Se volvio hacia Karsten Jonsson.
– ?Te has fijado en un hombre que ha salido del ascensor justo cuando entrabamos, despues de haber estado contigo en la planta baja? Tenia canas y llevaba gafas. Es el que ataco a tu hermana.
Jonsson puso cara de susto.
– ?Cielos! No, no lo he visto. ?Estas seguro?
– ?No has dicho que te han dicho que salieras de la habitacion porque iban a trasladar a tu hermana? Ha tenido que ser el. ?No lo has visto?
El agente sacudio la cabeza y su rostro se entristecio.
– No, lo siento. El estaba inclinado sobre Rakel. No he sospechado nada. Llevaba bata de medico.
Todos miraron a la figura que habia bajo la sabana. Era una historia terrible.
– Bien, Karsten -concluyo Carl, tendiendo la mano-. Habria preferido volver a encontrarte en mejores circunstancias, pero te agradezco la ayuda.
Se estrecharon la mano.
A Carl se le ocurrio una idea.
– Eh, Assad e Isabel, una pregunta mas. Parece ser que el hombre tenia una cicatriz visible. ?Sabes donde la tenia?
Miro a la enfermera, que estaba al lado sacudiendo la cabeza. Isabel Jonsson estaba ya profundamente dormida. Tendrian que esperar hasta mas tarde.
– Hay tres cosas, o sea, que tenemos que hacer, Carl -informo Assad cuando abandonaron la habitacion-. Hay que ir a todos los sitios, entonces, que Yrsa nos ha senalado. Y tambien, o sea, pensar en lo que nos dijo Klaes Thomasen. ?No te parece? Y luego esta lo de los bolos. Hay que llevar el retrato a todas las boleras, y aparte de eso preguntar a la gente que vive cerca de la casa incendiada.
Carl asintio con la cabeza. Acababa de ver que Rose seguia apoyada en la pared frente a los ascensores. Asi que no habia ido muy lejos.
– ?Estas mal, Rose? -pregunto cuando se acercaron.
Rose alzo los hombros.
– Ha sido duro contarle al chico lo de su madre -susurro en voz baja. A juzgar por las rayas que se extendian desde su rimel corrido hasta las mejillas, se diria que habia llorado de lo lindo.
– Oh, Rose, que pena, entonces -la consolo Assad. La abrazo con cuidado y estuvieron un buen rato en silencio, hasta que Rose retrocedio, se seco la nariz con sus mangas largas y miro a Carl a los ojos.
– Vamos a agarrar a ese cerdo, ?verdad? No voy a ir a casa. Dime que debo hacer y ensenare a ese puto cerdo lo que le espera -se desfogo con los ojos centelleantes.
Rose volvia a estar en forma.
Tras haber dado instrucciones a Rose para concentrarse en las boleras del norte de Selandia y enviarles por fax el retrato y los nombres que podian vincularse al asesino, Carl y Assad fueron al coche y teclearon Ferslev en el GPS.
La jornada laboral habia terminado. El senor y la senora ratas de despacho daban mucha importancia a eso. Pero ellos no pensaban igual.
Al menos, no aquel dia.
Llegaron al lugar del incendio justo cuando el sol iba a desaparecer. Media hora mas y seria de noche.
Habia sido un incendio muy violento. No solo se habia calcinado el edificio principal hasta dejar en pie unicamente los muros exteriores; lo mismo podia decirse del granero y de todo lo que habia a unos treinta o cuarenta metros del edificio principal. Los arboles que se alzaban hacia el cielo parecian totems cubiertos de hollin, y la zona de sembrados cercana a la casa se habia quemado hasta alcanzar los cultivos de invierno del vecino.
No era de extranar que necesitasen los coches de bomberos de Lejre, Roskilde, Skibby y Frederikssund. Podria haberse convertido en una autentica catastrofe.
Rodearon la casa un par de veces, y el chasis calcinado de la furgoneta empotrada en la sala hizo exclamar a Assad que le recordaba a Oriente Proximo.
