Habia costado lo suyo; algunos amigos, algunas invitaciones, algunos anos; pero el mismo mes que cumplia cuarenta anos, llegaba a puerto. Se aposento tras la mesa escritorio y se dispuso a encarar un cuarto de siglo de apacible serenidad. Para el caso de que hubiera algo que hacer, cosas referentes a alumnos, deficit de presupuesto, planes de estudio que poner en marcha, siempre habia un jefe de estudios al que mandar. Por su parte, el se ocupaba del roble.

Despues de unos cinco anos de pulirlo amorosamente, surgia de pronto esta maldita historia.

Habian pasado dias. Tardes. Casi noches, pero no parecia tener fin.

Justo en ese momento tenia enfrente a un abogado acatarrado, hundido en las profundidades de la butaca de las visitas, que le recordaba a un buitre hambriento que habia visto una vez en un safari veraniego en Serengeti.

A la unica que yo le permitiria defender, penso Suurna, seria a mi suegra.

– Comprendera usted, senor Rutter…

– Ruger.

– Perdon, senor Ruger, comprendera usted que han sido unos tiempos muy dificiles para todos nosotros, dificiles y dolorosos. Una profesora muerta, otro profesor detenido. La policia anda por aqui todos los dias. Se dara usted cuenta de que nuestro instituto debe protegerse de sufrir mas pruebas.

– Desde luego. No tiene por que preocuparse…

– No es necesario seguramente que le insista en que los alumnos se han visto afectados de una manera poco favorable. Son personas jovenes que se alteran con facilidad. Lo que tenemos que hacer ahora es juntar nuestras fuerzas y seguir adelante. Yo mismo, que tengo la maxima responsabilidad pedagogica, no puedo limitarme a contemplar…

La puerta se abrio con cuidado y una mujer con el cabello tenido de malva y gafas de color malva asomo la cabeza.

– ?Desea que traiga el cafe ahora, senor director?

Su voz era suave y bien articulada.

Como si las palabras estuvieran hechas de porcelana, penso Ruger. Se dio cuenta de que tenia que tratarse de una maestra que habia desertado de la profesion.

– Si, claro, senorita Bellevue, pase, pase.

Ruger decidio aprovechar la ocasion.

– Desde luego que entiendo su postura. Tengo un hijo que estudio aqui hace diez anos.

– ?Ah, si? Ya me parecio…

– Ruger. Edwin Ruger. Bueno, comprendo naturalmente que ha sido una epoca dificil para usted, pero, no obstante, deberiamos permitir que se haga justicia. ?No le parece, senor director?

– Esta claro, senor Ruger. ?No pensara usted ni por un momento que tengo otra intencion?

Echo una mirada en direccion a la senorita Bellevue, que acababa de desaparecer por la puerta, y Ruger se pregunto si alli habia un asomo de inquietud o era solo algo que el se imaginaba.

– Ni por un momento, no… usted lo que quiere es solo un poco de… discrecion. ?Es eso lo que quiere decir?

– Exactamente. Si me lo permite, tengo que decirle que ese no ha sido el lado fuerte de nuestras autoridades policiales. Es decir, espero que tengan otras cualidades.

Miro por encima de las gafas y trato de sonreir en un gesto vago de entendimiento. Ruger se sono.

– ?Usted representa pues…? -siguio diciendo el director echandose tres terrones de azucar en el vaso de plastico.

– Si, yo soy el abogado de Mitter. ?Convendra usted conmigo en que es importante para el instituto que sea inocente?

Suurna se sobresalto.

– Naturalmente… sin la menor duda, pero…

– ?Si?

– No me entienda mal ahora… pero ?usted que piensa?

– Soy yo, me parece, quien debe hacerle esa pregunta. Hacersela a usted.

El director removio el cafe. Se arreglo la corbata. Miro a traves de la ventana mientras cambiaba de sitio los lapices que estaban en la mesa.

– … Mitter siempre ha sido un leal colaborador, un profesor muy apreciado. Ha estado en el instituto casi tanto tiempo como yo… es una persona muy preparada y… muy independiente. Me resulta dificil pensar… realmente dificil…

– ?Y Eva Ringmar?

Los lapices empezaron a recuperar lentamente su puesto anterior.

– No tengo una opinion muy formada de ella, desgraciadamente… Ha estado con nosotros muy poco tiempo, dos anos, aproximadamente…, pero era por supuesto una pedagoga muy calificada… ?Puedo preguntarle una cosa? ?Que opina Mitter?

– ?Que quiere decir?

El director se retorcio.

– Si, eso. ?Que postura tiene Mitter?

– No culpable.

– Ah, si… claro, no en un arrebato ni nada por el estilo…

– No. Nada por el estilo.

El director asintio.

– ?Y su mision entonces seria pues…?

– Encontrar dos o tres testigos.

– ?Testigos? ?Pero eso es imposible!

– Testigos de caracter, senor Suurna, personas que esten dispuestas a presentarse en el juicio y hablar en favor de Mitter… que le conocen, como persona y como colega, y que pueden dar una imagen positiva de el… y conforme a la verdad, desde luego.

– Entiendo. El hombre tras el nombre.

– Mas o menos…, tal vez algun alumno tambien. Y de buena gana usted, senor Suurna.

– Yo no creo…

– O quien usted proponga… Si me da cuatro o cinco nombres yo puedo elegir.

– ?A quienes preferiria el? ?No seria mas logico que el dijera a quienes prefiere?

– Ese es el problema… -El abogado probo con prudencia el cafe. Era flojo y tenia un ligero sabor a desinfectante. Bendijo su resfriado-… Mitter…, ?como lo diria yo? Tiene como una cuestion de principio no hablar a favor de si mismo. Le repugna… ganar proselitos. Tengo que decir que le comprendo. Sigurdsen y Weiss parece que son los que mas le conocen, pero yo no se…

– ?Weiss y Sigurdsen? Si, creo que es cierto… Yo no tengo nada en contra.

– Con todo, estaria bien que hubiera alguien que no fuera de su intimidad, por asi decir… Los buenos amigos es natural que solo tengan cosas buenas que decir unos de otros. Nadie se espera otra cosa.

– Entiendo.

Ruger cerro los ojos y se echo al coleto el resto del cafe.

– Para ser preciso: quiero pedirle… un colega, uno de sus alumnos… y un…, digamos, un representante de la direccion del instituto… usted mismo o alguien que le parezca a usted indicado.

– Hablare con Eger… es nuestro jefe de estudios. Lo hara sin duda alguna. Respecto a los alumnos, no se. Tengo que pedirle que actue con la maxima discrecion. Tal vez puedan ayudarle Sigurdsen y Weiss si habla usted con ellos.

– Se lo agradezco mucho.

– Debe usted saber que yo estoy… todos nosotros estamos, como es natural…, muy afectados por lo ocurrido. Unos lo han tomado peor que otros y es verdad que los nervios han estado a flor de piel en el claustro. Pero hemos podido seguir trabajando a pesar de todo. Quiero que lo tenga usted en cuenta. Ha sido… y es… un tiempo muy dificil para todos en este centro. Creo de todos modos que hemos conseguido demostrar a los alumnos que no fallamos cuando estamos sometidos a prueba.

– Entiendo, senor Suurna. Soy muy consciente de lo que han tenido que pasar ustedes. ?Cuando le parece

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