– No, no creo que deban conocer ese secreto.

– Claro, porque estoy viva. Pero si me muriera, ?tendrias que contarselo?

Aquella pregunta borro la sonrisa del rostro de Veronika. Meneo la cabeza con vehemencia, consciente de que la conversacion habia tomado un rumbo demasiado desagradable. En voz baja y mientras acariciaba la melena rubia de su hija, le dijo:

– Eso es algo en lo que no tienes que pensar, porque tu no vas a morir.

– ?Y como lo sabes, mama? -pregunto Frida llena de curiosidad.

– Lo se y basta.

Veronika se levanto bruscamente y, con el corazon tan encogido que le costaba respirar, fue al pasillo. Sin darse la vuelta para que su hija no la viese llorar, le grito en un tono de innecesaria rudeza:

– Ponte el abrigo. Nos vamos a hablar con la policia ahora mismo.

Frida obedecio. Pero mientras se dirigian al coche, se encogio inconscientemente bajo el pesado cielo gris. Esperaba que su madre tuviese razon. Esperaba que Sara no se enfadase con ella.

20.

Fjallbacka, 1928.

Anders vistio a los pequenos y empezo a peinarlos con gran carino. Era domingo y pensaba salir con ellos a dar un paseo y a disfrutar del sol. No era facil vestirlos, pues no paraban de saltar euforicos ante la idea de salir con su padre, pero por fin estaban listos. Agnes no respondio cuando le dijeron adios y a Anders se le rompia el corazon al ver la decepcion en los ojos de los ninos cuando miraban a su madre. Aunque ella no lo comprendiese, ellos la querian. Y anoraban su olor y la sensacion de sus abrazos. El no queria ni imaginarse que Agnes lo sabia y se lo negaba a sus hijos voluntariamente, aunque la idea le rondaba la cabeza a menudo. Ahora que los ninos ya tenian cuatro anos, no podia por menos de constatar que habia algo antinatural en la manera en que su esposa se comportaba con ellos. En un principio creyo que se debia a la dura experiencia del parto, pero pasaban los anos y ella no parecia capaz de estrechar los lazos con sus hijos.

El, por su parte, se sentia como un hombre rico cuando bajaba la cuesta agarrandolos de sus manitas. Aun eran tan pequenos que preferian ir saltando que caminando, y a veces se veia obligado a seguirlos medio corriendo para alcanzarlos, pese a que el era mucho mas alto. La gente sonreia y lo saludaba tocandose el sombrero cuando los veia por la calle principal. Sabia que constituian un espectaculo singular: el, tan alto y tan robusto, vestido con su mejor traje de domingo, y los ninos, tan bien vestidos como pudiesen sonar los hijos de un picapedrero y con sus dos cabelleras rubias e identicas, del mismo color que la de su padre. Incluso habian heredado el castano de sus ojos. Todo el mundo le decia lo mucho que se le parecian los dos, algo que lo llenaba de orgullo. A veces se permitia un suspiro de alivio al constatar que no parecian haber heredado demasiado de su madre, ni en el fisico ni en el caracter. Con los anos, Anders habia advertido en ella una crueldad que, de todo corazon, esperaba no heredasen los ninos.

Al pasar delante de la tienda de ultramarinos, apremiaba el paso y procuraba no mirar. Claro que se veia obligado a ir alli de vez en cuando para comprar lo que necesitaba, pero puesto que ya habian llegado a sus oidos las habladurias de la gente, intentaba limitar las visitas al tendero en la medida de lo posible. Si hubiese dudado de la veracidad de lo que contaban las chismosas del pueblo, habria podido entrar en el establecimiento con la cabeza bien alta. Pero lo peor era que ni por un instante se le ocurrio ponerlo en duda. Y, de haber sido asi, la sonrisa descarada y la altaneria del tendero habrian resultado suficientes para convencerlo. A veces se preguntaba cuanto mas tendria que aguantar y sabia que, si no fuese por los ninos, se habria marchado hacia ya mucho tiempo. Por ellos debia renunciar a abandonar a Agnes y hallar otra salida. Y, de hecho, creia haberla encontrado. Anders tenia un plan. Prepararlo le habia exigido un ano de duro trabajo, pero ya estaba cerca de conseguirlo. Solo faltaban algunas piezas por encajar y entonces podria empezar otra vez con su familia, ofrecerle una nueva oportunidad y tal vez darle a Agnes un poco mas de aquello que tanto anoraba, de modo que el negro rencor que crecia en su pecho desapareciese por fin. Ya le parecia ver como seria su nueva vida. El, Agnes y los chicos unidos en una existencia que les ofreciese mucho mas de lo que tenian.

