– ?Despues de nuestra separacion o antes?
– Las dos cosas, por favor.
– Despues… nada. Antes… cuando nos conocimos solo tenia veintidos anos y era casi virgen… no, en eso tampoco puedo ayudarle, comisario. Quiero decir que no creo que hubiera muchos.
Van Veeteren se encogio de hombros.
– Bueno, pues le agradezco mucho -dijo-. Si se acuerda de algo, por insignificante que sea, que a usted le parezca que puede ser importante, le ruego que se ponga en contacto conmigo.
Le tendio su tarjeta. Berger saco la cartera y la guardo alli. Se puso de pie y Van Veeteren noto que estaba un poco bebido. Ya no parecia el prototipo del exito como antes. A los ojos de Van Veeteren, eso era sin duda una mejora.
Al salir al vestibulo se quedaron un rato de pie mientras Berger estrechaba su mano y trataba de resumir sus sentimientos.
– Espero que le encuentren, comisario -dijo-. Espero que le echen el guante a la bestia que ha hecho esto.
Tambien yo lo espero, penso Van Veeteren, y se subio el cuello del abrigo para defenderse de la humedad nocturna.
29
Pasaban unos minutos de las nueve cuando Munster y Reinhart aparcaron en la calle delante del instituto Bunge. Una plomiza luz de amanecer habia empezado a filtrarse sobre el impresionante edificio; el patio estaba desierto a excepcion de un bedel que iba arrastrando una carreta con sillas rotas. De repente Munster experimento una fuerte sensacion de desagrado. Era dificil imaginar que hubiera setecientas personas alli dentro. Las luces estaban todas encendidas, por lo que se podia ver, pero los amarillentos rectangulos de las ventanas estaban en lo alto y sin senales de vida. Arriba, en torno a las torres y las chimeneas de la escarpada pendiente del tejado, volaban los grajos en vocingleras cascadas.
– Uff -dijo Reinhart-. ?Has estudiado tu aqui?
Munster movio la cabeza negativamente.
– Tampoco yo. Por suerte, porque debe sentirse uno como sepultado bajo una cantera. Un dia y otro dia. ?Pobres diablos!
Permanecieron unos minutos en el coche mientras Reinhart vaciaba la pipa y daban el ultimo toque a la estrategia que iban a seguir. Siempre era una ventaja que el trabajo en comun funcionase.
Luego se encogieron contra el viento y cruzaron apresuradamente el patio.
– ?Has pensado que quizas haya un asesino dando clase ahi dentro ahora mismo? -dijo Reinhart-. ?Sabes que deberiamos hacer?
Munster no contesto.
– Deberiamos coger el megafono y gritar que los tenemos rodeados y que el asesino tiene que salir y entregarse. Piensa la cantidad de tiempo y de trabajo que eso nos ahorraria.
Munster asintio.
– ?Has traido el megafono?
– No.
– Lastima. Entonces tendremos que ocuparnos de Suurna.
El director, Suurna, llevaba un traje oscuro y se notaba que los esperaba. La bandeja del cafe estaba preparada y en la mesa de roble rojizo habia un orden perfecto.
– Buenos dias, director -dijo Munster-. Nosotros ya nos hemos visto antes. Este es mi colega Reinhart.
– Es una historia terrible, esta -dijo Suurna-. Estoy profundamente impresionado. Y preocupado.
Los invito a tomar asiento en las butacas, pero el permanecio de pie.
– He pensado reunir a los alumnos hoy en el aula y decirles algunas cosas, aun no he terminado de prepararlo…, pense que quizas ustedes querrian decir algo. Es que esto es espantoso. ?Extraordinariamente espantoso!
?Extraordinariamente espantoso?, penso Munster. Este tio debe de tener dificultades de expresion.
– Senor director -dijo Reinhart-. Lo que no queremos de ninguna manera es que haga usted nada que tenga lo mas minimo que ver con los asesinatos sin que lo sepamos nosotros de antemano y lo autoricemos. Debe tener claro que la posibilidad de que el asesino este aqui en la casa ahora mismo es muy grande.
Suurna palidecio.
– Vamos a trazar las lineas de accion con usted, ahora, durante una media hora aproximadamente. Damos por sentado que esta usted dispuesto a colaborar…
– Naturalmente, pero ?estan verdaderamente seguros de que…?
– Nuestras conversaciones desde ahora -interrumpio Munster- son rigurosamente confidenciales. No puede usted decir ni una palabra de lo que acordemos. A nadie. ?Tiene algo que objetar?
– No… por supuesto que no, pero…
– La investigacion depende de su silencio -hizo constar Reinhart.
– Tenemos que poder confiar en usted al cien por cien -dijo Munster.
– Y en que usted siga nuestras instrucciones al pie de la letra -remacho Reinhart.
Suurna se sento y pellizco nervioso las bien planchadas rayas del pantalon. Munster penso por un instante preguntarle a que se habia dedicado el jueves por la noche, pero ya lo habian verificado y el director parecia bastante convencido.
– Por supuesto… por supuesto que estoy a su entera disposicion, pero no es posible que… que crean que tiene que ser uno de nuestros… no puedo imaginarmelo…
– Gracias, esta bien -dijo Munster-. ?Puede usted advertir que no nos moleste nadie durante por lo menos treinta minutos, bajo ningun concepto?
– Desde luego.
Suurna se puso de pie, se acerco a la mesa escritorio y apreto un boton. Munster se quito la chaqueta y se remango la camisa.
– ?Hay cafe? -pregunto Reinhart.
No empezaban mal.
– ?Cuantos profesores forman el claustro, senor Suurna? -pregunto Munster.
– ?Quiere usted decir todos?
– Absolutamente todos -repitio Reinhart.
– Depende de como se cuente… tenemos unos cincuenta con contrato fijo… a tiempo completo, mas o menos… y entre quince y veinte a tiempo parcial… algunos con contrato por horas, sobre todo en idiomas raros como swahili, hindi… finlandes…
– Queremos interrogarles a todos manana -dijo Reinhart-. Empezaremos a las nueve de la manana y seguiremos hasta…
– ?Imposible! -exclamo Suurna-. ?Como iba hacerse una cosa asi? Yo no puedo…
– Tiene usted que arreglarlo -dijo Munster-. Queremos una lista de todos los empleados… y queremos verlos manana uno detras de otro. ?Que otras personas hay?
– ?Como?
– Otros que trabajen aqui -dijo Reinhart-. Otras categorias que no se dediquen a la ensenanza.
– ?Ah!… la direccion, claro, yo mismo y Eger, que es el jefe de estudios, las secretarias y el personal de recepcion… el medico y la enfermera… bedeles, asistentes sociales, psicologos, asesores…
– ?Cuantos en total?
– Unos veinte o mas.
– Es decir, alrededor de ochenta y cinco personas -sumo Munster-. Nosotros seremos cuatro, no habra problema. Tendra usted que reservar cuatro habitaciones independientes en las que podamos estar; a ser posible, contiguas.