el dolor plasmado en su rostro vulgar, pues ignoraba cuantas veces se habia acostado su marido con la mujer que en ese momento le empapaba el abrigo de lagrimas.

Mary observaba dolida a su madre pues habria deseado que buscase consuelo en su regazo. Una vez mas, se veia excluida. Una vez mas, despreciada. Las dudas la asediaban como fieras, pero se obligo a domenarlas. No podia empezar a cuestionarlo todo, eso la hundiria.

La lluvia le helaba las mejillas, pero su rostro permanecia imperturbable. Algo reacia, recorrio los pocos pasos que la separaban del hoyo e intento obligarse a arrojar la rosa que llevaba en la mano. El monstruo se revolvio ligeramente en su interior, apremiandola, animandola a levantar el brazo y sostener la rosa sobre el feretro sin decir nada. Este relucia negro en el fondo del hoyo. Despues, vio a camara lenta como sus dedos soltaban el tallo lleno de espinas, y la rosa, con una lentitud insoportable, cayo sobre la dura superficie del ataud. Creyo oir el eco del golpe de la flor contra la madera, pero nadie reacciono, de lo que dedujo que el ruido resono solo en su cabeza.

Alli permanecio durante unos minutos, que a ella se le hicieron eternos, hasta que noto un leve roce en el brazo. La mujer de Per-Erik le advertia, con una calida sonrisa, que ya podian marcharse. Delante de ellas iba el resto del cortejo funebre, con Agnes y Per-Erik en cabeza. El le rodeaba los hombros con el brazo sobre el que ella se apoyaba al caminar.

Mary miraba de reojo a la mujer que tenia a su lado preguntandose con sorna como podia ser tan ciega y tan ingenua para no ver el aura de tension sexual que envolvia a la pareja. Mary solo tenia trece anos, pero lo veia tan claro como la lluvia que los empapaba a todos. En fin, aquella mujer necia no tardaria en conocer la verdad.

A veces se sentia mucho mayor de la edad que tenia. Observaba la necedad de la gente con un desprecio muy superior al esperado en una adolescente pero, claro, ella habia tenido una maestra excelente. Su madre le habia ensenado cuanto sabia sobre el ser humano, cada uno iba a lo suyo, cada uno debia procurarse lo que queria en la vida sin permitir que nada se interpusiese, le repetia. Y Mary habia sido una alumna excelente. Ahora se sentia madura y preparada para que su madre la tratase con el respeto que merecia. Al fin y al cabo, Mary le habia demostrado de sobra cuanto daba de si su amor por ella ?Acaso no habia hecho el mayor de los sacrificios? Ahora le devolveria ese amor con creces, estaba segura de ello. Jamas tendria que regresar a las tinieblas del sotano para ver crecer al monstruo.

Por el rabillo del ojo, vio que la mujer de Per-Erik la observaba con gesto preocupado. Entonces cayo en la cuenta de que iba sonriendo y se puso seria enseguida. Era importante guardar las apariencias. Su madre siempre se lo recordaba. Y su madre siempre tenia razon.

* * *

El aullido de las sirenas se oia muy a lo lejos. Queria levantarse y protestar, exigir que la ambulancia diese la vuelta y lo llevase de regreso a casa, pero sus miembros se negaban a obedecer y, cuando intentaba hablar, su garganta solo proferia un sonido sibilante que se escapaba entre sus labios. Entreveia sobre su cabeza la expresion angustiada de Lilian.

– Shhh, no intentes hablar, reservate la energia. Pronto estaremos en Uddevalla.

Contra su voluntad, se vio obligado a abandonar toda tentativa de resistencia En realidad no tenia fuerzas para ello. El dolor seguia alli, mas agudo que nunca

?Todo fue tan rapido! Por la manana se sentia bastante bien e incluso se animo a comer un poco. Al cabo de un rato, el dolor empezo a agudizarse hasta llegar a ser insoportable. Cuando Lilian subio con el te de la manana, Stig ya no podia ni hablar y a ella se le cayo la bandeja al suelo, tal fue la impresion que se llevo al verlo. Despues empezo el espectaculo. El ruido de sirenas, pisadas en la escalera, manos que, con mucho mimo, lo trasladaban a una camilla y lo metian en la ambulancia… Y luego el recorrido a toda velocidad, del que el solo tenia un vago recuerdo.

