– ?Me puedes ensenar algun documento de identidad? ?Donde aparezca el numero de registro civil?

El hombre no respondio. Saco del bolsillo una de esas carteritas que solo contienen tarjetas de plastico. Lars Bjorn, el de Jefatura, tenia una asi. Un simbolo de su estatus, lo mas seguro, vete a saber.

Carl escribio el numero de registro. Cuarenta y cuatro anos. Coincidia con su hipotesis.

– Oye, dime otra vez: ?como se llamaba tu empresa?

– 773 PB 55. ?Por que?

Carl se alzo de hombros. Si hubiera sido el quien hubiera inventado de la nada un nombre tan demencial como aquel, no se habria acordado pasados dos minutos. Asi que seria verdad.

– Una ultima cosa. ?Que has hecho hoy entre las tres y las cuatro?

El hombre se puso a pensar.

– Entre las tres y las cuatro. Estaba en el peluquero de Allehelgensgade. Tengo una reunion importante manana y debo estar presentable.

El tipo deslizo los dedos por una de sus sienes para ilustrarlo. Si, parecia recien cortado. Pero tendrian que comprobarlo en la peluqueria cuando terminasen alli.

– Rene Henriksen, haz el favor de sentarte ahi, junto a la mesa blanca de la esquina, ?vale? Puede que hablemos contigo despues.

El tipo hizo un gesto afirmativo y dijo que lo ayudaria con sumo gusto.

Era lo que decian casi todos al hablar con la Policia.

Despues indico a Assad, con un gesto, que le enviara al hombre de la chaqueta azul. No habia tiempo que perder.

No parecia para nada que aquel hombre tuviera una pension de invalidez. Sus hombros llenaban la chaqueta, y no era por las reminiscencias de las hombreras de los anos ochenta. Tenia un semblante notable, sus mandibulas se acentuaban cada vez que mascaba su chicle. Cabeza ancha. Cejas pobladas, casi juntas. Pelo al rape y un caminar algo encorvado. Un hombre que seguro que tenia mas recursos de los que aparentaba.

Olia bien, un olor neutro. Su mirada era algo vacilante, con grandes ojeras que hacian que la distancia entre los ojos pareciera menor de lo que era en realidad.

Desde luego, un perfil y un aspecto que merecian una investigacion mas detallada.

El tipo saludo con la cabeza a Rene Henriksen cuando se sento.

A primera vista parecia un saludo cordial.

Capitulo 46

Descubrio bastante pronto en la vida que podia controlar sus sentimientos hasta hacerlos invisibles.

Su vida en casa del pastor acelero el proceso. Alli no se vivia a la luz del Senor, sino a su sombra, y los sentimientos se interpretaban mal casi siempre. La alegria se confundia con la superficialidad, y la ira con la mala voluntad y la obstinacion. Y cada vez que era mal interpretado lo castigaban. Por eso se guardaba para si los sentimientos. Era lo mejor.

Despues le vino muy bien. Cuando las injusticias lo arrastraban al desanimo, cuando llegaban las decepciones.

Por eso nadie sabia lo que ocurria en su interior.

Eso lo habia salvado hoy.

Habia sido una conmocion ver aparecer a los dos policias. Un susto de aqui te espero. Pero no lo dejo traslucir.

Se dio cuenta al entrar en la recepcion de la bolera. Eran sin duda los dos hombres que estaban hablando con el hermano de Isabel en la planta baja del Hospital Central por la tarde, cuando el tenia prisa por largarse. Aquella pareja dispar no era tan facil de olvidar.

La cuestion era si lo habrian reconocido.

No lo creia. Si fuera asi, sus preguntas habrian sido mucho mas impertinentes de lo que fueron. El policia habria podido mirarlo de una manera muy diferente a como lo hizo.

Miro alrededor. Habia dos vias de salida si las cosas se ponian feas. Bajar a la sala de maquinas, salir por la puerta de atras y subir por la escalera de incendios junto a la ridicula silla sin patas que alguien habia colocado alli para advertir que por alli no se podia salir. O bien podia tomar el camino que pasaba junto al otro policia. Los servicios estaban entre la recepcion y la salida, asi que nada mas natural que ir en aquella direccion.

