de sacarle a Morgan la mayor cantidad posible de informacion.

– ?De que la conocias?

Aquella pregunta no provoco en Morgan mas que una mirada vacia, por lo que Martin la reformulo. Jamas antes habia reparado en lo dificil que resultaba ser exacto al hablar, ni hasta que punto confiabamos por lo general en que el interlocutor comprendia lo que queriamos decir.

– ?Venia a la cabana de vez en cuando?

Morgan asintio.

– Alteraba mi rutina. Llamaba a la puerta cuando yo estaba trabajando y queria entrar. Tocaba mis cosas. Una vez se enfado porque le dije que se marchase y tiro uno de mis montones de revistas.

– Es decir, ?no te gustaba? -pregunto Martin.

– Alteraba mis rutinas. Y tiraba mis pilas -repitio Morgan y, seguramente, no podia expresar nada mas proximo a las emociones que en el provocaba la nina.

– Y su abuela, ?como te cae?

– Lilian es una mala persona. Es lo que dice mi padre.

– Dice que tu has estado merodeando por su parcela y mirando por las ventanas. ?Es cierto?

Morgan asintio sin dudar.

– Si, es cierto. Solo queria mirar, pero mi madre se enfado cuando se lo conte. Me dijo que no podia hacer esas cosas.

– ?De modo que dejaste de hacerlo? -pregunto Gosta.

– Si.

– ?Porque tu madre te dijo que eso no se hace? -pregunto Gosta en un tono burlon que a Morgan le paso inadvertido.

– Si, mi madre me dice siempre lo que se puede hacer y lo que no. Solemos practicar cosas que se pueden decir y hacer. Ella me ensena que, cuando la gente dice una cosa, puede estar queriendo decir otra distinta. Si no le hago caso, digo o hago lo que no debo. -Morgan miro el reloj-. Son las diez y media. A esta hora suelo estar trabajando.

– No te molestamos mas -dijo Martin poniendose de pie-. Sentimos haber alterado tu rutina, pero la policia no siempre puede tener consideracion con esas cosas.

Morgan parecio contentarse con esa explicacion. De hecho, ya habia vuelto al ordenador.

– Cerrad bien la puerta al salir -les advirtio-. De lo contrario, el viento la abre.

– ?Menudo chiflado! -exclamo Gosta mientras cruzaban el jardin en direccion al coche, que habian dejado aparcado en una perpendicular.

– A mi me ha parecido muy interesante -aseguro Martin-. No habia oido hablar del Asperger en mi vida, ?y tu?

Gosta solto una risita.

– No, desde luego no es algo que existiera en mis tiempos. Ahora hay tantos diagnosticos raros…, pero a mi me basta y me sobra con el diagnostico de idiota.

Martin lanzo un suspiro y se sento al volante. Gosta no era ningun humanista, de eso no cabia duda. Algo inquietaba el subconsciente de Martin.

Algo que le hizo dudar de que hubiesen formulado las preguntas adecuadas. Lucho unos minutos con su terca memoria, pero al final tuvo que abandonar. Serian figuraciones suyas.

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