delantero del Mercedes antes de venderlo.
Saco la jeringa y la ampolla de anestesia local y aplico alcohol a las heridas. Despues se puso la inyeccion.
Estuvo un rato en la sala mirando alrededor. Esperaba que no encontrasen Vibegarden. Era justo alli donde se sentia mas en casa. Libre del mundo, libre de sus enganos y traiciones.
Preparo la aguja y el hilo. Pasado un minuto, pudo meter la aguja en el borde de las heridas sin notarla.
Un par de cicatrices mas para el cirujano, penso, y se echo a reir.
Cuando termino observo lo que habia cosido y volvio a reir. No quedaba muy bonito, pero habia detenido la hemorragia.
Aplico a las heridas una compresa de gasa con esparadrapo y se tumbo en el sofa. Cuando estuviera listo saldria y mataria a los ninos. Cuanto antes lo hiciera, antes se descompondrian los cadaveres y antes podria marcharse otra vez.
Dentro de diez minutos iria al anexo a por el martillo.
Capitulo 49
Pasados veinte minutos ya sabian quien habia sacado dinero del cajero y donde vivia. Se llamaba Claus Larsen y vivia tan cerca que podrian llegar alli en menos de cinco minutos.
– ?En que piensas, Carl? -pregunto Assad cuando Carl entro en la rotonda de Kong Valdemars Vej.
– Pienso que menos mal que tenemos a unos companeros detras que llevan su arma reglamentaria.
– Entonces, crees que va a ser necesario.
Carl asintio con la cabeza.
Se metieron por la zona de villas y ya a cien metros de la casa vieron a un hombre gritando en la semipenumbra de la calle escasamente iluminada.
Desde luego, no era el que buscaban. Era mas joven, mas delgado y estaba desesperado a mas no poder.
– ?Ayudenme, deprisa! ?Ahi arriba hay fuego! -grito cuando se le acercaron corriendo.
Carl vio que sus companeros del coche de atras frenaban y pedian ayuda, pero seguro que la pareja de ancianos vecinos que estaban con la bata puesta en la acera de enfrente ya lo habian hecho.
– ?Sabes si hay alguien en la casa? -grito.
– Creo que si. En esa casa pasa algo muy raro -aseguro el joven entre jadeos-. Llevo varios dias llamando a la puerta, pero no abren, y cuando llamo al movil de mi amiga, que se llama Mia, lo oigo sonar arriba, pero no lo coge.
Senalo hacia una ventana abuhardillada y se llevo la mano a la frente, espantado.
– ?Por que ARDE ahora? -grito.
Carl alzo la vista hacia las llamas, que ahora se veian con claridad en la ventana abuhardillada del primer piso, justo encima de la puerta de entrada, que habia senalado el joven.
– ?No has visto a un hombre entrar en la casa hace poco? -pregunto.
El tipo sacudio la cabeza, no podia estar quieto.
– Voy a echar la puerta abajo. ?Yo la echo! -grito, desesperado-. La echo abajo, ?vale?
Carl miro a sus companeros. Hicieron un gesto afirmativo.
Era un muchachote fuerte. Bien entrenado y que sabia lo que hacia. Cogio carrerilla, y en el instante en que llego a la puerta salto en el aire y golpeo fuerte la cerradura con el talon. Gimio en voz alta y solto una sarta de juramentos cuando cayo al suelo y la puerta seguia intacta.
– Hostias, es demasiado dura para mi -solto, y se volvio presa del panico hacia el coche patrulla de atras, gritando-. ?Pero ayudenme! ?Creo que Mia esta dentro!
Justo entonces se oyo un enorme estruendo. Carl volvio la cabeza hacia el origen del ruido y vio a Assad desaparecer por la destrozada ventana de la sala.
Carl echo a correr, y el joven lo siguio. Habia sido una reaccion eficaz por parte de Assad, porque los travesanos de la ventana y la contravidriera estaban hechos anicos en el suelo, bajo la rueda de repuesto que habia arrojado Assad.
Saltaron al interior.
– ?Es por aqui! -grito el joven, y llevo a Assad y a Carl al recibidor.
No habia tanto humo en las escaleras, pero si en el primer piso. De hecho, no se veia nada a dos palmos.
Carl se cubrio la boca con el cuello de la camisa, y dijo a los demas que hicieran lo mismo. Y es que estaba oyendo la tos de Assad detras.
– ?Baja, Assad! -grito, pero Assad no obedecio.
Oyeron que los coches de bomberos se acercaban, pero eso no era ningun consuelo para el joven, que avanzaba a tientas por el pasillo.
– Creo que esta ahi dentro. Dice que siempre lleva el movil encima -explico tosiendo en la espesa humareda-. Oigan lo que pasa ahora.
Debio de marcar un numero en el movil, porque a los pocos segundos se oyo un debil tono de llamada a unos metros de ellos.
El joven dio un salto adelante y busco la puerta a tientas. Entonces oyeron que la ventana Velux reventaba por el calor.
En aquel momento llego uno de los companeros de Roskilde tosiendo por la escalera.
– ?Tengo un pequeno extintor de incendios! -grito-. ?Donde esta el fuego?
Lo vieron en cuanto el joven echo abajo la puerta y las llamas avanzaron hacia ellos. Despues se oyo el sonido sibilante del extintor; no fue muy efectivo, aunque consiguio apagar lo bastante para poder ver el interior del cuarto.
No tenia buen aspecto. Las llamas habian alcanzado el techo y un monton de cajas de carton que habia dentro.
– ?Mia! -grito el joven con voz desesperada-. Mia, ?estas ahi?
En el mismo instante un chorro de agua atraveso la ventana abuhardillada y les llego un latigazo de vapor.
Cuando Carl se echo al suelo sintio una quemazon en el brazo y en el hombro con que habia protegido su rostro de manera instintiva.
Oyeron gritos de fuera, y luego llego la espuma.
Todo termino en cuestion de segundos.
– Hay que abrir las ventanas -dijo entre toses el agente de Roskilde que tenia al lado, y Carl se puso en pie de un salto y busco a tientas una puerta mientras el agente encontraba otra.
Cuando se desvanecio el humo de la primera planta, Carl pudo ver el cuarto que se habia incendiado. En el hueco de la puerta, el joven, de pie sobre el suelo resbaladizo, retiraba impaciente cajas de mudanza hacia el pasillo. Varias de las cajas seguian ardiendo, pero eso no lo hizo desistir.
Justo entonces Carl tropezo con el cuerpo inerte que yacia en el rellano de la escalera.
Era Assad.
– ?Cuidado! -grito, y empujo a un lado a un agente.
Salto al escalon inmediatamente inferior y asio a Assad de una pierna. Lo atrajo hacia si de un tiron y se lo echo a los hombros.
– Reanimadlo -dijo entre dientes a un par de bomberos que estaban delante de la casa, mientras colocaban a Assad una mascarilla de oxigeno.
Reanimadlo, joder, penso una y otra vez mientras los gritos del primer piso arreciaban.
No vio a la mujer cuando la bajaron. Solo reparo en ella cuando la acomodaron en una camilla junto a Assad. Estaba totalmente contraida, como si la rigidez post mortem ya se hubiera instalado en su cuerpo.