Capitulo 44
Habia visto la luz del amanecer filtrarse tres veces entre las cajas de mudanza, y sabia que no la veria mas.
Antes lloraba de vez en cuando, pero ya no podia. No le quedaban fuerzas ni para eso.
Cuando trataba de abrir la boca los labios se negaban a separarse. Tenia la lengua pegada al paladar. Podian haber pasado veinticuatro horas desde la ultima vez que pudo reunir saliva suficiente para despues tragarla.
La idea de la muerte se le antojaba una liberacion. Dormir eternamente, que cesara aquel dolor. Que cesara aquella soledad.
«Deja que se pronuncie sobre la vida quien esta ante la muerte; quien sabe que va a ocurrir enseguida; quien ve como se le echa encima el momento en que todo se desvanece», dijo una vez su marido con aire burlon, citando a su padre.
?Su marido! El, que nunca habia vivido, ?como se atrevia a poner en entredicho aquellas palabras? Quiza ella muriera al instante, asi le parecia, pero al menos habia vivido. Ya lo creo que habia vivido.
?O no?
Trato de recordar cuando, pero todo se confundia. Los anos se le hacian semanas, y recuerdos dispersos daban saltos en el tiempo y en el espacio para fundirse en constelaciones imposibles.
Primero morira mi cabeza, ahora ya lo se, penso.
Ya no notaba su propia respiracion. Era tan superficial que ni siquiera notaba el temblor de las fosas nasales. Lo unico que temblaba eran los dedos de su mano libre. Aquellos dedos que en dias previos habian aranado el carton de la caja superior hasta abrir un agujero y dar con algo metalico. Paso cierto tiempo pensando que podria ser. Pero no se le ocurria nada.
Sus dedos volvieron a temblar. Como si aquellos movimientos fueran guiados por hilos directamente unidos a Dios. Temblaban y se entrechocaban levemente como alas de mariposa.
?Quieres algo de mi, Dios?, pregunto. ?Es este nuestro primer contacto antes de que me lleves contigo?
Sonrio en su interior. Jamas habia estado tan cerca de Dios como entonces. Ni tan cerca de nada, en general. Y no se sentia asustada ni sola, tan solo cansada. Casi ni sentia ya el peso de las cajas. Solo aquel cansancio.
De pronto sintio un dolor en el pecho. Una punzada tan asombrosamente dolorosa que abrio los ojos con furia en la oscuridad. Se acabo el dia: mi ultimo dia, penso en una fraccion de segundo.
Por un momento oyo que gemia, mientras los musculos del pecho se le contraian en torno al corazon. Noto que sus dedos se estiraban por los espasmos y que los musculos de su rostro se ponian rigidos.
Ay, que dolor. Dios mio, dejame morir, rogo una y otra vez hasta que los espasmos de muerte se detuvieron por completo provocando una punzada casi mas dolorosa que cuando empezaron.
Durante los siguientes segundos estuvo segura de que su corazon habia dejado de latir. De hecho, espero que la oscuridad llegara de una vez por todas y se la tragara. Luego sus labios boquearon convulsos buscando su ultima inspiracion con un grito sofocado. Y aquel grito sofocado se instalo en el punto de su interior donde se guardaban los ultimos restos de su instinto de conservacion.
Noto el pulso en la sien. Lo noto en su pantorrilla. Su cuerpo estaba demasiado fuerte para rendirse. Dios no habia terminado de ponerla a prueba.
Y el miedo ante el proximo movimiento de el la llevo a rezar. Una oracion breve para pedir que no le doliera y que sucediera pronto.
Oyo que su marido abria la puerta y la llamaba por su nombre, pero hacia mucho que no podia articular palabra. Ademas, ?de que iba a servirle?
Noto que sus dedos indice y medio se enderezaban y temblaban. Sintio que se metian por el agujero de la caja de encima, que la punta de sus unas tocaba aquel objeto metalico que habia notado antes. Todavia pulido e irreal, hasta que con una convulsion, que hizo que sus dedos se alargaran y se pusieran rigidos, percibio de pronto que en la fria superficie pulida sobresalia una pequena uve.