Carl nunca habia visto nada semejante.
– Aqui no vamos a encontrar nada, Assad. Ha borrado todas las huellas. Vamos a donde el vecino mas cercano, a ver que nos cuenta de ese Mads Christian Fog.
Sono el movil. Era Rose.
– ?Quieres oir lo que he averiguado? -pregunto.
Carl no llego a responder.
– Ballerup, Tarnby, Glostrup, Gladsaxe, Nordvest, Rodovre, Hillerod, Valby, Axeltorv y el Centro Gimnastico de Copenhague, Bryggen en Amager, Stenlose Center, Holb?k, Tastrup, Frederikssund, Roskilde, Helsingor e incluso Allerod, donde vives. Esas son las boleras de la zona en que debia concentrarme. Les he enviado a todas el material por fax, y dentro de dos minutos empezare a telefonear. Os llamare mas tarde. Tranquilos, les apretare bien las clavijas.
Que no les pasara nada a los de las boleras.
La gente de la granja que se encontraba a unos cientos de metros de la pequena propiedad los invito a pasar cuando estaban en medio de la cena. Un despliegue espectacular de patatas, carne de cerdo y otras exquisiteces que seguro que cultivaban en la granja. Personas grandes con grandes sonrisas. Alli no faltaba de nada.
– ?Mads Christian? Pues no, la verdad, hace unos cuantos anos que no veo al vejestorio. Tiene una novia en Suecia, asi que estara alli -informo el hombre de la casa. Uno de esos adictos a las camisas a cuadros.
– Bueno, a veces vemos su horrible furgoneta azul claro pasar por delante -intervino su mujer-. Y el Mercedes, claro. Gano un monton de dinero en Groenlandia, asi que se lo puede permitir. Libre de impuestos, ?eh?
La mujer sonrio. Por lo visto, era experta en cosas libres de impuestos.
Carl se inclino sobre la mesa de madera maciza apoyandose en ambos codos. Si Assad y el no encontraban pronto algun sitio para comer, la caza iba a terminar enseguida. El aroma de la cabezada al horno estaba a punto de hacerle cometer algun desman contra la propiedad ajena.
– Vejestorio, ha dicho. ?Estamos hablando de la misma persona? -pregunto, mientras la boca se le hacia agua-. Mads Christian Fog, ?verdad? Segun nuestras informaciones no puede tener mas de cuarenta y cinco anos.
Marido y mujer rieron al oirlo.
– Joder, sera un sobrino, o algo asi -explico el hombre-. Pero eso lo pueden aclarar ustedes en dos minutos frente al ordenador, ?no?
Hizo un gesto afirmativo.
– Puede que haya prestado la casa a alguien, ya hemos hablado de eso, ?verdad, Mette?
La mujer asintio en silencio.
– Si, solia llegar en la furgoneta, y al poco tiempo volvia a salir en el Mercedes. Despues no veiamos a nadie una buena temporada, y luego llegaba el Mercedes y al poco se iba en la furgoneta.
Sacudio la cabeza.
– Pero Mads Christian Fog esta demasiado viejo para esos trotes, es lo que me digo siempre.
– Nuestro hombre, o sea, es este -anuncio Assad, sacando el dibujo del bolsillo.
El matrimonio miro el retrato sin el menor atisbo de reconocerlo.
No, aquel no era Mads Christian. Andaria cerca de los ochenta, creian, y era un marrano. Este otro parecia hasta guapo y noble.
– Bueno, ?y el incendio? ?Lo vieron? -pregunto Carl.
Sonrieron. Asombrosa reaccion.
– Que quiere que le diga -indico el hombre-. Se veia desde Oro; que digo, incluso desde Nykobing, al otro lado de la bahia.
– Vaya. ?Vieron por casualidad a alguien llegando o saliendo de la casa aquella noche?
Sacudieron la cabeza.
– Que va -dijo el hombre, sonriendo-. Ya estabamos en la cama. No olvide que en el campo nos despertamos temprano. No como los de Copenhague, que no se levantan hasta las seis.