Apreto fuertemente las manitas de los pequenos y les sonrio cuando los dos echaron sus cabecitas hacia atras, llenos de curiosidad, para poder verle la cara.

– ?Papa, nos compras un caramelo? -inquirio Johan con la esperanza de que el evidente buen humor de su padre obrase en su beneficio ante tal pregunta.

Y acerto, pues Anders asintio tras reflexionar un segundo y ambos empezaron a saltar de entusiasmo. Comprar los caramelos suponia una visita al tendero, pero penso que valdria la pena. Pronto se veria libre de todo aquello.

* * *

Gosta se refugiaba en su despacho. Desde que salio a la luz la metedura de pata de Ernst, el ambiente se habia vuelto algo tenso, por asi decirlo. Verdad era que el colega llevaba anos haciendo de las suyas, pero en esta ocasion habia sobrepasado todos los limites de lo razonable y se habia apartado demasiado del proceder de un policia en la ejecucion de su trabajo. Y por primera vez, Gosta estaba convencido de que Ernst se arriesgaba a que lo despidieran a causa de su error. Ni siquiera Mellberg podria cubrirle las espaldas despues de aquello.

Presa del desaliento, se puso a mirar por la ventana. Aquella era la epoca del ano que mas le desagradaba. Le resultaba incluso mas insoportable que el invierno. En efecto, aun tenia frescos en la memoria los resultados de cada partido de golf del verano y era capaz de recitarlos uno por uno. Hacia el invierno, por lo menos, el olvido se apiadaba de el y empezaba a preguntarse si de verdad habia dado aquel golpe perfecto o si solo se trataba de un sueno.

El timbre del telefono lo interrumpio.

– Gosta Flygare -respondio.

– Hola, soy Annika. Oye, tengo a Pedersen al telefono. Queria hablar con Patrik, pero el esta ilocalizable por ahora. ?Puedes atenderlo tu?

– Si, claro, pasamelo.

Gosta aguardo unos segundos hasta que oyo el clic de la linea y, acto seguido, la voz del forense.

– ?Hola?

– Si, aqui estoy Gosta Flygare al aparato.

– Ah, si. Me han dicho que Patrik esta fuera de servicio, pero tu tambien trabajas en la investigacion del asesinato de la nina, ?verdad?

– Si, todos los de la comisaria trabajamos en ello en mayor o menor medida.

– Bien, en ese caso, te transmito a ti la informacion que hemos recabado, pero es importante que se la pases a Hedstrom.

Gosta se pregunto si Pedersen habria oido hablar del desliz de Ernst, pero enseguida comprendio que era imposible. El forense solo pretendia subrayar que el responsable de la investigacion debia recibir toda la informacion. Y, desde luego, Gosta no tenia la menor intencion de cometer el mismo error que Ernst, de eso podian estar seguros. Hedstrom quedaria informado de cada carraspeo de aquella conversacion.

– Tomare buena nota de lo que me digas, pero me figuro que lo enviareis todo por fax como de costumbre, ?no?

– Si, por supuesto -aseguro Pedersen-. Veras, resulta que ya tenemos listo el analisis de la ceniza, la que encontramos en el estomago y los pulmones de la nina, ya sabes.

– Si, estoy al tanto de los detalles -afirmo Gosta, sin poder ocultar cierta irritacion en su respuesta. ?Acaso pensaba Pedersen que su papel en la comisaria era el de chico de los recados?

Si Pedersen se percato de su disgusto, no hizo el menor caso y siguio tranquilamente:

– Bueno, pues hemos averiguado una serie de datos interesantes. En primer lugar, no se trata de cenizas muy recientes que digamos. Su contenido podria considerarse, al menos parcialmente, como… -aqui vacilo un instante- «bastante antiguo».

– ?«Bastante antiguo»? -repitio Gosta, aun algo molesto, aunque no podia negar que el forense habia logrado

Вы читаете Las Hijas del Frio
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату