El centro medico se hallaba envuelto en una neblina gris y en el aparcamiento solo habia un vehiculo. Ernst, aun malhumorado por la reprimenda que Patrik le habia soltado por sus retrasos, salio del coche y se dirigio hacia la puerta a grandes zancadas. Patrik cerro el coche de un portazo, irritado como estaba, y lo siguio medio a la carrera. ?Joder, aquello era como tratar con un nino pequeno!

Pasaron por delante de la ventanilla de la farmacia y giraron a la izquierda, hacia el centro de salud. No vieron a nadie y se oia el eco de sus pasos en el pasillo. Por fin se cruzaron con una enfermera a la que preguntaron por Niclas. La mujer les informo de que estaba con un paciente, pero terminaria en diez minutos; los invito a sentarse. A Patrik le resultaba fascinante lo similares que parecian ser las salas de espera de todos los centros de salud. Los mismos muebles de madera, tan aburridos y con una tapiceria horrenda, las mismas reproducciones absurdas en las paredes y las mismas revistas de siempre. Se puso a hojear una que se llamaba Guia de salud y quedo perplejo ante la cantidad de enfermedades que al parecer existian, pero sobre las que Patrik no habia oido hablar jamas. Ernst se sento tan lejos de el como pudo y tamborileaba en el suelo con el pie de un modo enervante. De vez en cuando, Patrik lo sorprendia mirandolo con rabia, pero a el no le afectaba lo mas minimo. Ernst podia pensar lo que le viniera en gana con tal de que cumpliese con su obligacion.

– El doctor ya esta libre -anuncio la enfermera.

Les indico el camino a la consulta en la que Niclas aguardaba tras una mesa atestada de papeles.

Parecia agotado. Se levanto y les estrecho la mano, intentado exhibir una sonrisa de bienvenida.

Sin embargo, la sonrisa jamas llego a expresarse en sus ojos, sino que se congelo en un gesto de angustia.

– ?Alguna novedad en la investigacion? -pregunto.

Patrik nego con la cabeza.

– Estamos trabajando a toda maquina, pero por ahora no ha dado mucho fruto. Aunque lo dara -dijo con la esperanza de infundirle confianza.

En su interior, no obstante, la incertidumbre crecia cada vez con mas fuerza. En esta ocasion estaba lejos de sentirse seguro de conseguir nada.

– ?Que puedo hacer por ustedes? -pregunto Niclas cansado, pasandose la mano por el rubio cabello.

Patrik reparo en que el hombre que tenia ante si parecia hecho para la portada de cualquiera de esas novelas romanticas sobre amables enfermeras y medicos guapos. Incluso en estas circunstancias, conservaba el encanto y Patrik no podia mas que figurarse la atraccion que ejerceria sobre las mujeres. Por lo que le habia oido decir a Erica, ese hecho no habia influido positivamente en su relacion con Charlotte.

– Tenemos algunas preguntas que hacerle sobre donde se encontraba usted el lunes pasado por la manana.

Fue Patrik quien tomo la palabra, pues Ernst seguia mudo y enojado; ademas, hizo caso omiso de las miradas de Patrik animandolo a ser un poco mas participativo.

– ?Ah, si? -pregunto Niclas aparentemente impasible.

Sin embargo, Patrik creyo advertir cierto nerviosismo en su mirada.

– Nos dijo que estaba en el trabajo.

– Si, sali a las ocho menos cuarto, como de costumbre -confirmo Niclas.

En esta ocasion fue imposible no percibir un eco de preocupacion en su voz.

– Pues eso es lo que no acabamos de explicarnos -continuo Patrik en un ultimo intento por involucrar a Ernst.

Este, no obstante, seguia mirando fijamente la ventana que daba al aparcamiento.

– Nosotros estuvimos intentando localizarlo aquella manana durante un par de horas. Y no estaba aqui. Seguramente podremos comprobarlo con la enfermera -sugirio Patrik al tiempo que senalaba la puerta con la mano-. Supongo que tiene anotado su horario y que podra confirmar que usted estaba aqui la manana en cuestion.

