veintiseis anos, empleado desde 1973 en el instituto Bunge como catedratico de historia y filosofia, en algun momento durante la madrugada del 5 de octubre del ano en curso, habia asesinado (o matado) a su esposa Eva Maria Ringmar, de treinta y ocho anos, nacida en Leuwen, establecida en Maardam desde 1990, quien trabajaba hasta su muerte como profesora adjunta de ingles y frances en el instituto mencionado, ahogandola en la banera del piso que compartian en la calle Kloisterlaan, 24. El crimen se habia cometido bajo la influencia de bebidas alcoholicas, pero no habia nada, nada, repitio, que indicase que Mitter estuviera tan intoxicado que no pudiera responder de sus actos. Estaba previsto probar lo dicho con la ayuda de una enorme cantidad de pruebas tecnicas, declaraciones de expertos y de testigos, y antes de que todo terminase, tanto los miembros del jurado como todos los demas estarian tan convencidos de la culpabilidad del acusado que la conclusion del tribunal solo podria ser una: culpable. De asesinato.

O, al menos, de homicidio.

Despues hablo Ruger. Se sono la nariz y explico durante una hora y doce minutos que nada de nada habia ocurrido como habia dicho el fiscal, que su cliente no tenia absolutamente nada que ver con la muerte de su esposa, y que esto iba a demostrarse sin dejar lugar a dudas.

Pausa de dos horas para comer. El moscardon abandono el banquillo del jurado y se fue al techo a dormir, pero todos los demas se fueron charlando y manteniendo la compostura. Una de las chicas del graderio se atrevio a saludar a Mitter con la mano y el le hizo un gesto alentador como respuesta.

Le costo diez minutos tomar su plato de pasta en la celda de los Juzgados. Paso el resto de la pausa de la comida acostado en una litera contemplando una mancha del techo, mientras esperaba la sesion de la tarde.

Esa sesion se dedico exclusivamente a las llamadas pruebas tecnicas. Una serie de funcionarios de policia de diferentes clases pasaron por el banquillo de los testigos, entre ellos Van Veeteren… y un medico especializado en autopsias, un forense y alguien llamado Wilkerson. Era tartamudo y se presentaba como docente de toxicologia.

En lo alto de las gradas, las filas se habian vaciado un poco; era de suponer que el director Suurna hubiera recibido informacion de unas cosas y otras. Los periodistas, en cambio, estaban al completo, ligeramente reclinados mientras la digestion seguia su curso. Si alguno se durmio, al menos no hubo ninguno que roncara.

En lo que por lo demas desemboco la tarde, no era facil hacerse una idea clara. Ferrati y Ruger se quitaban la palabra con diferentes argucias, en algun momento intervenia el juez Havel con una correccion o un miembro del jurado hacia una pregunta acerca de la posible presencia de restos de piel en las unas.

En ninguna ocasion tuvo que tomar la palabra el y, cuando la vista se aplazo apenas pasadas las cuatro de la tarde, habia dejado de escuchar hacia rato. Echaba de menos en cambio tres cosas intensamente: soledad, silencio y oscuridad.

Acerca de la cuestion de quien fue quien le quito la vida a Eva Ringmar, todos sabian, en general, tanto como el moscardon.

11

Ruger se presento cuando estaba desayunando.

– Quiero hablar un poco con usted.

– ?Si?

– ?No tiene otra taza?

Mitter llamo al guardia y recibio una taza por la ventanilla.

– ?Ninguna nueva imagen en la memoria?

– No.

– Pues vaya.

Se sento a la mesa. Se apoyo en los codos y soplo el cafe.

– Quiero que… sopese su testimonio.

Mitter masticaba su bocadillo y miro inquisitivamente al abogado.

– ?Que quiere decir?

– Si va a darlo o no.

Mitter guardo silencio. Penso un rato. Quiza no habia nada de lo que sorprenderse, en realidad…

– Como ya le explique -siguio Ruger-, no es en absoluto necesario que el acusado se deje interrogar.

– Usted dijo que no era costumbre que uno…

Ruger asintio.

– Puede ser, pero a pesar de ello quiero pedirle que lo piense. Tal como veo las cosas, me parece que las posibilidades son iguales si no declara.

– ?Por que?

– Porque no puede aportar usted nada. Ni siquiera hablar en su favor. A fin de cuentas no tiene la mas minima prueba de que no fue usted quien la mato en realidad. Lo unico que va a poder decir es que no recuerda, y verdaderamente eso no es una declaracion muy fuerte, como comprendera. No vamos a ganar nada en esa cuestion y es, sin embargo, la cuestion esencial.

Hizo una pausa y tomo un poco de cafe.

– ?Y por lo demas? -dijo Mitter.

– Por lo demas… este cafe es un puro matarratas. No entiendo por que no pueden aprender nunca… bueno, lo que queda por saber es si va a dar una impresion buena o mala al tribunal.

Mitter encendio un cigarrillo y se toco la barba de dos dias. El abogado siguio hablando:

– Porque es de eso de lo que se trata. Nadie va a saber si usted la ahogo realmente, asi que tendran que adivinar. Ferrati va a hacer todo lo posible para que pierda usted los estribos y Havel va a permitir que lo haga. Si Ferrati lo consigue puede estar todo perdido. Es un fiscal muy duro. No es seguro que yo sea capaz de recomponerle a usted despues…

Mitter se encogio de hombros.

– ?No hay que dar motivos?

– En realidad no, pero se acostumbra… hace mejor impresion. Diremos que no tiene usted fuerzas, que las tensiones han sido demasiado grandes. Fuerte presion psiquica, estado de shock, etcetera. Tengo un medico que puede escribir un certificado ahora, esta manana. Van a aceptarlo y no va a perjudicarle, se lo prometo. ?Que le parece?

– ?Que le parece a usted?

Ruger reflexiono. O fingio reflexionar. Indudablemente era un poco raro que llegara corriendo a las siete y media de la manana si no estaba decidido. No queria verle en el banquillo, sencillamente.

– Yo quiero que renuncie -dijo finalmente.

Mitter fue hasta el lavabo y apago el cigarrillo. Se tendio en la cama y cerro los ojos.

– No voy a renunciar, abogado. Eso que se le quite de la cabeza… puede usted irse a casa y lavarse las manos.

Ruger permanecio en silencio un rato antes de contestar.

– Como usted quiera, senor Mitter. Como usted quiera. Aunque piense usted otra cosa, yo voy a hacer todo lo que pueda. Nos vemos en el juicio.

Llamo al guardia y se fue. Mitter no abrio los ojos hasta que la puerta se cerro tras el.

Ferrati ese dia llevaba gafas. Cristales redondos con una montura clara de metal que le hacian parecer un lemur recien despierto. O tal vez un hipnotizador.

– Janek Mattias Mitter… -empezo.

Mitter afirmo con la cabeza.

– ?Quiere hacer el favor de contestar con claridad a las preguntas del fiscal? -intervino el juez Havel.

– No he oido ninguna pregunta -respondio Mitter.

Havel se volvio a Ferrati.

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