aumento obligandole a andar doblado hacia delante; le azotaba con mas fuerza cada vez, arrojaba arena y ramas secas contra su cara y el se doblaba cada vez mas y cerraba los parpados para protegerse los ojos…

Y de repente se encontraba delante de esta casa, grande y destartalada, tan desconocida y tan familiar al mismo tiempo. Y las personas estaban en largas filas y le daban la bienvenida, pegadas a las paredes por los pasillos; toda clase de personas, pero el los conocia a todos y nadie se le escapaba… muchos de sus conocidos, Bendiksen y Weiss y Jurg, su propio hijo, pero tambien otros; personajes del mundo entero y de la historia, el Dalai Lama y Winston Churchill y Mijail Gorbachov. Gorbachov leia de corrido un poema en latin acerca de la fugacidad de todo y le daba la mano… todos le daban la mano y le hacian seguir…, seguir; le empujaban con delicadeza y decision al interior de la casa, subiendo serpenteantes escaleras y recorriendo largos y mal iluminados pasillos.

Finalmente llego a una habitacion mas oscura que las otras; y se dio cuenta de que habia llegado. El hombre que estaba sentado al otro lado de la mesa… una mesa baja… la reconocio, era la suya, y seguro que era un hombre, era… tiene que haber sido… ?no era…?

La lampara que se bamboleaba en el extremo de un largo cable colgado del techo tenia una pantalla plana de chapa, y estaba tan estupidamente baja que solo podia ver las manos y los antebrazos que descansaban en la mesa, pero quiza los reconocia. Era… era… ?era?

Y en la mesa estaba el kimono de Eva; inmediatamente quiso apoderarse de el para meterlo en la lavadora, pero algo le detuvo; no sabia que porque el hombre que estaba en la oscuridad tenia mas miedo que el; era por eso por lo que no podia mostrar su rostro, porque era… y de pronto sintio un intenso malestar, una comezon en todo el cuerpo y una espeluznante necesidad de lanzarse fuera de esa habitacion antes de que fuera demasiado tarde, y se desperto.

Se desperto.

Si, al acordarse ahora, supo que no habia sido nada exterior lo que le habia arrancado del sueno. Habia sido la habitacion aquella la que le habia expulsado. Ninguna otra cosa.

Estaba despierto. Irremediablemente despierto. Tenia el aliento pesado a causa del somnifero que le habia obligado a tomar Ruger. Tal vez hubiera tenido fuerza para permanecer en la habitacion un poco mas sin ese anestesico…, ?lo suficiente para tener al menos una idea?

El kimono de la mesa no era solamente materia onirica, lo sabia… era un recuerdo, un fragmento de aquella noche… no era un kimono de verdad, naturalmente. Solo una imitacion; ella lo habia encontrado en una de las callejuelas de Levkes ese verano y el se lo habia comprado… una de aquellas noches en las que se quedaban en los bares hasta la hora del cierre y volvian a casa paseando por la playa… hicieron el amor en la arena en la calida negrura de la noche y despues siguieron todo el camino desnudos y habia gente por alli y estaban cerca, pero la oscuridad era tan increiblemente compacta, que no hacia falta otra cosa para cubrirse. Y, sin embargo, el cielo estaba cuajado de estrellas, un cielo lleno de estrellas fugaces. Habian dejado de contarlas despues de haber deseado todo lo deseable y mas…

Eso fue… penso un poco… hacia menos de tres meses. Igual podian haber sido tres millones de anos. Lo irrevocable en la direccion del tiempo se apodero de el con fuerza; el incondicional orden de los segundos y los instantes, la imposibilidad de intercambiarlos… esta angustiosa necesidad. Esta mas cerca el fin del mundo que ese minuto que acaba de pasar porque ya lo hemos perdido para siempre; no hay camino. Levkes no volvera jamas; tampoco el Retsina ni el mendigo de ojos azules… jamas.

Por otro lado… tampoco lo demas.

?Daba igual tal vez?

?Daba la vida igual tal vez?

Dificil encontrar el equilibrio ahora.

En realidad, es en los momentos dificiles cuando se sabe quien es uno.