Niclas se retorcia nervioso en la silla y ya empezaba a correrle el sudor por las sienes. Pese a todo, se esforzaba por parecer imperterrito y Patrik hubo de reconocer que hizo un buen trabajo cuando, con bastante calma, respondio:

– Si, exacto, ahora lo recuerdo. Me tome un par de horas libres para ir a ver unas casas que habia en venta. No le dije nada a Charlotte para darle una sorpresa.

Aquella explicacion habria sonado verosimil de no haber sido por la tension que Patrik percibio bajo la calma con que la expuso. Ni por un instante creyo las palabras de Niclas.

– ?Podria ser un poco mas preciso? ?Que casas estuvo viendo?

En el rostro de Niclas se dibujo una sonrisa forzada, como si quisiera ganar tiempo.

– Tendria que mirarlo, no me acuerdo exactamente -dijo alargando la frase.

– No creo que haya tantas casas en venta al mismo tiempo en esta zona. Al menos sabra en que barrios estuvo, ?no?

Patrik seguia presionandolo con sus preguntas y noto que Niclas se ponia cada vez mas nervioso. No sabia que habria estado haciendo aquel lunes por la manana, pero desde luego no habia ido a ver casas.

Siguieron unos minutos de silencio. Era evidente que la mente de Niclas hervia pensando como salvar la situacion. De pronto, Patrik se percato de que se relajaba y se venia abajo. Ahora tal vez consiguiesen algo.

– Yo… -se le entrecorto la voz y comenzo de nuevo-. Yo no quisiera que Charlotte se enterase.

– No podemos prometerle nada, pero las cosas tienden a salir a la luz tarde o temprano. De este modo tiene la oportunidad de dar su version antes de que oigamos la de otra persona.

– Pero… es que no lo comprenden. Destrozaria a Charlotte si…

Volvio a quebrarsele la voz y, pese a que Patrik sospechaba por donde iban los tiros, no podia dejar de sentir cierta compasion por Niclas.

– Ya le digo, no podemos prometer nada.

Aguardo a que Niclas venciese su angustia y se animase a continuar. De pronto le vino a la mente el recuerdo de la dulce y linda Charlotte, y la compasion se mezclo con un sentimiento de rechazo. A veces se avergonzaba de pertenecer al genero masculino.

– Yo… -comenzo Niclas con un carraspeo- he conocido a una persona.

– ?Y quien es esa persona? -pregunto Patrik.

Ya habia renunciado a la esperanza de que Ernst interviniese en la conversacion, aunque el colega habia dejado de observar la ventana para centrar todo su interes en el objeto del interrogatorio.

– Jeanette Lind.

– ?La propietaria de la tienda de regalos de Galarbacken? -pregunto Patrik evocando la figura de una mujer morena, menuda y con muchas curvas.

Niclas asintio.

– Si, esa Jeanette. Llevamos… -una vez mas, la misma vacilacion en la voz de Niclas-, llevamos un tiempo viendonos.

– ?Cuanto es «un tiempo»?

– Un par de meses, quiza tres.

– ?Y como se las han arreglado? -pregunto Patrik con autentica curiosidad.

Jamas logro explicarse que la gente que tenia aventuras amorosas encontrase tiempo para ello.

Ni que se atreviesen a hacerlo. Sobre todo en un pueblo tan pequeno como Fjallbacka, donde bastaba que un coche estuviese aparcado ante una puerta mas de cinco minutos para que empezasen a circular rumores.

– A veces a la hora del almuerzo. Otras, yo decia que me quedaba a hacer horas extras. En alguna ocasion aducia una visita urgente a casa de un enfermo…

Patrik tuvo que contenerse para no darle una bofetada, pero los sentimientos personales no tenian cabida en aquellas circunstancias. Estaban alli para aclarar la cuestion de su coartada.

– Y el lunes pasado sencillamente se tomo un par de horas libres por la manana para ir a ver a… Jeanette.

– Si -respondio Niclas con voz ronca-. Dije que iba a hacer una ronda de visitas a domicilio que habia ido retrasando, pero que estaria localizable en el movil por si se presentaba alguna urgencia.

– Pero no lo estaba. Hicimos varios intentos de dar con usted a traves de la enfermera y no contestaba al movil.

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