El temor a ir a parar al hospital era incluso peor que el dolor que sentia. Una y otra vez evocaba la imagen de su padre ingresado y tumbado en la cama, debil y demacrado, tan distinto del hombre vivaz y alegre que solia levantarlo por los aires cuando el era pequeno y que peleaba con el en broma y amorosamente cuando se hizo un poco mayor. Ahora, Stig sabia que iba a morir. Si lo dejaban en el hospital, seria solo cuestion de tiempo.

Queria levantar el brazo y acariciar la mejilla de Lilian. Pasaban juntos tan poco tiempo. Claro que habian tenido sus discusiones e incluso alguna verdadera mala racha. Entonces llego a pensar que debian ir cada uno por su lado. Pero siempre lograron encontrarse de nuevo. Ahora, Lilian tendria que hallar a otro hombre con el que envejecer.

Tambien echaria de menos a Charlotte y a los ninos. Al nino, se corrigio sintiendo enseguida un intenso dolor en el corazon, un dolor distinto del fisico. Por cierto, aquello era lo unico positivo que veia en la situacion. El creia firmemente en la vida mas alla de la muerte, un lugar mejor, y tal vez se encontrase alli con la pequena y pudiese saber por ella que le habia ocurrido aquella manana.

Sintio la mano de Lilian en su mejilla. La perdida de conciencia empezaba a disolver la realidad y, lleno de gratitud, cerro los ojos. Al menos, seria un alivio no seguir sintiendo aquel dolor.

El viento le azotaba el rostro mientras se dirigia a la cabana de Morgan. El entusiasmo de Ernst se habia atenuado ligeramente por el camino, pero ahora sentia que volvia a despertar. Vio en el umbral de la puerta entreabierta el rostro delgado de Morgan que, en su habitual tono inexpresivo, le pregunto.

– ?Que quiere?

Aquella pregunta tan directa desconcerto a Ernst. Necesito un instante para reagrupar sus ideas antes de contestar.

– Va a venir conmigo a la comisaria.

– ?Por que? -quiso saber Morgan.

Ernst empezaba a irritarse ?Que tipo mas extrano!

– Porque tenemos que hablar de ciertos asuntos.

– Ustedes se han llevado mis ordenadores. Ya no tengo mis ordenadores. Se los han llevado -repetia Morgan una y otra vez.

El policia atisbo ahi una posibilidad.

– Exacto, por eso tiene que venir. Para recuperar los ordenadores. Ya hemos terminado con ellos, ?comprende?

Ernst estaba increiblemente satisfecho de su idea.

– ?Y por que no los traen igual que se los llevaron de aqui?

– ?Quiere recuperar los ordenadores o no? -estallo Ernst, cuya paciencia empezaba ya a agotarse de verdad.

Tras un minuto de vacilacion y de negociacion interior, la expectativa de recuperar los ordenadores prevalecio sobre su recelo a adentrarse en territorio desconocido.

– Ire con usted. Asi podre recuperar mis ordenadores.

– Bien, buen chico -respondio Ernst sonriendo para sus adentros mientras Morgan iba a buscar su cazadora.

Guardaron silencio todo el camino hasta la comisaria. Morgan no dejo de mirar por la ventanilla. Ernst tampoco vio necesidad de conversar con el y prefirio ahorrar fuerzas para el interrogatorio. Entonces se encargaria de conseguir que aquel chalado hablase por los codos.

Una vez en su destino, quedaba un pequeno e insignificante dilema: ?como hacer entrar al futuro interrogado sin que nadie descubriese sus pretensiones? Tal circunstancia echaria por tierra su brillante plan, algo que debia evitar a toda costa. Finalmente, se le ocurrio una solucion infalible. Llamo a la recepcion desde su movil y, cambiando la voz, le dijo a Annika que tenia un paquete listo para enviar y que debia recogerlo en el mostrador de la entrada trasera. Despues, aguardo unos segundos sin soltar a Morgan y entro cauteloso y conteniendo la respiracion, con la esperanza de que Annika hubiese acudido enseguida al otro extremo del edificio. Funciono. La recepcionista no estaba en su puesto. Rapidamente, dejo atras la recepcion tirando de Morgan y lo metio a empellones en la sala de interrogatorios mas proxima. Cerro la puerta, echo la llave y se permitio una leve sonrisa triunfal antes de decirle a Morgan que se sentase. Alguien habia dejado una ventana entreabierta para ventilar la habitacion y la hoja golpeteaba sacudida por el viento. Ernst paso por alto el ruido. Queria empezar sin mas

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