Charlotte se sintio grande comparada con ella. La otra no mediria mas de uno sesenta, y el metro setenta y cinco de Charlotte la convertia en un gigante a su lado. Su figura no habia sufrido dos partos y constato que su pecho, bajo el top bastante ajustado, no necesitaba sujetador para mantenerse firme. De pronto se imagino a Jeanette desnuda, en la cama, con Niclas acariciandole los pechos perfectos. Movio la cabeza levemente para hacer desaparecer la imagen. A lo largo de los anos, le habia dedicado demasiado tiempo a ese tipo de autotortura. Y ahora la idea tampoco la heria con la misma intensidad. Su cabeza albergaba imagenes aun peores. Imagenes de Sara flotando en el agua.
Se obligo a volver a la realidad y, con voz serena, le dijo:
– Solo queria charlar un rato. ?Podemos tomarnos un cafe?
Ignoraba si Jeanette habia pensado en algun momento que ella iria a verla o si la situacion se le antojaba tan absurda que era incapaz de digerirla. En cualquier caso, el rostro de la joven no denotaba la menor sorpresa. Asintio sin mas y se encamino a la cocina. Charlotte la seguia a unos pasos. Miro con curiosidad el apartamento. Tenia mas o menos el aspecto que se habia imaginado. Un piso de dos habitaciones con mucho mueble de pino, cortinas con mucho vuelo y souvenirs de viajes al extranjero como principal motivo de decoracion. Lo mas probable era que ahorrase hasta el ultimo centimo para ir a lugares soleados donde salir de marcha todas las noches; y esos viajes constituirian, con toda seguridad, los grandes acontecimientos de su vida. Salvo cuando se acostaba con hombres casados, claro, penso Charlotte con amargura mientras se sentaba a la mesa de la cocina. No se sentia tan segura como ella misma creia aparentar. El corazon le latia desbocado, pero actuo movida por la necesidad de encontrarse con la otra cara a cara a fin de ver, por primera vez, que tipo de personas conseguian que, para su marido, un rato en la cama tuviese mas peso que las promesas de matrimonio, los hijos y la decencia.
Charlotte constato su decepcion con sorpresa. Siempre se habia imaginado a las amantes de Niclas como pertenecientes a una clase muy distinta. Cierto que Jeanette era guapa y tenia buen tipo, eso resultaba evidente. Pero tambien era tan…, busco el termino adecuado…, tan insulsa. No irradiaba ni calidez ni energia y, a juzgar por el aspecto de su hogar, no parecia tener otra capacidad ni otra ambicion, por cierto, que la de seguir la corriente sin cuestionarse nada.
– ?Aqui tienes! -le espeto Jeanette colocando una taza de cafe ante ella.
Luego se sento enfrente de Charlotte y empezo a dar pequenos sorbos de su taza con gesto nervioso. Charlotte se percato de que llevaba las unas muy cuidadas, otra caracteristica inexistente en el mundo conceptual de las madres de familia.
– ?Te sorprende que haya venido? -pregunto observando con fingida calma a la mujer que tenia enfrente.
Jeanette se encogio de hombros.
– No se. Quiza. No habia pensado mucho en ti que digamos.
«Al menos es sincera», penso Charlotte. Aunque no supo determinar si por honradez o por estupidez.
– ?Sabias que Niclas me hablo de ti?
Una vez mas, el mismo gesto de indiferencia.
– Bueno, sabia que saldria a la luz tarde o temprano.
– ?Y como lo sabias? -inquirio Charlotte.
– La gente de por aqui anda siempre hablando de lo uno y lo otro. Siempre hay alguien que ha visto algo en algun sitio y que siente la necesidad de ir a contarlo.
– Da la sensacion de que no es la primera vez que participas en este tipo de juego.
Una debil sonrisa afloro a los labios de Jeanette.
– No es culpa mia que por lo general los mejores ya esten pillados. Aunque eso a ellos no parece importarles mucho.
Charlotte entrecerro los ojos.
