en el y me gustaba un companero suyo, pero, por alguna razon, Niclas empezo a mostrar interes por mi y, poco a poco, el tambien comenzo a despertar mi interes. Empezamos a salir y la cosa duro un par de meses, hasta que yo me canse.
– ?Y rompiste con el?
– ?Por que te sorprende tanto? Yo tambien puedo sentirme ofendida -aseguro entre unas risas que Erica secundo aliviada.
– Por desgracia, no me mantuve firme en mi decision mas de dos meses. Luego, volvi a caer otra vez y todo empezo de nuevo. En esta ocasion la cosa duro el verano entero. Despues, el se fue de viaje con sus amigos, solo para emborracharse, ya sabes. Cuando volvio, me largo una historia sobre que tal vez los demas me contasen, decia, que el se habia perdido la ultima noche… Pero la explicacion de que habia bebido demasiado y se quedo dormido en la barra de un bar no se sostuvo por mucho tiempo. Cuando la verdad salio a la luz, rompimos por segunda vez. Despues de aquello me senti verdaderamente aliviada de haberme librado de el con tan solo el enfado y unas cuantas lagrimas. Niclas empezo a tantear a todas las chicas de Uddevalla y algunas de las historias que circulaban te resultarian increibles. He de admitir, para mi verguenza, que en alguna que otra ocasion mi carne fue mas debil que mi espiritu, pero esos incidentes me dejaban siempre muy mal sabor de boca. Y ahora que lo pienso, tal vez hubiese sido mejor que todo hubiese terminado ahi y que Niclas hubiese quedado en un error de adolescencia, pero pese a que yo despreciaba profundamente lo que habia hecho y la persona en que se habia convertido, lo tuve rondandome la cabeza mucho tiempo. Hasta que, un par de anos mas tarde, coincidimos por ahi y, bueno, el resto ya te lo imaginas. Asi que parece que debi ser mas consciente de a que me arriesgaba, ?no crees?
– Por lo general, la gente cambia. Su conducta de adolescente no tenia por que hacerte temer que te enganaria tambien de adulto. La mayoria de las personas maduran con la edad.
– Pues se ve que Niclas no -observo Charlotte, dominada de nuevo por la amargura-. Al mismo tiempo, no puedo odiarlo sin mas. Hemos pasado tantas cosas juntos… Y a ratos atisbo como es en realidad. En algunas ocasiones lo he visto vulnerable y abierto, y por esos instantes, no puedo dejar de amarlo. Ademas, se todo lo que paso en su casa y lo que ocurrio con su padre cuando el tenia diecisiete anos, y supongo que, en cierto sentido, siempre considere su pasado como una circunstancia atenuante. De todos modos, me cuesta asimilar que sea capaz de causarme tanto dano.
– ?Que piensas hacer ahora? -pregunto Erica echando una ojeada a Maja, que la dejo perpleja.
En efecto, la pequena se habia quedado dormida, ella solita, en su hamaca. Era la primera vez que ocurria tal cosa.
– No lo se. No tengo fuerzas para pensar en ello ahora. Y en cierto modo, siento que tanto da. Sara esta muerta y nada de lo que Niclas haga o diga puede causarme un dolor parecido siquiera. El quiere que empecemos de nuevo, que busquemos un hogar propio y nos mudemos de la casa de mi madre y Stig cuanto antes. Pero ahora mismo no se por donde tirar…
Agacho la cabeza, pero, de repente, se puso de pie.
– Tengo que irme. Mi madre lleva con Albin casi todo el dia. Gracias por escucharme un rato.
– Ya sabes que puedes venir cuando quieras.
– Gracias.
Charlotte le dio a Erica un abrazo breve y fugaz, y se marcho tan rapido como se habia presentado.
Con paso lento, Erica volvio a la sala de estar y se detuvo admirada ante la hamaquita, observando como dormia su pequena. Tal vez hubiese alguna esperanza, despues de todo. Por desgracia, no estaba segura de que Charlotte pudiese decir lo mismo.
Habia llegado a su parte favorita del videojuego con el que estaba trabajando. Su cabeza discurria a toda maquina y, segun las instrucciones, debia haber un monton de efectos extremos. Sus dedos se movian acelerados sobre el teclado y, en la pantalla, iba surgiendo la escena a la velocidad del rayo. Morgan admiraba y envidiaba de veras a aquellos que eran capaces de escribir las historias que el debia convertir despues en realidad virtual. Si algo echaba de menos en su vida, era precisamente la imaginacion que poseian algunas personas, esa fuerza que sobrepasaba todos los limites y se desbordaba libremente. Desde luego, lo habia intentado. En ocasiones, se vio obligado a intentarlo. Con las redacciones del colegio, por ejemplo. Eran una pesadilla. A veces le daban un tema, otras era una fotografia, y a partir de ahi, se esperaba que tejiese una red de personajes y sucesos. El nunca llego mas alla de la primera frase. Despues era como si su cerebro interrumpiese toda actividad. Se quedaba en blanco. El papel seguia inmaculado sobre la mesa, pidiendole a gritos que lo llenase de palabras, pero no se le ocurria ninguna. Los profesores lo reprendian. Al menos, hasta que su madre fue a hablar con ellos despues de conocer el diagnostico. A partir de entonces, empezaron a observar sus intentos con mirada curiosa, a considerarlo un ser extrano. Y no sabian hasta que punto tenian razon. Asi era, en efecto, como el se sentia alli sentado con la hoja en blanco sobre el pupitre y el ruido que hacian sus companeros al escribir: un ser extrano.
Al conocer el mundo de los ordenadores, se sintio comodo por primera vez en su vida. Era algo que le resultaba facil, que dominaba. Era como si la rara pieza del rompecabezas que era el, Morgan, hubiese encontrado otra pieza igual de rara, pero con la que encajaba.
Cuando era mas joven, se entrego con el mismo impulso maniatico al aprendizaje de todo tipo de lenguajes codificados. Estudio cuanto cayo en sus manos sobre el tema y era capaz de repetir lo aprendido durante horas. Habia algo que lo atraia en aquellas ingeniosas combinaciones de cifras y letras. Sin embargo, cuando empezo a interesarse por los ordenadores, la fascinacion que le inspiraban los codigos se esfumo de un dia para otro. Aunque seguia poseyendo aquellos conocimientos y podia recurrir a ellos en cualquier momento, simplemente ya no le interesaban.
La sangre que corria por la hoja de la espada lo hizo volver a pensar en la nina. Se preguntaba si la sangre se le habria coagulado en las venas ahora que estaba muerta; si habria quedado reducida a una masa compacta alojada en sus vasos y arterias. Tal vez se hubiese vuelto marron oscuro, color que solia adquirir la sangre reseca segun habia visto cuando, para probar, se habia cortado las venas el mismo. Miraba fascinado la sangre que manaba de los cortes hasta que fluia mas despacio, se coagulaba y empezaba a cambiar de color.
Su madre quedo aterrada el dia que fue a verlo y lo encontro en aquel estado. El intento explicarle que solo queria ver como era eso de morirse, pero ella ni le respondio; simplemente lo obligo a meterse en el coche y lo llevo al centro medico, aunque en realidad no era necesario. Hacerse cortes dolia, de modo que no los hizo muy profundos y ya habia dejado de sangrar. Pero ella estaba histerica.
Morgan no comprendia por que la muerte era un concepto tan desagradable para la gente normal. No era mas que un estado, igual que la vida. Y en ocasiones se le antojaba muchisimo mas atractiva que esta. Asi que habia momentos en los que envidiaba a la nina. Ahora ella sabia como era. Conocia la solucion del misterio.
Se obligo a concentrarse de nuevo en el juego. A veces, la idea de la muerte lo hacia perder varias horas sin sentir. Y eso arruinaba su horario.
Ernst se sento sereno frente a el. Se negaba a mirarlo a los ojos y, para ello, se concentro en escrutar sus zapatos sin lustrar.
– ?Responde de una vez! -vocifero Patrik-. ?Te llamaron de Gotemburgo por un asunto de pornografia infantil?
– Si -respondio Ernst con acritud.
– ?Y por que no nos hemos enterado de nada?
A esta pregunta siguio un largo silencio.
– Repito -insistio Patrik en voz baja y tono ominoso-: ?por que no nos informaste de ello?
– No crei que fuese tan importante -repuso Ernst evasivo.
– ?No creiste que fuese tan importante? -repitio Patrik con voz gelida dando tal punetazo en la mesa que hizo saltar el teclado.
– No -se reafirmo Ernst.
– ?Y por que?
– Pues…, teniamos tantas otras cosas de que ocuparnos en aquel momento… Y, ademas, me parecio un tanto inverosimil. Quiero decir que es ese tipo de cosas de las que se ocupan en las grandes ciudades.
– No digas estupideces -atajo Patrik sin poder ocultar su desprecio. Ni se habia molestado en sentarse, sino