total a ochenta y tres personas. Siete estaban ausentes, pero Jung hablo con ellos ayer… dos empleados tienen excedencia desde hace tres semanas, yo creo que podemos descartarlos… a la mayor parte de estos individuos los conoci yo mismo durante la investigacion de hace un mes y no podria afirmar que haya sido un reencuentro feliz… para ninguna de las partes.

– A nosotros no nos pagan para que la gente nos quiera -dijo Van Veeteren-. ?Encontrasteis algun asesino?

– No -respondio Munster-. A unos cuantos puedo imaginarmelos metidos en chirona…, pero nadie se desenmascaro…

– ?Ninguna sospecha por leve que sea? -insistio Van Veeteren.

– No por mi parte, en todo caso -dijo Munster.

– Ni por la mia -corroboro Heinemann-. Ni la mas minima sospecha.

Jung y Reinhart movieron la cabeza negativamente.

– Es que no era de esperar tampoco -dijo Reinhart-. ?Cualquier hijoputa puede mantener el tipo cuando hay noventa sujetos!

– Probablemente -dijo Van Veeteren-. Vamos a concentrarnos, pues, en las cuestiones principales, coartadas y duracion del empleo.

– ?Que tiene que ver la duracion del empleo con esto? -pregunto Rooth.

– Yo creo que el asesino lleva en el instituto poco tiempo -contesto Van Veeteren.

– Y eso ?por que?

– Es una corazonada que tengo, nada racional, nada que se sostenga en un juicio. ?Sigamos!

Jung le acerco a Munster los papeles que tenia en las rodillas.

– All right -dijo Munster-, esto va a ser una acrobacia de cifras, pero si podemos eliminar a ochenta y nueve de noventa, luego no habra mas que ir a por el asesino, supongo yo.

– Hablando de que se sostenga en un juicio -dijo Rooth.

– Noventa individuos, es decir, todos, sostienen que son inocentes -empezo Munster.

– ?De veras? -dijo deBries.

– Ochenta y dos dicen tener coartada la noche del jueves, cuando Mitter fue asesinado; los otros ocho se fueron directamente a casa despues de salir del instituto y estuvieron solos toda la tarde y toda la noche.

Van Veeteren volvio a escribir algo.

– De los ochenta y dos hemos controlado a sesenta y uno… y los hemos desechado. De los veintiuno dudosos vamos a poder desechar unos quince. Quedan alrededor de seis que no tienen coartada o que la tienen muy mala. Si contamos bien y creo que asi lo hemos hecho, nos quedan catorce personas… tal vez alguno mas, que han tenido posibilidad…, no es mas que una hipotesis, claro, de asesinar a Mitter.

Munster hizo una pausa. Rooth se levanto y empezo a servir mas cafe de la cafetera… deBries carraspeo… Reinhart se quito la pipa de la boca y se inclino hacia delante. Van Veeteren aparto los restos de un bollo con un lapiz…

– Catorce personas -dijo meditabundo-. ?Tienes una lista de ellos, Munster?

Jung le acerco un papel.

– Si -dijo Munster.

– ?Habeis controlado quienes tienen coartada para el primer asesinato?

– Si -dijo Munster-. Seis de ellos tienen coartada perfecta en lo que se refiere a Eva Ringmar.

– ?Como es que son tantos? -interrumpio deBries-. Debe haber bastado una media hora… tres cuartos, quizas, en mitad de la noche…

– Cuatro de ellos estuvieron juntos en una conferencia a cuarenta kilometros de aqui -contesto Reinhart.

– Los otros dos estaban uno en Paris y otro en Londres -completo Munster.

– Quedan ocho -dijo Van Veeteren-. ?Cuantos son mujeres?

– Cinco -dijo Munster.

– Quedan tres, ?no es asi?

– Si -dijo Munster-. En todo el instituto Bunge solo hay tres hombres que carecen de coartada para ambos asesinatos.

Rooth saco el panuelo del bolsillo, pero se quedo sentado con el en la mano.

– Bien -dijo Van Veeteren-. ?Alguno de ellos ha sido contratado en los ultimos anos?

Munster aguardo tres segundos.

– Ninguno -dijo luego-. El mas joven ha trabajado en el instituto catorce anos.

– ?Maldita sea! -dijo Van Veeteren.

34

– Hay algo que no encaja.

– Bastantes cosas, diria yo -dijo Munster.

Para venir de Munster era, sin duda alguna, una impertinencia, pero Van Veeteren lo dejo pasar. De repente se sintio muy cansado… cansado como un buey a punto de hundirse en un cenagal.

?De donde salian esas imagenes? Algo que habria leido en un libro, seguramente. Miro con desanimo sus notas…, ?que cojones era lo que estaba mal?

?Todo quiza, como acababa de insinuar Munster?

?O solo un detalle?

Munster suspiro y miro el reloj.

– ?Que hacemos ahora? -pregunto-. ?Controlamos las coartadas mas detalladamente?

– No -dijo Van Veeteren-. Claro que podemos reventar una o dos, pero lo que no podemos es seguir jodiendo a los del Bunge…, ordenes expresas. La Asociacion de Padres retendra a los alumnos en casa si aparecemos por alli otra vez. Suurna ha llamado a Hiller diecisiete veces.

– Ya -dijo Munster-. Entonces no se que…

– Vete a buscar a Rooth -dijo Van Veeteren.

Munster se levanto.

– Pero… dejame en paz una media hora antes.

Munster abrio la boca y penso decir algo, pero el comisario giro el sillon y le dio la espalda.

En diecinueve casos estaba seguro. En el veinte…

Debajo de todos los escarbadientes partidos y mordisqueados estaba su agenda y al poco rato fue eso lo que capto su atencion.

Veintiseis dias hasta Nochebuena, calculo.

Diecinueve jovencitas subyugo el teniente…

?Cuantas horas extra tenia a su favor?

La numero veinte le dio un chorro de agua… no, calabazas…

Probablemente bastantes para tomarse vacaciones el resto del ano.

La veintiuna fue su muerte…

?Que estaba haciendo? ?Que era lo que andaba zumbando en su vieja y pesada mollera? ?Pensaba darse por vencido? ?Pensaba…?

No, no valia la pena. Se le habia metido en la cabeza de inmediato; no se iba a librar… mejor era reconocerlo… una tumbona en una terraza en… Casablanca. ?Dentro de unos dias podria estar sentado alli! Un viento suave, un libro y un vaso de vino blanco… ?Por que figurarse que estos pretenciosos juegos de adivinacion servian a un fin determinado?

Aunque ?no deberia…? ?No le debia a Mitter llevar aquello a puerto por lo menos? Y ?cual era la temperatura media del norte de Africa en diciembre? Nada del otro mundo seguramente… vientos frios del Sahara y unas cosas con otras…

?En la veintiuna se equivoco!

?No seria mejor que otro se encargase del caso completamente? ?Australia! ?Eso si! ?Que es lo que habia dicho Caen?

Вы читаете La tosca red
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату