– No se. Yo me voy siempre de viaje… no creo que ella se quedara aqui. Alguna vez hizo un viaje charter. A Grecia, me parece…, viajar le gustaba.

– ?Su marido… Andreas Berger?

– No, no era el, ella no hablaba nunca de el.

– ?No puede ser el quien escribia las cartas?

– Si, pero no me parece probable…

– El hijo… que murio. ?Hablaba de el?

– Si, pero solo una vez… Ahora se acabo, comisario. Se me empiezan a dormir los dedos. ?Como se siente?

Van Veeteren se sento. Bastante bien. Se movio con cuidado… se inclino hacia delante… a la derecha, a la izquierda. ?Estaba empezando a ceder!

– ?Magnifico! Lastima que no tenga mas remedio que sentarme al volante otra vez. Gracias, senorita Kempf. Si alguna vez cae usted en la carcel, llameme, que yo acudo y la saco de alli.

Ella sonrio y se froto los dedos.

– No sera necesario, comisario. Me escapare yo sola. Tengo una clase dentro de diez minutos, asi que vamos a terminar.

Van Veeteren asintio.

– Solo quiero hacerle una pregunta mas. Veo que tiene usted muy buen juicio, senorita Kempf. Le ruego que lo utilice y mejor que no me conteste si tiene usted dudas.

– Entiendo.

– Pues bien… ?Considera usted posible que durante todo el tiempo que usted tuvo relacion con Eva Ringmar hubiera un hombre en su vida…, un hombre que ella, por alguna razon…, mantuviera en secreto?

Eva Kempf se quito sus gafas ovales. Las levanto hacia la luz y las observo. Les echo el aliento y las limpio con una punta de su tunica roja.

El se dio cuenta de que era un ritual. Una ceremonia mientras sopesaba sus conclusiones. Que despilfarro, penso, es el amor lesbico.

Ella se coloco las gafas y dirigio su mirada a los ojos del comisario. Y luego contesto.

– Si -dijo-. Lo considero posible.

– Gracias -dijo Van Veeteren.

Salio de Gimsen a las tres y empezo a llover en cuanto tomo la carretera nacional 64. Tambien la oscuridad le cayo encima con rapidez, pero no puso musica. Se dedico a sus pensamientos y conjeturas y al monotono ruido de las ruedas de goma sobre la carretera mojada.

Intento evocar una especie de imagen de Eva Ringmar, pero seguia escapandosele… como parece que se escapaba de todos los demas. Se arrepintio de no haber intentado obtener mas de Mitter, pero ya no habia remedio. Tal vez tampoco hubiera sido posible. Mitter lo habia conocido hacia seis meses. Se habia casado con ella a causa de un extrano impulso y seguramente no sabia mas de su vida que lo que, a estas alturas, habia logrado saber Van Veeteren.

Porque era en la historia, en el pasado, donde se escondia el asesino. Ya no cabia albergar la menor duda acerca de ello. Durante una serie de anos habia estado ahi… por lo menos desde el Jueves Santo de 1986, aunque nada contradecia la idea de que todo hubiera empezado incluso antes.

?No es verdad? ?Era asi?

?Que sabia el en realidad? ?Que valor tenian todas esas conjeturas a la hora de la verdad?

Si Eva Ringmar era una figura borrosa, los perfiles del asesino eran aun mas borrosos. La sombra de una sombra.

Van Veeteren lanzo un juramento y mordio un palillo. ?Que es lo que indicaba que andaba por buen camino? ?No seria que viajaba en la oscuridad en mas de un sentido?

?Y cual era el jodido movil?

Escupio las astillas y penso cual era el proximo paso. Habia un par de posibilidades, a cual mas vaga… lo mas seguro, claro, seria poner todas las expectativas en Munster y en Reinhart. Con un poco de suerte podria estrecharse la red en torno al instituto Bunge lo suficiente para que cayera en ella algun pez sospechoso digno de ser examinado con mas detalle.

