Veinticuatro grados… ?azahar? Australia…
Marco el numero de Hiller.
– Pienso dejar este caso en manos de Munster. Yo estoy atascado.
– ?De ninguna manera! -dijo Hiller.
– Soy viejo y estoy cansado -dijo Van Veeteren.
– No digas sandeces.
– Me duele la espalda.
– Tu trabajo es con la cabeza, no con la espalda. ?Tienes a seis hombres a tus ordenes, joder!
– Pensaba irme a Australia.
Se hizo un silencio.
Van Veeteren reflexiono. Aparto el auricular y volvio a consultar el almanaque.
– ?Estas ahi?
– ?Claro que estoy aqui, cono!
– ?Que dices?
– Vale, pues -suspiro Van Veeteren-. Pero si no he terminado el miercoles te presentare mi dimision. Esta vez va en serio. Manana compro el billete.
Colgo el auricular sin dejarle decir a Hiller la ultima palabra. Repaso de nuevo sus notas. Luego las arranco del cuaderno y las tiro a la papelera.
Seis dias mas, penso.
?No era el veintiuno impune, por cierto?
Rooth se sento en la misma silla que habia dejado media hora antes.
– ?Os dio tiempo a hacer algo mas que Majorna? -pregunto Van Veeteren.
– Bendiksen.
– ?Asesino probable?
– En absoluto.
– ?Recibio alguna carta?
– No.
– ?Sigue!
– La ex esposa. Los hijos. Ninguna carta…
– ?Alguna idea?
– No. La mujer parecia impresionada.
– Descartados como asesinos, supongo. ?Otros?
– Marcus Greijer y Uwe Borgmann.
– Cunado y… ?vecino?
– Asi es. Nada.
– ?Coartadas?
– Buenas.
– ?Cuanto tiempo han vivido en la ciudad?
– Greijer alrededor de diez anos, Borgmann toda su vida.
– Ya. ?Algo mas?
Rooth sacudio negativamente la cabeza. Van Veeteren extrajo un papel del cajon de la mesa.
– Tengo aqui una lista con veintiocho nombres… propuestos por Mitter como posibles asesinos de Eva Ringmar. Creo que hemos investigado a la mayoria, pero no a todos.
Le dio el papel a Rooth.
– Quiero que tu y deBries les echeis un vistazo.
– ?Que es lo que debemos buscar?
– Coartadas, claro. Y su pasado. Los interesantes, los que han vivido menos en la ciudad… ?Usad vuestra fantasia, cono!
Rooth se sono ruidosamente.
– ?Cuando tenemos que estar listos?
Van Veeteren miro el calendario.
– Digamos que el lunes. Pero en caso de que encontreis al asesino antes, teneis permiso de dar noticias.
– Con mucho gusto -dijo Rooth-. ?Buen fin de semana!
Doblo el papel y se lo metio en el bolsillo interior. Al levantarse anadio:
– Le encontraremos seguro. No se preocupe, comisario.
– Esfumate -dijo Van Veeteren.
– ?Y nosotros? -dijo Munster cuando se quedaron solos.
Van Veeteren rompio unas cuantas notas mas mientras reflexionaba.
– Tu y Reinhart podeis hacer lo que os de la gana -dijo finalmente-. El que resuelva el caso se lleva una botella de conac.
– ?De cinco estrellas? -pregunto Munster.
– De cuatro -dijo Van Veeteren-. ?Me permitis un par de consejos?
Munster asintio.
– Dirigios a los que trabajan en el instituto Bunge desde hace menos tiempo. ?Me apuesto a que el asesino esta alli! Pero nada de visitas.
– Tenemos sus nombres -dijo Munster-. Los nombres de los que han sido contratados despues de Eva Ringmar.
– ?Cuantos son?
Munster saco su cuaderno y lo hojeo.
– ?Los hombres?
– Si, solo los hombres, claro.
– Once.
– ?Tantos?
– Si, cambian bastante. Y quiza no sea tan raro, despues de todo.
– ?Cuantos tienen coartada para el primer asesinato?
– ?Solo para el primero?
– Si.
Munster busco en su cuaderno.
– Uno -dijo.
– ?Solo uno?
– Si.
– Quedan diez. ?Hay alguno de ellos en la lista de Mitter?
– Se la diste a Rooth.
Van Veeteren saco otro papel del cajon de la mesa.
– ?Has oido hablar de duplicados, intendente?
Munster cogio la lista y empezo a comparar. Van Veeteren se levanto y se acerco a la ventana. Se quedo de pie con las manos a la espalda mirando la lluvia.
– Dos -dijo Munster-. Tom Weiss y Erich Volker.
– ?Tan reciente es Weiss?
– Si… practicamente llego al mismo tiempo que Eva Ringmar.
– Ah, ?si? Y Erich Volker… ?quien cono es?
– Ensena fisica y quimica -dijo Munster-. Contratado en septiembre del 91.
– Interesante -dijo Van Veeteren-. Si yo estuviera en vuestro caso le apretaria un poco mas… a los otros tambien, desde luego…, y a Weiss. ?Dame la lista de los nuevos!