– Perdonen.

Van Veeteren aparto a dos periodistas y se metio en la cabina telefonica. Corrio la puerta para no tener que oir los juramentos y las protestas… ?Que se creian? ?No iban a tener preferencia las fuerzas del orden sobre la prensa?

Mientras esperaba respuesta contemplaba la grotesca cara que tenia, los ojos clavados en el desde la pulida superficie que estaba encima del aparato. Pasaron unos segundos antes de que se diera cuenta de que era su propia imagen. Algo no era como de costumbre, evidentemente, y volvieron a pasar unos instantes hasta que entendio de que se trataba.

Sonreia.

Las comisuras de la boca se estiraban en un generoso semicirculo y le conferian una expresion de apacible locura.

Como un gorila macho haciendo muecas, penso con acritud, pero de poco le sirvio. La sonrisa permanecio donde estaba y en lo mas profundo de si mismo empezo tambien a sentir como algo vibraba, una especie de ronroneo sordo, y comprendio que todo ello debia ser una manifestacion de satisfaccion. Una calida y agradecida satisfaccion.

Pocas veces lo habia pasado tan bien; por lo menos desde que el anterior jefe de policia habia atropellado a su mujer en un paso de peatones. La imagen del fiscal Ferrati en bragas de encaje era de una categoria que podia guardar en lo mas profundo de si mismo para sacarla en cualquier momento durante el resto de su vida. Contemplarla y disfrutarla.

Para no hablar de la pura alegria de entrar a ver a Ferrati los lunes por la manana y decirle:

– ?Hola, fiscal! ?Y de que color llevas hoy las bragas?

Era impagable. Mientras estaba alli mirando al gorila macho, penso que su estado se parecia bastante a la felicidad.

Por lo menos medida con sus propias medidas.

Cierto que era breve, pero en cualquier caso existia.

Pero ahora se trataba de Munster. Habia que suspender el partido de badminton de las doce. Pondria la excusa del pie…

– Es este tiempo de los cojones. Noto que no esta bien del todo aun. Lo siento, pero no puede ser.

Munster entendio. No importaba. Jugaria un poco con el aspirante Nelde… el comisario no tenia por que preocuparse.

?Preocuparme?, penso Van Veeteren. ?Por que cono iba a preocuparme yo? ?Quien se cree que es?

Pero luego oriento sus pensamientos a la verdadera razon.

A la razon por la que no tenia ganas de cambiar la sala del juicio por la pista. No todavia.

Mitter.

Ese Mitter de los cojones.

Empezo a vibrarle de nuevo la barriga pero consiguio ponerle fin. Este era un caso que… en fin, habia venido esta manana mas que nada porque no queria empezar con nada nuevo. Tenia un piromano esperando sobre su mesa de despacho, lo sabia, y si habia algo que aborrecia era precisamente a los piromanos.

Habia pensado estar solo un par de horas. Para ver como se las arreglaba este catedratico en el banquillo… en el banquillo y con Ferrati. Un ratito solo hasta que se hiciera la hora del badminton y de la comida.

Y ahora estaba atado. No podia dejarlo. No todavia, lo dicho. No fue la replica de las bragas lo que le retuvo aunque, por pura cortesia, podia haberse quedado varias horas, solo para haber podido asistir a ella. No, no, era otra cosa. Ya antes de la discusion y del aplazamiento se habia dado cuenta de que tenia que quedarse y ver como se desarrollaba todo… no porque creyese que Mitter tenia en realidad alguna oportunidad a la larga, pero es que no se trataba de eso. De que Mitter seria finalmente condenado, de eso estaba convencido.

Pero ?lo habia hecho?

?Habia hundido verdaderamente este profesor medio loco la cabeza de su mujer bajo el agua manteniendola alli el tiempo necesario para que muriera?

?Dos minutos? No, no bastaba… tres, tres minutos y medio.

Van Veeteren dudaba. No le gustaban las dudas.

Y ?estaba Mitter en su sano juicio?

Seguramente lo habia estado en el momento del asesinato.

Pero ?ahora?

?Usted no lleva las bragas… hoy!

?Confieso si me dan un cigarrillo!

Ante el tribunal. Fue grandioso.

Y…, finalmente, para terminar. Si Mitter no habia matado a su esposa, ?quien lo habia hecho?

Se acordo de que Reinhart habia dicho una vez que no habia dos oficios que se parecieran mas que el de profesor y el de actor.

De no ser el de la policia y el de las luchadoras que se exhiben combatiendo en un rectangulo lleno de barro, penso Van Veeteren mientras se abria paso a codazos hacia su sitio en lo alto de las gradas.

13

– ?Puedo pedirle que nos cuente todo lo que recuerde de la tarde y la noche entre el 4 y el 5 de octubre?

Havel habia abierto con una advertencia a todos los implicados. Eran de esperar nuevos aplazamientos y puertas cerradas si no mejoraba la disciplina. Pese a ello, el rumor de las gradas aumento en espera de la respuesta de Mitter.

– ?Por donde quiere usted que empiece?

– Desde el momento en que deja el instituto.

– Muy bien. -Mitter carraspeo-. Termine a las 15:30. Eva solo tenia clase por la manana, asi que no regresamos juntos. Yo tenia el coche… pase por Keen's y compre un poco de vino…

– ?Cuanto vino?

– ?Cuanto? Una caja… doce botellas.

– Gracias. Siga.

– Llegue a casa a eso de las cuatro y media. Eva habia empezado a preparar la comida… un guiso para mas tarde, para cenar. Lo dejo cuando llegue yo, nos tomamos un vaso de vino y nos fumamos un cigarrillo en la terraza. Hacia buen tiempo y estuvimos alli fuera por lo menos una hora.

– ?De que hablaron?

– De nada especial… del instituto, de libros…

– ?No recibieron ninguna visita?

– No.

– ?Llamadas telefonicas?

– Solo Bendiksen.

– ?Quien es Bendiksen?

– Un amigo. Habiamos pensado salir a pescar el domingo. Llamo para concretar algun detalle…

– ?Que detalle?

– No me acuerdo bien. A que hora ibamos a salir, me parece.

– ?No hubo otras llamadas?

– No.

– ?Ni visitas?

– No.

– ?Que usted recuerde?

Ferrati sonrio.

– Eso es… que yo recuerde.

– Bien, asi que estuvieron ustedes en la terraza hasta… ?las cinco y media?

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