Yo no soy nadie, penso. Pues no soy nadie.

Encuentro que tiene mas sentido estar aqui tumbado en mi litera contemplando un pequeno trozo de pared… contemplandolo y estudiandolo desde muy cerca, elegir una mancha del tamano de un sello o de una una… contemplarla con todos mis sentidos, olerla, sentirla con la lengua, con los dedos, una y otra vez, escucharla hasta conocerla por dentro y por fuera… tiene mas sentido, digo, que volver atras y recordar lo que ha sido y lo que ha pasado…

Eso penso al despertar del sueno, y no era un pensamiento nuevo ni un pensamiento que pudiera sacudirse de encima.

Ya se acercaban los carros. Se abrio la ventanilla y alguien dejo la bandeja del desayuno. Se cerro la ventanilla. Eran las siete; habia dormido casi ocho horas; por primera vez en tres semanas habia dormido toda la noche. Y hoy…

?Que pasaba hoy?

Le costo unos segundos dar con ello.

Hoy iba a empezar el juicio.

Mordio el pan y considero sus pensamientos. ?Que era lo que sentia?

?Una especie de vaga esperanza?

?Que acabara de una vez?

O tal vez solo… nada.

10

La sala del juicio era casi gotica. Una arquitectura alta, vertical, que le trajo a la memoria el teatro anatomico de Oosterbrugge. Por tres de las paredes trepaban empinados bancos; en la cuarta se sentaban jueces y juristas encaramados tras unas barandillas marron oscuro. La escasa luz natural que penetraba lo hacia por un circulo de ventanas pintadas en lo alto del puntiagudo techo y reforzaba indudablemente la impresion de un orden mundial vertical que debe haberle pasado por la cabeza al constructor a mediados del siglo xix.

La sala estaba llena hasta los topes.

El grupo mas numeroso, quizas unos doscientos, era, claro esta, el publico de las gradas. La mayoria, alumnos del instituto Bunge. Mitter se dio cuenta de que era la causa directa del record del ano en lo que a faltar a clase se refiere.

Entre los oyentes estaban tambien los periodistas. Estaban todos sentados en la primera fila con las piernas cruzadas y el cuaderno de notas en las rodillas. O el de dibujo…, se acordo de que no estaba permitido hacer fotografias. Le sorprendio que fueran tantos… mas de una docena; eso no podia significar mas que el caso era de interes nacional. No solo una historia provinciana.

Debajo de las gradas, en la propia arena, estaba el mismo; Ruger, cuyo resfriado al menos iba mejorando, el juez Havel, el fiscal Ferrati con sus asesores, y un pequeno numero de juristas y servidores de la ley.

Y un jurado. Constaba de cuatro hombres y dos mujeres, todos sentados detras de una barandilla a la derecha del juez, y parecian benevolentes, a excepcion del numero dos empezando por la izquierda que era un senor muy tieso con una protesis en el brazo y una arruga en la frente.

Ademas habia un moscardon grande. Por lo general estaba arriba, debajo del techo, justo encima de la mesa del fiscal, pero de vez en cuando emprendia excursiones por el local y entonces casi siempre se dirigia a una de las dos mujeres del jurado, la que estaba a la derecha de la arruga. Una vez tras otra se lanzaba la mosca al ataque contra su nariz y, aunque ella la espantaba continuamente, la mosca volvia con gran obstinacion e inagotable energia. Durante esas excursiones se dotaba de un zumbido muy bajo, lo que contrastaba gratamente con la voz del fiscal que era bastante estridente… como un violoncelo o un clavecin mas o menos, y resultaba clarisimo en las pausas mientras el fiscal tomaba aliento.

Por lo demas, el dia fue inusualmente aburrido.

Empezo con que todos tuvieron que levantarse y sentarse unas cuantas veces a medida que el juez y el jurado iban ocupando sus sitios. Luego el juez formulo la acusacion y Ruger declaro que su cliente era inocente. Entonces el fiscal empezo a exponer los hechos, cosa que duro una hora y veinte minutos y desemboco en que el acusado, Janek Mattias Mitter, de cuarenta y seis anos, nacido en Rheinau, residente en Maardam desde hacia

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