– Si uno tiene un nombre raro, el correo llega de todos modos… Dalmatinenwinckel, o algo por el estilo…
– ?Que cono has dicho?
– Dalmatinenwinckel. Tuve una novia en una ocasion que se apellidaba asi. Bastaba con el nombre y la ciudad, no hacia falta la direccion de la calle.
– Hiciste bien en no casarte con ella. Aunque supongo que tienes razon. Tenemos que poner a alguien que controle las oficinas de correos.
Bebio un par de tragos y chasqueo la lengua satisfecho.
– ?Como vamos a trabajar? -pregunto Munster.
De pronto se apodero de el otra vez el cansancio. Estaba hundido en el extremo del sofa y el humo le irritaba los ojos. Era mas de la una y media. Si calculaba el tiempo que costaria tomarse las cervezas, llevar al comisario a su casa, llegar a su propio barrio, quitarse la ropa y ducharse, sacaba en limpio que no podria acostarse junto a Synn antes de las tres…
Suspiro. La idea de Synn era ahora bastante mas intensa que la caza del asesino y, pensandolo bien, no dejaba de ser una senal de buena salud…
– Tu te encargas del Bunge -dijo Van Veeteren-. Tu y Reinhart. No podreis empezar antes del lunes, supongo.
Munster asintio agradecido.
– La carta es lo primero, claro. Es posible que nos hayamos equivocado por completo, pero si tenemos suerte… bueno, si alguien se acuerda de algo, entonces sabremos. Entonces lo tendremos, Munster, y entonces todo se resolvera en seguida.
Munster no contesto.
– Aunque no creo que tengamos esa suerte, es un presentimiento. Controla el sistema de correo en todo caso, quien lo reparte, si tienen diferentes casilleros y demas. Te dare un sobre de Majorna, desde luego, aunque no tiene nada especial, desgraciadamente. Es como cualquier otro sobre. Y ten cuidado… es innecesario que demasiada gente sepa lo de la carta.
– ?Cuantos profesores hay? -pregunto Munster.
Van Veeteren hizo una mueca.
– Setenta, me parece. Y reciben media tonelada de correo a la semana, los muy cabrones.
Munster no estaba seguro de si era una exageracion o no.
– ?Y alumnos? -pregunto.
– Setecientos -suspiro Van Veeteren-. Es de suponer que no acostumbren recibir el correo a traves del instituto, pero setecientos alumnos… ?hay que joderse!
– Lei una novela policiaca una vez -dijo Munster-. En ella un alumno empezaba a ejecutar a sus profesores. Llego a matar a nueve antes de que le cogieran.
– Si, si. Yo tenia pensamientos parecidos cuando iba a ese instituto.
– ?Que hacemos luego? ?Controlamos las coartadas?
– Si. Interrogad a los jodidos profesores uno por uno. Dile a Reinhart que no se ande con remilgos con ellos, no se trata de un mal periodo de tiempo. Desde la tarde del jueves hasta la manana del viernes… esta manana. A los que no sean capaces de decir nada habria que meterlos en chirona de todas formas.
– ?Eva Ringmar tambien? ?O basta con lo que tenemos?
– Insistid otra vez, nunca esta de mas. Y, Munster, si encontrais a algunos que hayan tenido la posibilidad de hacerlo las dos veces, no os precipiteis…, a mi me gustaria hablar con ellos.
Levanto la jarra de cerveza y la apuro hasta el fondo.
– Esta buena -constato-. ?Quieres otra?
Munster dijo que no con la cabeza.
– Ah, no… Ya empieza a hacerse tarde. Bueno, Rooth y deBries pueden continuar investigando en Majorna un poco mas, luego deben hacer una ronda con los vecinos… y con Bendiksen, me parece. Tarde o temprano tenemos que descubrir lo que paso con Eva Ringmar.
– Y ?a que piensa dedicarse usted, comisario?
Sin pensarlo, habia vuelto al tratamiento habitual. Van Veeteren se quedo un rato callado.
– En primer lugar voy a dedicarme a los que hacen pelucas. ?Sabias que se puede comprar o alquilar pelo en once sitios diferentes en esta ciudad?
– No tenia la menor idea. Hay que joderse.
– Si. Y luego hay algunos cabos sueltos que pienso atar -continuo diciendo Van Veeteren, dejando la colilla de su purito en la jarra de cerveza-. ?Sabes lo que creo, Munster?
– No.
– Creo que es una historia fea, esta. Una jodida historia fea.
27
Cogio el camino de las landas. Seguro que eso suponia unas horas mas de viaje, pero hoy queria disponer de ese tiempo.
Solo al volante con Julian Bream y Tarrega en los oidos, y el austero paisaje como un escudo y un filtro de realidades demasiado acuciantes; mas o menos asi era como lo habia pensado. Eligio el coche con cierto detenimiento. Un Toyota rojo, casi nuevo, con ventanillas opacas y buenos altavoces delante y detras.
A las ocho ya estaba en camino; era una manana oscura y brumosa que, ciertamente, iria aligerandose conforme avanzase, pero en la que las humedas nubes grises no levantarian del todo. Cuando se paro a comer en el hostal de Moines, aun estaba todo el pueblo envuelto en densos velos de niebla que parecian precipitarse de las landas. Comprendio que era uno de esos dias en los que la luz nunca penetraria. Nunca lo rescataria de la oscuridad.
Comio un guiso de pescado cocinado con mucha cebolla y vino blanco y dejo que sus pensamientos vagasen por el dia anterior y sus magros resultados. Mas de ocho horas habia dedicado a entrevistar a empleados de diferentes tiendas de pelucas, una empresa desesperante y monotona que, desde luego, en virtud de su posicion, podia habersela dejado a otro, pero de la que sin embargo se habia encargado el. Cuando termino y, sentado a su mesa escritorio, se puso a hacer balance, pudo en todo caso constatar que durante la semana pasada ninguno de los once establecimientos habia vendido, alquilado o perdido un postizo que pudiera parecerse al que llevaba el asesino en Majorna la noche del crimen.
Tampoco se lo habia esperado. ?Por que una persona tan inteligente y calculadora, a juzgar por lo visto hasta ahora, como esa iba a actuar con tan poca cabeza? Pero habia que controlarlo y ya estaba hecho.
El encuentro con el forense y los tecnicos tampoco habia supuesto ninguna revelacion. Las observaciones de Meusse se confirmaron hasta en el menor detalle y el llamado analisis de aspiradora resulto tan carente de resultado como si el lugar del crimen hubiera sido, en realidad, un servicio clinico de cirugia en lugar de una planta de un centro de atencion psiquiatrica.
Por la noche, sin embargo, habia recibido una buena noticia aunque no se referia a la investigacion. Justo cuando estaba a punto de irse a la cama, telefoneo Renate para decir que no parecia una idea especialmente buena la de que volvieran a reanudar su relacion. En todo caso no era una cosa urgente.
Todo tiene su tiempo, dijo ella, y por una vez el estuvo completamente de acuerdo. Habian terminado la conversacion en muy buenos terminos y ella incluso le arranco la promesa de ir a visitar a la carcel al hijo perdido en cuanto tuviera tiempo.
El viaje despues de comer fue por las estrechas y sinuosas carreteras de las landas y junto al rio mientras la oscuridad y la niebla se hacian mas profundas y espesas, y entonces aparecio la ilusoria apertura que habia estado esperando. La esencia misma del desplazamiento… cuando el movimiento a traves del paisaje y del tiempo contagia y crea la apariencia de movimiento tambien en otros aspectos. Ideas y pautas y deducciones fluian en su mente con ligereza y facilidad acompanadas por el espacio deshabitado de la guitarra clasica.
Pero la orientacion de esos movimientos crecientes seguia tambien la cada vez mas profunda oscuridad.