detenia a los ciudadanos a menos que se tuviera algun indicio solido sobre el cual basar una acusacion, y seguro que Isabel no habia podido proporcionarsela todavia.
Y esa prueba podia llegar; bueno, tendria que llegar, pero no ahora.
Habia visto el estado de Isabel.
No, no tenian ninguna prueba. No tenian ningun cadaver, y tampoco sabian nada de su caseta de botes. El fiordo pronto se tragaria sus crimenes.
Al fin y al cabo, solo se trataba de mantenerse lejos unas semanas y de borrar su rastro.
El Papa lo miro cabreado. Con los punos cerrados, los musculos del cuello en tension y la respiracion agitada. Era la reaccion adecuada, muy util para la situacion. Si hacia esto bien, todo habria terminado en tres minutos.
– ?Que le has contado, cabron? -susurro el Papa cuando se sento a su lado.
– Nada que no supiera de antes, Svend -susurro tambien el-. Te lo aseguro. Parece ser que lo sabe todo. Ademas, te tienen fichado de aquellos tiempos, recuerda.
Noto que la respiracion del hombre se hacia mas y mas forzada.
– Pero es culpa tuya, Svend. Los pedofilos no son muy populares hoy en dia -dijo en voz algo mas alta.
– Yo no soy un pedofilo. ?Le has dicho eso? -pregunto, subiendo el registro.
– Lo sabe todo. Te han seguido la pista. Saben que tienes pornografia infantil en el ordenador.
Sus manos estaban blancas.
–
Lo dijo controlando la voz, pero mas alto de lo que habia pensado. Miro alrededor.
Si, era verdad. El policia de Homicidios no les quitaba ojo, tal como habia pensado. Era un tipo astuto el poli aquel. Seguro que los habia puesto frente a frente para ver que podia surgir. Ambos eran sospechosos. Sin duda.
Giro la cabeza hacia el bar y no pudo ver al otro policia. Asi que tampoco el podria verlo.
– El agente sabe bien que no bajas pornografia infantil de internet, Svend, sino que consigues las imagenes gracias a amigos -dijo con voz neutra.
– ?Eso es mentira!
– Pues es lo que me ha dicho el, Svend.
– ?Por que os pregunta a todos si se trata de mi? ?Estas seguro de que se trata de mi?
Por un momento olvido mascar su chicle.
– Seguro que ha preguntado a otros conocidos tuyos. Ahora esta haciendo esto en publico para que te desenmascares del todo.
El Papa estaba temblando.
– No tengo nada que esconder. No hago nada que no hagan los demas. En Tailandia es asi. No les hago nada a los ninos. Solo estoy con ellos. No hay nada sexual. No mientras estoy con ellos.
– Ya lo se, Svend, ya lo has dicho, pero el sostiene que comercias con los ninos. Que tienes cosas guardadas en el ordenador. Que comercias con imagenes y tambien con los ninos. ?No te lo ha dicho? -Fruncio las cejas-. ?Hay algo de eso, Svend? Sueles tener mucho que hacer cuando estas alli, tu mismo lo has dicho.
– ??Te ha dicho que COMERCIO con ellos?! -se le escapo, en voz demasiado alta, y volvio a mirar alrededor. Despues se calmo-. ?Por eso me ha preguntado a ver si se me daba bien rellenar impresos y cosas asi? ?Por eso me ha preguntado como podia permitirme viajar tanto con una pension de invalidez? Es algo que le has hecho creer tu, Rene. Yo no cobro pension de invalidez, como me ha dicho que le habias contado, y asi se lo he dicho. Vendi mis tiendas, ya lo sabes.
– Te esta mirando. No, no lo mires. Yo que tu me levantaria con tranquilidad y me iria. No creo que te detengan.
Metio la mano en el bolsillo y abrio la navaja dentro. Despues la fue sacando poco a poco.
– Cuando llegues a casa destruyelo todo, Svend. Todo lo que pueda comprometerte, ?vale? Es un buen consejo de un buen amigo. Nombres, contactos y billetes de avion antiguos, haz desaparecer todo, ?entiendes? Ve a casa y hazlo. Levantate y vete. Ahora mismo, si no vas a pudrirte en la carcel. ?Sabes lo que suelen hacer los presidiarios a hombres como tu?