– ?Quieres decir que a Niclas tampoco le preocupaba el hecho de estar casado y de que tenia dos hijos? - pregunto con visible esfuerzo al pronunciar la palabra «tenia».
Noto que los sentimientos luchaban por aflorar a la superficie y dominarla, pero logro mantenerlos a raya. Su vacilacion al conjugar el verbo en pasado hizo que Jeanette reparase en un detalle: tal vez fuese conveniente mostrar algo de empatia. Por ello, en tono algo formal, se apresuro a decir:
– Lamento mucho lo que le sucedio a tu hija Sara.
– Por favor, abstente de pronunciar su nombre -le advirtio Charlotte con una frialdad que hizo retroceder a Jeanette en la silla.
La joven bajo la vista y se puso a remover el cafe.
– Pero responde a mi pregunta: ?Niclas nunca se mostro incomodado por acostarse contigo mientras su familia lo esperaba en casa?
– Nunca hablaba de vosotros -respondio Jeanette evasiva.
– ?Nunca? -insistio Charlotte.
– Teniamos otras cosas que hacer que hablar de vosotros -solto Jeanette.
En ese mismo instante, la joven comprendio que deberia controlarse, aunque no fuese mas que por guardar las apariencias.
Charlotte la observo con displicencia, pero consideraba mas repugnante y despreciable la actitud de Niclas que, al parecer, habia estado dispuesto a desecharlo todo por aquello: una joven necia y mezquina que creia que el mundo estaba a sus pies solo porque un dia fue elegida para representar a Santa Lucia en la procesion de secundaria. Si, claro que Charlotte reconocia el tipo de persona. El exceso de atencion durante los anos en que el yo resultaba mas influenciable habia hinchado su ego hasta hacerle adquirir dimensiones desproporcionadas. A las chicas como Jeanette no les importaba lo mas minimo herir a otras personas ni tomar lo que no les pertenecia.
Charlotte se puso de pie. Se arrepentia de la visita. Habria preferido conservar la imagen de la amante de Niclas como la de una mujer hermosa, inteligente y apasionada; alguien a quien pudiese ver como posible competencia. Pero aquella muchacha no era nada. La idea de ver a Niclas con ella le revolvio el estomago y sintio que el escaso respeto que, pese a todo, habia conservado por el a lo largo de los anos se esfumaba en el vacio.
– No tienes que acompanarme -le dijo a Jeanette, que se quedo sentada en la silla.
Al salir, derribo
22.
Fjallbacka, 1928.
La catastrofe tuvo lugar un domingo. El barco rumbo a America zarparia de Gotemburgo el viernes y ya lo tenian embalado casi todo. Anders habia enviado a Agnes a comprar algunas cosas que creia necesitarian
Cuando giro la esquina y empezo a subir la cuesta, Agnes llevaba la cesta llena de vituallas. Oyo gente gritar a lo lejos y apremio el paso. El humo llegaba a las casas proximas a la suya y se hacia mas denso al final de la pendiente. Agnes dejo la cesta y cubrio a la carrera los ultimos metros hasta su casa. El fuego fue lo primero que vio. Ingentes llamaradas ascendian saliendo por las ventanas del edificio y la gente corria de un lado a otro como gallinas enloquecidas; los hombres y algunas mujeres con cubas de agua, el resto de las mujeres con las manos en la cabeza, gritando aterrorizadas. El fuego se habia propagado a algunas casas mas y parecia dispuesto a hacerse con toda la manzana. Se extendia con una rapidez increible. Agnes observaba la escena boquiabierta y con los ojos desorbitados por la conmocion. Nada la habria preparado para semejante espectaculo.
Un humo espeso y negruzco empezo a difundirse cubriendo las casas y convirtiendo el aire en una niebla grisacea y grumosa. Agnes seguia paralizada cuando una de las vecinas se le acerco y le dio un tiron del brazo.
– Ven con nosotros, no mires -la animo intentando llevarla consigo.