Pero, en ese caso, el hombre moreno veria que pasaba junto a los servicios sin entrar. Tendria que dejar el coche, porque estaba, como siempre, aparcado algo lejos, en la planta de aparcamientos de las galerias comerciales. No iba a tener tiempo de salir del aparcamiento. Le cortarian el paso.

No, con esa solucion tendria que dejar el coche y largarse corriendo de alli. Y aunque conocia muchos atajos de su ciudad, no estaba seguro de que fuera lo bastante rapido. Ni mucho menos.

Lo mas probable era que el foco de atencion se centrara en otro lugar, lejos de el. Por eso, si tenia que largarse y al mismo tiempo dominar la situacion, y de eso no cabia la menor duda, tendria que recurrir a medios mas radicales.

Una cosa era segura: debia alejarse de aquellos policias que habian sido capaces de seguir su pista hasta alli. No comprendia como carajo habia ocurrido.

Estaba claro que sospechaban de el. ?Por que, si no, preguntar por el Mercedes y si tenia buena voz, y despues dos veces por el nombre de la empresa que se habia inventado? Menos mal que recordo el numero.

Justo antes habia ensenado a uno de los agentes su carne de conducir falso y le habia dado el nombre falso que habia empleado en el club durante anos, y de momento el agente lo habia dado por bueno. Al fin y al cabo, tampoco lo sabian todo.

El problema era que lo estaban arrinconando, literalmente. Algunas mentiras que acababa de decir eran muy faciles de comprobar, y lo peor era que se le estaban agotando las identidades y las bases logisticas, y tampoco podia largarse sin mas. Estaba en un local donde todos podrian verlo si intentaba huir.

Miro al Papa, que estaba sentado frente al agente de la Policia mascando como loco y parecia bastante agobiado.

Aquel hombre era el eterno chivo expiatorio que varias veces habia usado como modelo de conducta. Un hombre como el Papa constituia la esencia del senor equidistante. Ese era el aspecto que debia tener uno si deseaba pasar desapercibido. Normal, como el. Bueno, de hecho se parecian en muchas cosas. Misma forma de cabeza, misma estatura, talla y peso. Ambos eran elegantes. Parecian dignos de confianza, incluso algo aburridos. Personas que sabian cuidarse, pero sin exagerar. Fue el Papa quien le dio la idea de maquillarse para que pareciera que los ojos estaban demasiado cerca y las cejas casi juntas. Y si se daba un poco de maquillaje en los pomulos, estos se ensanchaban como los del Papa.

Si, un par de veces habia empleado justo aquellos rasgos.

Pero, ademas de esas caracteristicas, el Papa tenia otra, que era la que el se proponia emplear en su contra.

Svend viajaba a Tailandia varias veces al ano, y no era por la hermosa naturaleza.

El agente de Homicidios dijo al Papa que se sentara en la mesa junto a la suya. El pobre estaba blanco, y, a juzgar por la expresion de su rostro, se sentia herido en lo mas hondo.

Despues fue el turno de Birger, y tras el solo quedaria uno de ellos. No habia tiempo que perder antes de que terminaran los interrogatorios.

Se levanto y se sento a la mesa del Papa. Si el policia hubiera tratado de detenerlo, aun asi se habria sentado. Se habria puesto a gritar contra los metodos policiales, y si la cosa hubiera llegado mas lejos, habria salido por la puerta diciendo que se pusieran en contacto con el en casa. Al fin y al cabo, tenian su numero de registro civil, asi que no les costaria mucho encontrar su direccion si es que tenian mas preguntas que hacerle.

Era otra solucion. Y es que no podian detenerlo sin una razon concreta. Y si habia algo que les faltaba con seguridad, eran pruebas concretas. Porque, aunque en el pais habian cambiado muchas cosas, todavia no se

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