La vieron hablar lentamente. Levantar la mano con cuidado, como para impedir que el joven colgara. Varias veces apreto los labios mirando al techo para no romper a llorar. No se veia bien por la distancia. Muchisimas cosas se estaban derrumbando. Rose acababa de decir al chico que su vida y la de sus hermanos nunca volveria a ser la misma. Carl entendia a la perfeccion contra que luchaba.
Despues Rose abrio la boca y escucho concentrada mientras se secaba los ojos. Su respiracion se hizo mas profunda. Iba formulando las preguntas, dando tiempo al chico para responderlas, y al rato hizo senas a Carl para que se acercara. Tapo el microfono.
– No quiere hablar contigo, solo conmigo. Esta muy, muy agitado. Pero puedes hacerle preguntas.
– Lo habeis hecho muy bien los dos, Rose. ?Le has preguntado lo que te he dicho?
– Si.
– ?Tenemos una descripcion y un nombre?
– Si.
– ?Algo que nos conduzca hasta el secuestrador?
Rose sacudio la cabeza.
Carl se llevo la mano a la frente.
– Entonces no creo que tenga nada que preguntarle. Dale tu numero y dile que llame si se le ocurre algo.
Rose hizo un gesto afirmativo y Carl se retiro.
– De ahi no va a venir mas ayuda -sentencio, apoyandose en la pared-. Esto es muy serio.
– Lo atraparemos, o sea -replico Assad. Pero seguro que temia lo mismo que Carl. No iban a lograrlo antes de que los ninos murieran.
– Disculpadme un momento -indico Rose cuando termino de hablar por telefono.
Miro sin ver frente a si, como si fuera la primera vez que veia el reverso del mundo y no quisiera ver mas.
Estuvo en esa posicion, ausente, un buen rato, con las lagrimas al borde de los ojos, y Carl trato de hacer que el segundero de su reloj se desplazara mas lento a base de fuerza de voluntad.
Rose trago saliva un par de veces.
– Vale, ya estoy lista -hizo saber por fin-. El secuestrador tiene en su poder a dos hermanos de Josef: Samuel, de dieciseis anos, y Magdalena, de doce. Los secuestro el sabado, y sus padres intentaron reunir el dinero del rescate. Isabel Jonsson quiso ayudarlos; Josef ignoraba que relacion tenia con la familia, ella no fue a su casa hasta el lunes. No sabia mas de aquello. Sus padres no contaron gran cosa.
– ?Y el secuestrador?
– La descripcion de Josef coincide con el hombre del dibujo. Tiene mas de cuarenta anos y puede que sea algo mas alto que la media. No tiene un modo de caminar especial, y Josef cree que se tine el pelo y las cejas, y que sabe mucho de cuestiones teologicas.
Rose miro al frente.
– Como agarre a esa bestia… -No dijo mas, pero su rostro era lo bastante expresivo.
– ?Quien cuida de los ninos? -pregunto Carl.
– Alguien de su iglesia.
– ?Como lo ha tomado Josef?
Rose sacudio la mano frente a su rostro. No queria hablar de ello. Al menos por ahora.
– Y luego ha dicho que el hombre desafinaba al cantar -continuo, mientras sus labios oscuros como la noche se ponian a temblar-. Lo habia oido cantar en las reuniones, y no sonaba bien. Conducia una furgoneta. No una de gasoil, ya se lo he preguntado. Al menos ha dicho que no sonaba como un coche a gasoil. Una furgoneta azul claro sin distintivos. No sabia cual era la matricula ni el modelo de coche. Los coches no le interesan gran cosa.
– ?Eso ha sido todo?
– El secuestrador se hacia llamar Lars Sorensen, pero Josef lo llamo por su nombre una vez y no reacciono inmediatamente, asi que el chico cree que no es su verdadero nombre.
Carl apunto el nombre en el cuaderno de notas.
– ?Y la cicatriz?
