– ?Y las clases? -intento decir Suurna.
– … Cuatro listas con nombres y horas. Veinte minutos per capita. Una hora para el almuerzo. Si puede usted organizar el almuerzo aqui en la escuela, seria mucho mejor.
– ?Y los alumnos?
– Propongo que les de vacaciones -dijo Reinhart-. Estudio en casa o como quiera usted llamarlo. Resultara dificil dar clase, pero haga usted lo que quiera. Yo propongo, en todo caso, que convoque al personal lo mas pronto posible…
– ?Y de ninguna manera un encuentro con los alumnos en el aula! -dijo Munster-. ?Tiene usted alguna pregunta?
– Tengo que decir… -dijo Suurna.
– Pues bien -dijo Reinhart-. Empezamos a las 09:00 manana por la manana. ?Alguna otra cosa, Munster?
– El correo.
– ?Ah, claro, claro! ?Puede usted describir que rutinas siguen aqui con el correo, senor Suurna?
– ?Rutinas con el correo?
– Si… ?a que hora llega el correo? ?Quien lo recoge? ?Quien lo reparte? Esas cosas…
Suurna cerro los ojos un instante y a Munster se le antojo que pensaba desmayarse. Pequenas gotas de sudor se veian en su frente y las manos se agarraban con fuerza a los brazos de la butaca… como si estuviera sentado en la silla de un dentista o en una montana rusa.
– ?El correo? -repitio Reinhart al cabo de un rato.
– Perdon -dijo Suurna mirando hacia arriba-. A veces me da un poco de vertigo.
?Vertigo sentado?, penso Munster. Suurna se seco la frente y carraspeo.
– Reparten dos veces -contesto al fin-. Por la manana y despues del almuerzo… a la una o una y media. ?Por que lo preguntan?
– No podemos explicarselo por razones tecnicas de la investigacion -dijo Munster.
– Y tenga la bondad de no decir ni una palabra de esto tampoco -anadio Reinhart-. ?Lo recuerda? ?Es absolutamente indispensable!
– Yo… desde luego…
– ?Quien se hace cargo del correo?
– Pues… la senorita Bellevue y los bedeles. Varia. Tratamos de ser todo lo flexibles que podemos en lo que se refiere a las tareas de la seccion administrativa…
– ?Tienen ustedes varios bedeles?
– Dos.
– ?Podria usted enterarse de como funciono el correo el martes de la semana pasada? Quien lo recogio y quien lo repartio.
– ?El de la manana o el de despues de comer?
– Los dos. Queremos hablar con el responsable, si es posible.
Suurna parecia no comprender.
– ?Quiere decir… ahora?
– Exactamente -dijo Reinhart-. Si fuera posible, que vengan los bedeles y la senorita…
– Bellevue.
– Bellevue, eso es. Si hace usted el favor de llamarlos ahora mismo, podemos controlar eso inmediatamente.
– No entiendo por que… -empezo Suurna, pero se callo.
Se levanto y se dirigio al telefono interno que estaba en la mesa escritorio.
– Senorita Bellevue, haga usted el favor de localizar a Matrisen y a Ferger y venga aqui con ellos inmediatamente. Si, usted tambien. ?Y lo mas rapidamente posible, gracias!
Se levanto y miro indeciso a Munster y a Reinhart. Reinhart saco la pipa y empezo a llenarla.
– Quiza tambien quiera usted dejarnos solos un rato -dijo, y sacudio unas briznas de tabaco que cayeron al suelo-. Si nos disculpa utilizaremos su despacho como cuartel general…
– No faltaba mas…
Suurna se abrocho la chaqueta y desaparecio por la puerta.
Munster sonrio. Reinhart prendio la pipa.
30
Rooth se encontro con Bendiksen en la seccion romana del Bano Central. Fue a propuesta de Bendiksen; pasaba siempre un par de horas los lunes por la noche en ese lugar y Rooth no tenia nada que objetar despues de estar otro dia en Majorna.
Bendiksen tenia varias costumbres regulares, al parecer. Como solteron de muchos anos seguia un esquema muy cuadriculado en el que las horas de la semana se mantenian bien repartidas y controladas. Se banaba los lunes, jugaba al bridge los martes y los jueves, asistia a las reuniones de la Asociacion de Historia los miercoles. Los dias de fiesta hacia deporte y se veia con sus amigos, al cine el viernes, al restaurante el sabado. El domingo iba de excursion, hacia la limpieza y terminaba de leer la novela historica que sacaba de la biblioteca donde trabajaba desde hacia dieciseis anos.
Se lo explico a Rooth durante los primeros cinco minutos que pasaron en la sauna.
?Y cuando cagas?, penso Rooth, que tambien era soltero.
– ?Que opinion tenia usted de Eva Ringmar? -pregunto Rooth cuando bajaron a la piscina fria.
– De mujeres no se nada -contesto Bendiksen-, pero se bastante de cultura griega y de helenistica y juego no del todo mal al Culbertson.
– Que bien -dijo Rooth-. ?Cuantas veces estuvo con ella?
– Dificil de decir -dijo Bendiksen-. Tres o cuatro, quiza, pero muy por encima.
– ?Por encima?
– Si, entre el gentio, por asi decir. Nos encontramos por la calle… en la biblioteca una vez. No mas que eso.
– Yo creia que era usted amigo de Mitter.
– Asi es. Nos conocimos en el instituto y nos hemos tratado desde entonces… de vez en cuando.
– ?Como?
– ?Que quiere usted decir?
– ?Que solian hacer?
– A veces tomabamos una cerveza y charlabamos, a veces haciamos otra cosa… Vamos a la sauna seca, inspector.
– ?Que, por ejemplo, senor Bendiksen?
– Llamame Kurt.
Dios me libre, penso Rooth.
– Hicimos algunos viajes juntos… despues del divorcio de Janek, claro. Pescamos bastante… ?que es lo que persigue, en realidad?
La sauna estaba vacia. Vacia y al rojo vivo. Rooth suspiro y se sento en la litera mas baja.
– Nada en especial -contesto-. Estamos buscando a un asesino, simplemente. ?Quien cree usted que apunalo a Mitter?
– El mismo que ahogo a su mujer.
Rooth asintio.
– Nosotros tambien lo pensamos. ?No tiene usted nada que decir que pueda ayudarnos?
Bendiksen se rasco los sobacos.
– Comprenda que yo apenas estuve con el desde que se lio con la senorita Ringmar. Nos vimos junto con otros viejos amigos en Freddy's una noche en el mes de junio. Eramos siete u ocho, asi que no hable mucho con