Estuvo un rato tratando de pensar con racionalidad. Trato de diferenciar las cosas para que los impulsos nerviosos del intestino, que se habian detenido, de las celulas que pedian agua a gritos, de la piel que habia dejado de sentir, no nublaran la imagen que intuia que debia comprender. La imagen de un objeto metalico con una pequena uve.
Sintio una ligera modorra. Otra vez aquella nada que seguia creciendo en su cerebro. Aquel vacio que le venia a intervalos cada vez mas cortos.
Luego llegaron las imagenes, impetuosas. Imagenes de objetos pulidos, el boton del menu de su movil, la esfera de su reloj, el espejo del cajon del bano, saltaron y se pusieron a jugar a las cuatro esquinas. Todas las cosas pulidas que habia registrado en su vida luchaban por ocupar un lugar en su mente donde pudieran ser reconocidas. Y de pronto lo vio. El objeto que ella nunca habia usado, pero que los hombres solian sacar orgullosos del bolsillo cuando era nina. Tambien su marido habia quedado prendado de aquel simbolo de clase en un tiempo pasado, y ahora estaba alli, el mechero Ronson con una uve, abandonado en el fondo de una caja, tal vez con la unica finalidad de ayudarla. De ayudarla a generar ideas, incluso a encontrar una salida definitiva a lo poco que le quedaba de vida.
Si pudiera asirlo y encenderlo todo terminaria pronto, penso. Y todo lo que es suyo desaparecera conmigo.
En algun lugar de su interior sonrio. La idea era extranamente vivificante. Si todo ardia, al menos habria dejado un rastro. Habria ocasionado una perdida en la vida de el de la que nunca podria librarse. Perderia aquello por lo que habia cometido sus crimenes.
Que ironia.
Conteniendo la respiracion, siguio aranando el carton, y se dio cuenta de lo duro que podia ser algo asi. Durisimo. Iba pelando pedacitos poco a poco. Como una avispa aranando la superficie de su mesa de jardin. Se imaginaba el polvo de papel deslizandose por su cara. Particulas del tamano de una cabeza de alfiler que, vistas en conjunto, si sus dedos lo conseguian, esperaba que pudieran hacer que el encendedor se deslizara por el agujero y, si tenia suerte, cayera en su mano.
Al final, cuando el agujero fue lo bastante grande para que el mechero se moviera un par de milimetros, ya no pudo mas.
Cerro los ojos y por un instante vio ante si a Benjamin. Mayor que ahora, agil y sabiendo hablar. Un chico guapo que corria hacia ella. Con un buen balon de cuero y mirada traviesa. Como le habria gustado vivir algo asi. Su primera frase bien dicha. Su primer dia de escuela. La primera vez que la mirase a los ojos y le dijese que era la mejor madre del mundo.
Tal vez notara la emocion en forma de una leve humedad en el rabillo del ojo, pero estaba alli. La emocion por Benjamin. El chico que iba a vivir sin ella.
Benjamin, que iba a vivir con… el.
?NO!, gritaba su interior, pero ?de que valia?
No obstante, la idea volvia sin parar. Cada vez con mayor intensidad. El iba a vivir con Benjamin, y era lo ultimo en que iba a pensar ella antes de que su corazon se detuviera al fin.
Sus dedos volvieron a estremecerse, y la una de su dedo medio agarro un jiron de carton bajo el mechero, y estuvo aranando con aquel dedo hasta que la una se rompio. Se habia quedado sin su unica herramienta. Y se amodorro luchando por hacerse a la idea.
Oyo los gritos de la calle al mismo tiempo que volvia a sonar el movil en su bolsillo trasero. Se oia mas debil ahora. Pronto se agotaria la bateria. Conocia los sintomas.
Era la voz de Kenneth. Tal vez estuviera su marido en casa. Tal vez abriera la puerta. Tal vez se oliera algo Kenneth. Tal vez…
Sus dedos se movieron una pizca. Era el unico contacto que podia establecer.
Pero la puerta de entrada no se abrio. No hubo ninguna pelea. Lo unico que registro fue el movil sonando, el sonido cada vez mas debil, y el mechero que lentamente se deslizaba y caia en su mano.
Se quedo basculando sobre su pulgar. Un movimiento equivocado y resbalaria por su brazo, para desaparecer en la penumbra que tenia debajo.