– Vamos a tener que parar en una gasolinera -hizo saber Carl cuando volvieron a estar en el coche patrulla-. Estoy muerto de hambre, ?tu no?
Assad se encogio de hombros.
– No, yo, o sea, como de estos.
Metio la mano en el bolsillo y saco un par de golosinas con marcado aspecto oriental. A juzgar por los dibujos de los envoltorios, datiles e higos eran los ingredientes principales.
– ?Quieres uno? -ofrecio.
Carl dio un suspiro de satisfaccion mientras masticaba sentado tras el volante. Aquello estaba de puta madre.
– ?Que crees que habra pasado con el que vivia ahi? -pregunto Assad, senalando los restos del incendio-. Para mi que nada bueno.
Carl hizo un gesto afirmativo y trago.
– Creo que habra que mandar a un monton de gente a investigar -replico-. Si buscan bien, pienso que encontraran el esqueleto de un tio que habria tenido ochenta anos si hubiera estado vivo.
Assad puso los pies sobre el salpicadero.
– Justo lo que pienso yo -corroboro. Luego continuo-. Y ahora ?que, Carl?
– No se. Tendremos que llamar a Klaes Thomasen y preguntarle si hablo con los del club de remo y con el guardabosque de Nordskoven. Y despues quiza llamar a Karsten Jonsson y pedirle que averigue si algun radar ha pillado un Mercedes oscuro. Como pillaron el de Isabel y Rakel.
Assad asintio en silencio.
– Pero, a lo mejor, encuentran el Mercedes por la matricula. A lo mejor tenemos suerte, aunque Isabel Jonsson no estaba segura del todo.
Carl puso el coche en marcha. Dudaba que fuera a ser tan facil.
Entonces sono el movil.
?No podia haber llamado medio minuto antes?, penso, dejando el cambio en punto muerto.
Era Rose, y estaba muy animada.
– He llamado a todas las boleras, y nadie conocia al hombre cuyo retrato hemos enviado.
– ?Mierda! -solto Carl.
– ?Que pasa? -pregunto Assad, bajando los pies del salpicadero.
– Pero eso no es todo, Carl -continuo Rose-. Por supuesto, no habia nadie con ninguno de esos nombres, aparte de Lars Sorensen, de los que habia unos cuantos.
– Ya me lo imaginaba.
– Pero he hablado con un tipo listo de Roskilde. Era nuevo alli y ha llamado a uno de los veteranos, que estaba tomandose un trago. Tienen un campeonato esta noche. Creia que el del dibujo podria parecerse a varios de los que conocia; pero se habia fijado en otra cosa.
– No me digas. ?Y era…?
Joder con la tia, era especialista en alargar las cosas.
– Mads Christian Fog, Lars Sorensen, Mikkel Laust, Freddy Brink y Birger Sloth. Casi se muere de la risa al oir los nombres.
– ?Por que?
– Pues porque no conocia a esas personas, pero dice que en su equipo, que va a jugar esta noche, habia un Lars, un Mikkel y un Birger. De hecho, Lars era el. Y unos anos antes hubo tambien un Freddy que jugaba en otra bolera, pero se hizo viejo. No habia ningun Mads Christian, pero bueno. ?Crees que puede valer para algo?
Carl dejo media golosina de datil en el salpicadero. Estaba muy alerta. No seria la primera vez que un criminal se inspiraba en nombres de sus conocidos. Nombres dichos al reves, una K que se convertia en C, mezclar nombres con apellidos. Seguro que los psicologos podian explicar las razones profundas, pero para Carl era por falta de imaginacion.
– Despues le he preguntado si conocia a alguien que llevaba una bolita con un numero 1 pintado, y ha vuelto a reir. Dice que todos los de su equipo la tenian. Por lo visto llevan la tira de anos jugando juntos, y van a muchos sitios.
Carl se quedo mirando el cono de luz de su coche. La coincidencia de nombres, y ahora lo de la bola de bolera.
Dirigio la vista hacia el GPS. ?Cuanto habria hasta Roskilde? ?Treinta y cinco kilometros?
– ?Crees que puede valer de algo, Carl? Ese Mads Christian no estaba entre los que nombro.
– No, Rose. Pero ese nombre esta sacado de otra parte, y ya sabemos quien es. Pero si, ostras. Por supuesto que creo que puede valer. Joder, Rose, ya lo creo que puede valer. Dame la direccion de esa bolera.
Escucho a Rose pasar hojas en segundo plano, mientras el apuntaba al GPS para que Assad estuviera preparado.
– Si -concluyo-. Muy bien, Rose. Si, te llamare luego.
Se volvio hacia Assad.
– Kobenhavnsvej, 51, en Roskilde -informo, apretando el acelerador-. Venga, Assad, escribelo a toda pastilla.
Capitulo 43
Piensalo bien, se dijo varias veces. Haz lo adecuado. Nada de prisas para luego arrepentirte.
Rodo en silencio por la calle a lo largo de las villas. Devolvio el saludo con la cabeza a las personas que lo saludaban y entro en el camino de acceso con los hombros abrumados por la sensacion de catastrofe.
Estaba al descubierto. Los ojos avispados de las aves rapaces podian seguir sus movimientos a distancia. Lo del Hospital Central no podia haber salido peor.
Miro al columpio, que colgaba flojo de sus cuerdas. No hacia tres semanas que lo habia instalado en el abedul. La idea de un verano en el que columpiarian al nino habia saltado hecha trizas. Recogio del arenero una palita roja de plastico y sintio que la tristeza lo embargaba. Era un sentimiento que no habia tenido desde nino.
Tomo asiento en el banco del jardin y cerro los ojos. Unos meses antes olia a rosas y a la presencia de una mujer.
Todavia podia sentir la alegria apacible al sentir los brazos del nino en torno a su cuello, su pausada respiracion junto a su mejilla.
No sigas, se dijo, meneando la cabeza. Aquello pertenecia al pasado. Igual que todo lo demas.
Que su vida se hubiera convertido en lo que era se debia a sus padres. A sus padres y a su padrastro. Pero, desde entonces, se habia vengado en repetidas ocasiones. ?Cuantas veces habia actuado contra hombres y mujeres como aquellas tres personas? ?De que se arrepentia, entonces?
No, toda lucha exige victimas. Tambien el tendria que acostumbrarse a las suyas.
Arrojo al suelo la palita de plastico y se levanto. Habia mas mujeres en el mundo. Benjamin iba a tener una buena madre. Si juntaba todos sus activos y los vendia, los dos podrian vivir bien en alguna parte hasta que llegara la hora en que pudiera continuar con su mision y volver a ganar dinero.
Pero ahora debia adaptarse a la realidad.
Isabel estaba viva y se recuperaria. Su hermano era policia y estaba en el hospital cuando el llego. Era la mayor amenaza. Conocia a aquellas personas. Querrian llevar a cabo su propia mision, que consistia en encontrarlo, pero no iban a conseguirlo, ya se encargaria el de ello.
La enfermera a la que golpeo no se olvidaria de el. Cada vez que en lo sucesivo tuviera delante a una persona desconocida y de mirada extrana, se replegaria. La conmocion del golpe en la garganta iba a ser imborrable. Su confianza en los demas habia sufrido un duro golpe. El seria la ultima persona en el mundo a la que olvidaria, como la secretaria, quien tambien lo recordaria. Pero a aquellas dos no las temia para nada.
A fin de cuentas, no tenian ni idea de cual era su aspecto real.