– Josef no habia reparado en ella -contesto, volviendo a apretar los labios-. Asi que no podia ser muy visible.
– ?Nada mas?
Rose sacudio la cabeza con semblante triste.
– Gracias, Rose. Puedes irte a casa. Hasta manana.
Rose asintio en silencio, pero se quedo quieta. Lo mas probable era que necesitara algo de tiempo para recuperarse.
Carl se volvio hacia Assad.
– El unico apoyo que nos queda esta ahi dentro, Assad.
Entraron sin hacer ruido, mientras Karsten Jonsson hablaba en voz baja con su hermana. Una enfermera tomaba el pulso de Isabel Jonsson. En el monitor su ritmo cardiaco era normal, asi que se habia sosegado.
Carl dirigio la vista a la cama de al lado. Solo una sabana blanca con una figura debajo. No una madre de cinco hijos o una mujer que murio con una gran pena en su interior. Solo una figura bajo la sabana. Una fraccion de segundo en un coche, y ahora yacia alli. Todo habia terminado.
– ?Podemos acercarnos? -pregunto a Karsten Jonsson.
Este asintio con la cabeza.
– Isabel quiere hablar con nosotros, pero tenemos problemas para entender lo que dice. No podemos usar una alfombrilla tactil, asi que la enfermera esta intentando liberar de vendajes los dedos de la mano derecha. Isabel tiene fracturas en ambos antebrazos y en varios dedos, asi que habra que ver si puede asir un lapiz.
Carl miro a la mujer de la cama. Se le veia parte del menton, parecido al de su hermano; por lo demas, era dificil hacerse una idea de que aspecto tenia aquella persona magullada.
– Hola, Isabel Jonsson. Soy el subcomisario Carl Morck, del Departamento Q de la Jefatura de Policia de Copenhague. ?Entiendes lo que te digo?
– Hmmmm -dijo ella, y la enfermera asintio con la cabeza.
– Voy a decirte en pocas palabras por que estoy aqui -anuncio Carl, y le hablo del mensaje en la botella y del resto de secuestros, diciendole que estaba trabajando en ese caso. Todos notaron que los aparatos reflejaban el efecto de sus palabras en ella-. Siento que tengas que oir esto, Isabel. Ya se que estas fatigada, pero es necesario. ?No es cierto que tu y Lisa Karin Krogh estais muy metidas en un caso parecido al del mensaje en la botella del que te he hablado?
La mujer hizo un vago gesto afirmativo, y luego murmuro algo que tuvo que repetir varias veces, hasta que hablo su hermano.
– Creo que dice que la mujer se llama Rakel.
– Es verdad -reconocio Carl-. Habia adoptado otro nombre, que es el que empleaba en su comunidad. Ya lo sabemos.
La figura hizo un leve movimiento afirmativo.
– ?Es cierto que tu y Rakel intentasteis el lunes salvar a dos hijos de Rakel, Samuel y Magdalena, y que por eso tuvisteis el accidente? -pregunto despues.
Vieron que sus labios se estremecian. Volvio a asentir debilmente con la cabeza.
– Vamos a darte un boligrafo, Isabel. Tu hermano podra ayudarte.
La enfermera intento que sus dedos asieran el boligrafo, pero se negaban a obedecer. Miro a Carl y sacudio la cabeza.
– Va a ser dificil -dijo el hermano.
– Dejadme, o sea, a mi -se oyo detras. Era Assad, que dio un paso al frente-. Disculpad. Mi padre tuvo afasia cuando yo tenia diez anos. Una tramposis, y ?zas!, sus palabras desaparecieron. Solo yo entendia lo que decia. Y asi hasta que murio.
Carl arrugo el entrecejo. Entonces Assad no hablaba con su padre por Skype el otro dia.
La enfermera se levanto y cedio su sitio a Assad.
– Perdona, Isabel. Me llamo Assad y soy de Siria, entonces. Soy el ayudante de Carl Morck, y ahora, o sea,