– Segun Meusse, que llego diez minutos mas tarde, habia muerto de heridas internas y de hemorragias, provocadas por tres cuchilladas, una de las cuales habia seccionado la aorta… la muerte parece haber sido bastante instantanea, unos segundos como maximo… y Meusse cree que la hora fue en algun momento entre las tres y las tres y media.
– La hora del lobo -comento Van Veeteren.
– ?Como se explica que los periodicos estuvieran alli antes de que llegaramos nosotros? -pregunto Hiller-. ?En esta ocasion? -anadio.
– Soplo del personal -dijo Reinhart-. Uno de los celadores recibio la visita de una chica durante la noche… gacetillera de
– Hum -dijo Hiller-. ?Sigue!
– Rooth y Van Veeteren llegaron al cabo de media hora – continuo Munster-. Con los tecnicos. Lo peinaron todo a fondo, desde luego, pero no habia mucho que descubrir.
– ?No?
– Mas que lo que era evidente, quiero decir. El asesino entra en la habitacion, apunala a la victima… un cuchillo bastante grande… probablemente de dos filos, una especie de arma de caza; hay bastantes modelos en la actualidad. Bueno, y luego el asesino sale por la ventana y se descuelga por la caneria de desague…
– Yo creia que los enfermos estaban encerrados bajo llave -dijo Hiller.
– No hace falta -repuso Rooth-. No con las medicinas tan sofisticadas que hay en nuestros dias… aunque en el primer piso y en el segundo hay rejas. La caneria funciono bien en esta ocasion, pero el proximo que lo intente es de suponer que se mate… tres de los remaches se han aflojado…
– Tenemos que avisar al asesino, no vaya a hacerse dano -comento Reinhart.
– ?Huellas dactilares? -pregunto Hiller.
– Ni la mas minima, tampoco huellas del aterrizaje. Da la casualidad de que hay un pasillo de losas justo en ese sitio…
– ?Podemos fumar? -pregunto Reinhart.
– Ponte junto a la ventana -dijo Hiller.
Reinhart y Rooth se cambiaron de sitio. Reinhart vacio la pipa en una maceta. Van Veeteren le hizo un gesto de aprecio.
– ?Sigue! -dijo Hiller.
Munster cerro de nuevo el cuaderno de notas.
– El personal de noche eran cuatro personas… en la planta veintiseis, esto es…, en las cuatro unidades que hay en ese piso. Lo mismo en el primero y en el segundo.
– La veinticuatro, la veinticinco y la veintiseis -completo Rooth-. A, B, C y D en cada uno… doce unidades en toda la casa. Ocho plazas en cada una, pero algunas estaban vacias. A veces ocurre, cada dos anos o asi, alguien se restablece o se muere y entonces queda una vacante.
– Pero hay bastantes locos en la cola -dijo Reinhart, y prendio la pipa.
– ?Doce cuidadores de noche? -pregunto Hiller.
– Eso es -dijo Munster-. Dos despiertos y dos durmiendo en cada piso. Hemos interrogado a los doce, especialmente a los de la veintiseis, por supuesto… y… bueno, parece bastante claro lo que ha pasado.
– ?De veras? -dijo Hiller dejando al fin de darle vueltas al reloj de pulsera alrededor de la muneca.
– Tardamos un rato en darnos cuenta, desde luego… tambien teniamos que controlarlo con el personal de dia, pero todos parecen de acuerdo… fue una visita que se quedo en la planta.
– ?Que se quedo? -dijo Hiller.
– Si, llego ya a las cinco… la hora de visita es hasta las seis y media. La mujer esta se quedo alli… y se olvidaron de ella.
– ?Una mujer? -pregunto Hiller.
– Si, eso dicen todos -dijo Reinhart exhalando un anillo de humo que lentamente floto en direccion al jefe de Policia-. Aunque claro esta que pudo haber sido un hombre…
– Pero ?que clase de normativa sigue esa gente? -se indigno Hiller ahuyentando el anillo de humo-. ?Tenemos alguna descripcion personal?
– Ocho -dijo Munster-. En lineas generales, coinciden. Una mujer bastante alta con espeso pelo oscuro y gafas… trenca y vaqueros… solo tres hablaron con ella, pero otros cinco la vieron. Entre ellos, un paciente. El paciente esta dispuesto a jurar que era un hombre vestido de mujer… los demas no estan seguros.
– ?Que opinas tu, Van Veeteren? -pregunto Hiller.
– Estoy de acuerdo con el loco -dijo Van Veeteren-. Pero jurar, que lo jure el.
Hiller cruzo las manos sobre la mesa.
– Y esta… persona… ha estado escondida en la casa hasta las… tres, tres y media de la noche… ha asesinado a Mitter y se ha descolgado por la ventana… Resulta un poco… como muy a sangre fria, ?no les parece a ustedes?
– Una sangre fria acojonante -asintio Reinhart.
– Muy fuerte -dijo Rooth-, es como un filme de terror mas que otra cosa.
– El otro paciente -interrumpio Hiller-, el que estaba en la misma habitacion…, ?que dijo?
– Nada -contesto Munster-. Dormia como un tronco, me parece que ni siquiera se desperto cuando le cambiaron de habitacion.
– Hay unas medicinas buenisimas -dijo Rooth.
– ?Os acordais de
Hiller miro el reloj.
– Falta un cuarto de hora -informo.
– ?No puedes hacer esperar un poco a los periodistas? -pregunto Reinhart.
– Si no logramos hacer otras cosas podemos intentar al menos ser puntuales -respondio Hiller mirando de reojo la pipa de Reinhart-. Ademas parece que emiten en directo.
– ?Hay que joderse! -dijo Rooth.
– O. K. -dijo Hiller-. Van Veeteren, ?tenemos alguna pista? ?Con que teoria trabajamos? Me importa un bledo que te duela la cabeza.
Van Veeteren se saco el escarbadientes de la boca, lo partio y lo dejo delante de si en la reluciente mesa.
– ?Quieres saber lo que tienes que decir o lo que yo creo?
– Ambas cosas… tal vez podamos hablar de tus reflexiones privadas despues. Dame algo que echarles ahora…
– Como quieras -dijo Van Veeteren-. Una persona desconocida ha entrado en Majorna y ha apunalado a Janek Mattias Mitter, condenado hace unas semanas por matar a su esposa. Estaba ingresado en Majorna a causa de un desequilibrio mental. No hay nada que indique que ambas muertes tengan relacion entre si.
– Pero ?como cono voy a decir eso! -exclamo Hiller nervioso, secandose la frente.
– Pues entonces di que tienen relacion -propuso Van Veeteren-. A mi me da igual.
Se hizo un silencio durante unos segundos. Solo se oia el resoplar de la pipa de Reinhart y las vueltas del reloj de pulsera del jefe de Policia.
– ?Era Mitter inocente? -pregunto Rooth.
Nadie contesto.
– Asi que es la misma persona la que mato a los dos -siguio Rooth.
Van Veeteren se echo hacia atras y miro al techo.
– Era un tio divertido en realidad -dijo finalmente-. Solo hay una cosa que me sorprende… que no intentara contactar con nosotros antes, si es que se le ocurrio alguna cosa.
– ?Que quieres decir? -dijo Hiller.
– ?Quieres decir que… -dijo Reinhart.
Van Veeteren asintio despacio.
– … que Mitter puso sobre aviso al asesino? -completo Munster-. Y no a nosotros.
Van Veeteren no dijo nada.
– ?Como se puede ser tan endiabladamente estupido? -se pregunto Reinhart.