El Papa lo miro un momento con los ojos muy abiertos, y despues fue como si se calmara. Luego echo su silla hacia atras y se levanto. Habia captado el mensaje.
Tambien el se levanto y tendio la mano al Papa como si fuera a estrecharla. Cerro la mano en torno a la empunadura, tapandola con el dorso de su mano, y con la hoja vuelta hacia el.
El Papa miro vacilante la mano, y despues sonrio. Todas sus reservas se desvanecieron. Era un desgraciado incapaz de controlar sus apetitos. Una persona religiosa que habia luchado contra la verguenza, con la excomunion de la iglesia catolica como una espada de Damocles. Y alli estaba su amigo ofreciendole la mano. Solo deseaba hacerle bien.
En el mismo instante en que el Papa iba a estrechar su mano, el actuo, coloco la navaja en la mano del hombre, asio sus dedos, los apreto, de manera que el Papa, sin querer, agarro el mango, y despues arrastro hacia si la mano del hombre desconcertado con un golpe que hirio el musculo sobre su cadera de manera superficial, pero limpia. No le hizo mucho dano, pero es lo que pareceria.
– ?Que haces? ?Ay, ay! ?Cuidado, tiene una navaja! -chillo, y volvio a tirar del brazo del Papa. Los dos navajazos del costado eran perfectos. Ya estaba sangrando a traves del polo.
El policia se levanto de un tiron y su silla cayo hacia atras. Todos los que estaban en aquella parte del local volvieron sus rostros hacia el espectaculo.
Entonces se quito al Papa de encima con un empujon, y el Papa echo a andar de lado mientras reparaba en la sangre de sus manos. Estaba conmocionado. Todo habia sucedido muy rapido. No lo comprendia.
– Largate, asesino -le susurro, haciendose a un lado.
El Papa giro sobre sus talones, presa del panico, derribo un par de mesas en la huida y siguio avanzando hacia las pistas.
Era evidente que conocia la bolera como la palma de su mano; ahora iba a entrar en la sala de maquinas y desaparecer.
– ?Cuidado, tiene una navaja! -volvio a gritar, mientras la gente retrocedia ante el Papa a medida que este huia.
Vio que el Papa saltaba a la pista diecinueve y que el pequeno policia moreno arrancaba de la barra como una fiera. Iba a ser una caza desigual.
Entonces se acerco al portabolas y cogio una bola.
Cuando el policia moreno alcanzo al Papa en el extremo de la pista, este se puso a agitar el brazo de la navaja como loco. Era como si hubiera sufrido un cortocircuito. Pero el policia se abalanzo contra sus pantorrillas, y los dos cayeron con estruendo en medio del surco para las bolas que habia entre las dos ultimas pistas.
Para entonces, el otro policia ya estaba a medio camino, pero la bola que lanzo el mejor jugador del equipo desde la ultima pista llego antes.
Se oyo con claridad el golpe cuando alcanzo la sien del Papa. Como al aplastar una bolsa de patatas. Un crujido.
La navaja resbalo de la mano del Papa y cayo a la pista.
Todas las miradas se deslizaron de la figura inerte hasta el. Los que habian oido el tumulto sabian que era el quien habia lanzado la bola. Un par de ellos sabian tambien por que habia caido de rodillas y se agarraba el costado.
Todo iba como debia.
El agente de policia parecia impresionado cuando se le acerco y lo ayudo a ponerse en pie.
– Esto es muy serio -anuncio-. No parece que Svend vaya a sobrevivir a esa rotura de craneo. Asi que reza para que los de la ambulancia hagan bien su trabajo.
Miro a la pista, donde estaban dando al Papa los primeros auxilios. «Reza para que hagan bien su trabajo», le habia dicho el policia, pero no tenia la menor intencion.
Uno del servicio de ambulancias estaba vaciando los bolsillos del Papa y entregando su contenido al policia moreno. Estaba claro que aquellos policias trabajaban con metodo. Dentro de poco los dos agentes iban a pedir refuerzos y a telefonear para pedir informacion. Comprobar el nombre y numero de registro tanto del Papa como de el. Comprobar coartadas. Llamar a un peluquero a quien no habia visto nunca. Pasaria un tiempo hasta que