Si es que ese era el lugar indicado para pescar.

Eso ya se veria. En cualquier caso habia un par de cuestiones que no podian descuidar…, supuso que los interrogatorios empezarian al dia siguiente. Hoy, logicamente, no habrian tenido tiempo mas que de clavar sus garras en Suurna y trazar las lineas a seguir. Miro el reloj y penso que Munster ya debia de haber llegado a casa a esas horas. Se dio cuenta tambien de que el mismo tampoco tenia demasiadas ganas de seguir cuatrocientos kilometros mas esa noche. Una hora mas, tal vez, luego un motel, una conversacion con Munster y una buena cena. Un buen pedazo de carne y una salsa cremosa con ajo no estarian nada mal.

Y un vino rico.

Busco entre las cintas magnetofonicas que estaban a su lado. Encontro a Vaughan-Williams y la introdujo en el magnetofono.

32

Liz Hennan tenia miedo.

Solo despues de haberse duchado larga y minuciosamente y de haber estado despierta media hora en la oscuridad se dio cuenta de que eso era realmente lo que pasaba.

Porque no era algo que le sucediera con mucha frecuencia. Mientras yacia alli con los ojos clavados en el reloj digital que escupia los rojos minutos de la noche, trato de recordar la sensacion.

?Cual habia sido la ultima vez que habia tenido miedo? ?Tanto miedo como ahora?

Tenia que ser hacia mucho tiempo, eso seguro.

Quizas en la adolescencia. Ahora habia alcanzado los treinta y seis anos y si que habia habido ocasiones de tener miedo. Bastantes ocasiones, pero ?no habia sido precisamente esa diversidad lo que la habia formado? ?Lo que la habia curtido y ensenado?

Que la vida no era tan peligrosa. Claro que no era lo que se dice un paseo, pero eso tampoco se lo habia imaginado nunca. Si habia algo que su madre habia logrado grabar en ella, era seguramente eso.

Habia tios y tios. Y a veces uno se equivocaba. Pero siempre habia una salida, eso era lo bueno. Si uno se habia ido abajo o habia tropezado con un hijo de puta, no habia mas que sacudirse la mierda y arriba otra vez. Decirle que se fuera con viento fresco y empezar de nuevo.

Asi era y asi habia sido toda su vida. Buenos ratos y malos ratos. That's life, como solia decir Ron.

El reloj marcaba las 00:24. Le costaba convencerse y tranquilizarse esa noche, lo sentia… lo sentia en el estomago y en los pechos… y en el sexo. Se paso los dedos por el… seco. Seco como una postilla… eso no solia ocurrir estando tan cerca de un tio…

Miedo, pues.

No era de Ron de quien tenia miedo, aunque no querria estar cerca de el si se enteraba de este nuevo. Pero ?por que iba a enterarse de nada? Ella habia tenido mas cuidado que nunca, no le habia dicho una palabra a nadie, ni siquiera a Johanna. No, a decir verdad, a quien echaba de menos en ese momento era a Ron. Deseaba que estuviera acostado detras de ella, bien cerca, rodeandola con un fuerte brazo protector…

Asi debia haber sido. Se habia casado con Ron tres anos antes y no habian sido anos malos. Pero ahora no estaba en casa… durante dieciocho meses mas esta no seria su casa y era un tiempo de espera terriblemente largo. El proximo permiso lo tendria dentro de tres semanas y estaba empenado en que tenia que ir a Hamburgo a ver a ese Heinz de los cojones. En lugar de estar con ella, el muy cabron. ?Que derecho tenia a hacerle reproches si ella se iba con otro tio de vez en cuando?

Si, claro que tenia miedo de lo que Ron hiciera si se enteraba, pero este no era un miedo de ese tipo. Le daria una buena paliza, la echaria de casa una temporada, pero esto era otra cosa. Lo sentia…

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