antes. ?Dos ninos en extrema necesidad! ?En aquel preciso instante!

Capitulo 50

En el pueblo de J?gerspris se desviaron de la carretera junto a un pabellon rojo donde ponia «Esculturas y cuadros», y se adentraron en el bosque.

Rodaron un buen trecho sobre el asfalto mojado hasta llegar al letrero que decia «Prohibida la circulacion de coches y motos no autorizados». Un camino perfecto si no querias que te molestaran en lo que estabas haciendo.

Conducian lento. El GPS decia que todavia quedaba un buen trecho hasta la casa, pero los halogenos de sus faros iluminaban bien el camino. Si de pronto se encontraban ante terreno abierto que diera al fiordo cerca de la casa, tendrian que apagar las luces. Dentro de pocas semanas los arboles se cubririan de follaje, pero en aquel momento no habia gran cosa para esconderse.

– Ahi empieza un camino que se llama Badevej, Carl. Tendras que apagar las luces ahora, o sea. Despues viene un tramo sin vegetacion.

Carl senalo la guantera, y Assad saco la linterna alargada.

Despues apago las luces del coche.

Avanzaron con lentitud, guiados por la luz de la linterna. Daba la luz justa para orientarse.

Divisaron un trozo de marisma que llegaba hasta el fiordo. Tal vez tambien algo de ganado tumbado en la hierba. Entonces aparecio una pequena estacion transformadora a la izquierda del camino. Oyeron un leve ronroneo al pasar al lado.

– ?Podria ser eso lo que ronroneaba, entonces? -pregunto Assad.

Carl sacudio la cabeza. No, el sonido era demasiado debil. Ya no se oia.

– Ahi, Carl.

Assad senalo una silueta oscura, que enseguida resulto ser un seto que se extendia desde el sendero hasta el agua. Vibegarden estaba tras el.

Aparcaron el coche al borde del camino y se quedaron un rato recuperandose fuera.

– ?En que piensas, Carl? -quiso saber Assad.

– Pienso en lo que vamos a encontrar. Y pienso tambien en la pistola que he dejado en Jefatura.

Detras del seto habia un redil, y tras el redil otro bosquecillo que descendia hasta el agua. No era una propiedad grande, pero la ubicacion era perfecta. Habria alli todo tipo de posibilidades para vivir una vida feliz. O para ocultar los actos mas repugnantes.

– ?Mira! -exclamo Assad, y Carl lo vio. El contorno de una casita cerca del agua. Tal vez un cobertizo o un pequeno pabellon. Despues senalo un lugar entre los arboles-. Y mira ahi.

Se veia una luz tenue.

Se colaron entre las ramas del seto y vieron la casa de ladrillo rojo que habia tras la vegetacion. Deteriorada y algo ruinosa. Dos de las ventanas que daban a la carretera estaban iluminadas.

– Esta, o sea, en casa, ?no crees? -susurro Assad.

Carl no dijo nada. ?Como iban a saberlo?

– Creo que hay una entrada algo mas alla, tras la casa. Quiza debieramos ver, entonces, si esta el Mercedes -susurro Assad.

Carl meneo la cabeza.

– Seguro que esta, creeme.

Entonces oyeron un ronroneo grave procedente del fondo del jardin. Como un bote a motor que regresa atravesando la pulida superficie del agua. Algo asi como un leve zumbido remoto.

Carl entorno los ojos. De modo que habia un ronroneo.

– Viene del anexo del extremo del jardin. ?Lo ves, Assad?

Este gruno. Lo veia.

– ?No crees que la caseta de botes puede estar en esos matorrales junto al anexo? Asi estaria junto al agua, o sea -explico Assad.

– Puede. Pero me temo que el puede estar alli. Tambien temo lo que pueda estar haciendo -confeso Carl.

El silencio del edificio principal y el extrano sonido procedente del cobertizo le daban escalofrios.

– Vamos a tener que ir ahi, Assad.

Su colega asintio con la cabeza y dio a Carl la linterna apagada.

– Usala como arma, Carl. Yo me fio mas, o sea, de mis manos.

Atravesaron la maleza, que le despellejo la quemadura del brazo. Si no hubiera sido porque su camisa y chaqueta estaban mojadas y la llovizna refrescaba, habria tenido que parar un rato y aguantar el dolor.

Segun se acercaban al anexo, el sonido se hacia mas claro. Monotono, grave y continuo. Como un motor recien lubricado en punto muerto.

Bajo la puerta se divisaba una delgada raya de luz. De modo que algo estaba pasando alli dentro.

Carl senalo la puerta y agarro con fuerza la pesada linterna. Si Assad abria la puerta de un tiron, el se precipitaria dentro, dispuesto a golpear. Entonces verian que ocurria.

Se miraron un par de segundos, y despues Carl dio la senal. Assad asio la manilla y abrio la puerta, y justo despues Carl entro retumbando en la estancia.

Miro alrededor y dejo caer el brazo que sostenia la linterna. No habia nadie. Aparte de un taburete, ropa de trabajo sobre un banco de carpintero, un gran deposito, varias mangueras y el generador, que ronroneaba en el suelo como un vestigio de la epoca en que las cosas se hacian para que durasen para siempre, no habia nada.

– ?A que huele, Carl? -susurro Assad.

Si, habia un olor intenso, y Carl lo conocia. Aunque hacia tiempo que no lo olia. En la epoca, hacia muchos anos, en que habia que decapar todos los muebles y puertas de pino. Era aquel olor humedo y frio que hacia contraer las fosas nasales. El olor de la sosa caustica. El olor a lejia.

Se volvio hacia el deposito con la mente llena de imagenes siniestras. Acerco el taburete. Presintiendo lo peor, se subio encima y levanto la tapa del deposito. Estoy a un clic de linterna de darme un susto, penso, y dirigio el cono de luz hacia el fondo del deposito.

Pero no vio nada. Solo agua, y un calorifero de un metro de longitud colgado en la pared interior.

No era dificil de adivinar para que podia usarse el deposito.

Apago la linterna, bajo con cuidado del taburete y miro a Assad.

– Creo que los ninos estan todavia en la caseta de botes -anuncio-. Puede que esten vivos.

Prestaron atencion cuando salieron del anexo, y se quedaron un rato quietos para acostumbrar sus ojos a la oscuridad. Dentro de tres meses habria mucha luz a aquella hora. Pero entonces solo veian unas siluetas vagas delineandose entre ellos y el fiordo. ?Habria de verdad una caseta de botes alli, entre la maleza?

Hizo senas a Assad para que lo siguiera, y noto que en un par de metros sus pisadas resbalaban sobre grandes babosas. A Assad no le gustaba aquello nada, era evidente.

Llegaron a los matorrales. Carl se agacho un poco, aparto una rama, y alli, justo frente a sus ojos, estaba la puerta, a medio metro de altura sobre el suelo. Toco las gruesas tablas que la componian. Estaban humedas y escurridizas.

Olia a brea, por lo que debian de haber sellado los resquicios con ella. La misma brea con que sello Poul Holt su mensaje en la botella.

Oyeron el murmullo del agua justo ante ellos. Asi que la cabana estaba sobre el agua. No habia duda de que se sostenia sobre estacas. ?Era la caseta de botes!

Estaban en el sitio correcto.

Carl asio la manilla, pero la puerta no se abrio. Entonces avanzo a tientas hasta un pasador unido a un pestillo. Lo levanto con cuidado y a continuacion lo dejo caer colgado de su cadena. Entonces aquel cabron no

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