Parecia alcanzado de lleno. Muy extrano, aunque Carl no tenia ninguna sospecha sobre el. ?Por que habia estado tan amable al hablar con Rose si no tenia la conciencia limpia? No, aquello no tenia ninguna logica.

– ?Sospechoso? No. Solo quiero hacerte unas preguntas, ?te importa?

El tipo miro la hora.

– Pues, en realidad, si. Jugamos dentro de veinte minutos, ?sabe?, y solemos cargar las pilas juntos. ?No puede esperar hasta despues? Aunque si que me gustaria saber de que se trata.

– Lo siento. ?Me acompanas a la mesa de jueces?

El hombre miro desconcertado a Carl, pero asintio con la cabeza.

Los jueces mostraron la misma expresion, pero cuando Carl saco su placa de policia se volvieron mas razonables.

Volvian a la pared del fondo pasando por una hilera de mesas cuando se oyo un aviso por los altavoces.

«Van a efectuarse cambios en el orden de los equipos por razones practicas», dijo uno de los jueces, y dio el nombre de los nuevos equipos que debian empezar en su lugar.

Carl miro al bar, donde cinco pares de ojos los observaban con rostros serios, extranados; tras ellos estaba Assad, sin quitar la vista de encima a las nucas de las cinco personas, alerta como una hiena.

Uno de aquellos cinco hombres era el que buscaban, Carl estaba seguro de eso. Mientras esos hombres estuvieran alli, los ninos estarian a salvo. Si es que aun vivian.

– ?Conoces bien a tus jugadores? Tengo entendido que eres el capitan del equipo.

El hombre asintio en silencio y respondio sin mirar a Carl.

– Llevamos juntos desde antes de que se abriera la bolera. Entonces jugabamos en Rodovre, pero esto nos cae mas cerca. En aquellos tiempos habia otro par mas en el equipo, pero los que viviamos en las cercanias de Roskilde decidimos seguir aqui. Y si, los conozco muy bien. Sobre todo el Colmena, el que lleva un reloj de oro. Es mi hermano Jonas.

A Carl le parecio que estaba nervioso. ?Sabria algo?

– Colmena y Crisalida, vaya nombres raros, ?no? -se extrano Carl. Tal vez algo de distraccion aligerase la atmosfera opresiva. Era preciso conseguir que el hombre empezara a hablar lo antes posible.

Lars Brande sonrio con cierta ironia; asi que funciono.

– Ya, pero es que Jonas y yo somos apicultores, o sea que de todas formas no es tan extrano -objeto-. Todos los del equipo tenemos motes. Ya sabe como son estas cosas.

Carl hizo un gesto afirmativo, aunque no lo sabia.

– He reparado en que sois todos tipos grandes. ?Sois tal vez de la misma familia?

En tal caso, se cubririan las espaldas unos a otros a toda costa.

El hombre volvio a sonreir.

– Que va. Solo Jonas y yo. Pero si que es verdad que todos somos algo mas altos que la media. Unos brazos largos dan un buen impulso, ?sabe? -comento, riendo-. No, de hecho es pura casualidad. No es algo en lo que pensemos a diario.

– Dentro de poco voy a pediros el numero de registro civil, pero antes quiero preguntarte algo: ?sabes si alguno de vosotros esta fichado?

El hombre parecio asustarse bastante. Quiza se habia dado cuenta por fin de que aquello iba en serio.

Respiro hondo.

– No hablamos de esas cosas -se defendio. Era evidente que no era cierto del todo.

– ?Puedes decirme cuantos de vosotros conducis un Mercedes?

Sacudio la cabeza.

– Jonas y yo, no. Lo que conducen los demas tendra que preguntarselo a ellos.

?Estaba encubriendo a alguien?

– Supongo que sabras que coches teneis. ?No vais a menudo por ahi de torneo?

Asintio con la cabeza.

– Si, pero siempre quedamos aqui. Algunos de nosotros guardamos nuestras cosas en las taquillas de arriba, y Jonas y yo tenemos una furgoneta Volkswagen en la que entramos los seis. Sale mas barato cuando pagas a escote.

Las respuestas eran naturales, pero el hombre parecia reaccionar con excesiva humildad.

– ?Quienes son los demas del grupo? ?Me los puedes senalar?

Despues rectifico.

– No, espera. Cuentame primero de donde habeis sacado los llaveros con bolas que teneis. ?Hay muchos asi? ?Son de los que pueden comprarse en todas las boleras?

El hombre sacudio la cabeza.

– Estos, no. En los nuestros hay un numero 1, de lo buenos que somos -comento con una sonrisa torcida-. No suelen llevar nada escrito, o si no aparece el numero correspondiente al tamano de bola que utilizas. Nunca el 1, porque no existen bolas tan pequenas. No, estas las compro uno del equipo en Tailandia hace tiempo.

Saco su llavero y enseno la bola. Pequena, oscura y gastada. Nada especial, aparte del numero 1 grabado.

– Estas las tenemos nosotros y un par de los del viejo equipo -continuo-. Creo que compro diez en total.

– ?Quien?

– Svend. El de la chaqueta azul. El que esta mascando chicle y parece un comerciante de articulos para caballero. Creo que en el pasado lo fue.

Carl observo con detalle al hombre. Al igual que los demas, no quitaba ojo de lo que se traia entre manos su companero con el policia.

– Vale. Estando en el mismo equipo, ?soleis entrenaros todos juntos?

Podria ser util saber si alguno de ellos faltaba con regularidad, penso.

– Jonas y yo nos entrenamos juntos, pero a veces tambien se anima alguno de los otros. Por pasarlo bien, mas que nada. En los viejos tiempos lo haciamos casi a diario, pero ya no -explico, sonriendo otra vez-. Si, aparte de un par de nosotros que nos entrenamos antes de un campeonato, de hecho ya no nos entrenamos tanto. Tal vez debieramos, pero que diablos. Si conseguimos doscientos cincuenta puntos casi todas las veces, es que no hay problemas.

– ?Sabes si alguno de vosotros tiene alguna cicatriz visible?

El hombre se encogio de hombros. Tendrian que comprobarlo uno por uno despues.

– ?Crees que podemos sentarnos ahi? -pregunto, senalando la parte del restaurante donde habia varias mesas puestas con mantel blanco.

– No creo que haya problema.

– Entonces, me sentare ahi. ?Te importa decirle a tu hermano que venga?

Era evidente que Jonas Brande estaba desconcertado. ?De que se trataba? ?Por que era aquello tan importante que habian tenido que cambiar el programa del torneo?

Carl no respondio.

– ?Donde estabas ayer por la tarde entre las 15.15 y las 15.45? ?Puedes dar cuenta de ello?

Carl observo su rostro. Varonil. Unos cuarenta y cinco anos. ?Podria ser el que vieron fuera del ascensor en el Hospital Central? ?El del retrato?

Jonas Brande se inclino un poco hacia delante.

– ?Entre las 15.15 y las 15.45, dice? Creo que no lo se con exactitud.

– Vaya. A pesar del reloj tan chulo que tienes, Jonas. ?A lo mejor no lo consultas a menudo?

El hombre se echo a reir de pronto.

– Si, claro que lo consulto. Pero no lo llevo puesto cuando estoy trabajando. Uno de estos vale treinta y cinco mil coronas. Lo herede de nuestro padre.

– O sea que ?estabas trabajando entre las 15.15 y las 15.45, dices?

– Si, seguro que estaba trabajando.

– Y ?como es que no sabes donde estabas?

– Bueno, no se si estaba en el taller reparando colmenas, o si estaba en el granero cambiando la rueda dentada de nuestra centrifugadora.

No parecia el mas listo de los hermanos. ?O tal vez si?

– ?Vendeis mucha miel en negro?

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