cuadrados, y el cargador del movil podia estar en cualquier hueco del tamano de un puno.
Una hora mas tarde no habia un cajon, ni un mueble, ni una estanteria de la planta baja sin registrar.
Una duda la atraveso: ?y si solo tenian un cargador? ?Y si se lo habia llevado el? ?Tenia un movil de la misma marca que el de ella? Ni siquiera lo sabia.
Dio de comer al pequeno con gesto de preocupacion, y reconocio lo que sucedia. Su marido se habia llevado el cargador.
Sacudio la cabeza y limpio con la cuchara los labios del nino. No, cuando comprabas un telefono movil te daban siempre un cargador. Por supuesto. Y por eso, seguro que habia en alguna parte una caja para su movil con su manual de instrucciones, y probablemente tambien un cargador sin usar. Debia de estar en alguna parte, pero no alli, en la planta baja.
Miro hacia la escalera al primer piso.
Habia sitios de la casa adonde no iba casi nunca. De ninguna manera porque el se lo tuviera prohibido, pero asi era. El, por su parte, tampoco entraba nunca en su sala de costura. Ambos tenian sus intereses, sus oasis y sus horas para cada uno; pero el mas que ella.
Tomo al nino en brazos, subio la escalera y se coloco ante la puerta del despacho de el. Y si encontraba la caja con el cargador del movil en uno de sus cajones o armarios, ?como iba a explicar que habia andado revolviendo en ellos?
Empujo la puerta.
Al contrario que su propio cuarto, que estaba enfrente, aquel carecia de energia. Le faltaba esa irradiacion de color y pensamiento creativo que ella cultivaba. Alli solo habia superficies beis y grises, nada mas.
Abrio de par en par todos los armarios empotrados y observo el interior casi vacio. Si hubieran sido sus propios armarios, habrian estado rebosantes de diarios humedos de llanto y chismes acumulados a lo largo de cientos de dias felices pasados con sus amigas.
En la estanteria habia unos cuantos libros apilados. Libros relacionados con el trabajo de su marido. Sobre tipos de armas y trabajo policial, cosas de ese estilo. Despues habia un monton de libros sobre sectas religiosas. Sobre los Testigos de Jehova, los Ninos de Dios, los mormones y muchas otras sectas de las que nunca habia oido hablar. Que raro, penso un segundo; despues se puso de puntillas para ver lo que habia en las estanterias superiores.
Tampoco alli habia nada especial.
Entonces tomo al nino en brazos y, con la mano libre, fue abriendo los cajones del escritorio uno a uno. Aparte de una piedra de afilar como la que usaba su padre para afilar la navaja de pescador, no habia nada que llamara la atencion. Solo papel, sellos de goma y un par de cajas sin abrir de disquetes de ordenador de los que nadie usaba ya.
Cerro la puerta con sus emociones congeladas. En aquel momento, ni se conocia a si misma ni conocia a su marido. Era aterrador y surrealista. No se parecia a nada que hubiera experimentado hasta entonces.
Noto que la cabeza del pequeno caia sobre su hombro y sintio una respiracion acompasada en el cuello.
– Oh, ?te has dormido, corazon? -susurro, mientras lo acomodaba en la cuna. Ahora tenia que procurar no perder el control. Todo debia seguir como de costumbre.
De modo que llamo por telefono a la guarderia.
– Benjamin esta tan mocoso que no me atrevo a llevaroslo. Solo queria decir eso, perdona que llame tan tarde -se excuso mecanicamente, y olvido decir gracias cuando le desearon una pronta recuperacion.
Luego se volvio hacia el pasillo y se quedo mirando a la puerta estrecha que habia entre el despacho de su marido y el dormitorio. Una vez lo ayudo a subir hasta alli un monton de sus cajas de mudanza. La diferencia que habia entre los dos era el lastre que llevaban. Ella llego con un par de muebles de Ikea de su cuarto de la residencia de estudiantes, mientras que el se llevo todo lo que habia acumulado durante los veinte anos correspondientes a la diferencia de edad entre ambos. Por eso habia en las habitaciones muebles de todas epocas, y por eso estaba el espacio tras la puerta lleno de cajas de carton cuyo contenido ignoraba por completo.
El alma se le cayo a los pies en cuanto abrio la puerta y miro dentro. El espacio media menos de metro y medio de ancho, pero era lo bastante grande para que cupieran cuatro cajas a lo ancho y otras cuatro a lo alto. Las cajas llegaban justo hasta la ventana Velux. Habria por lo menos unas cincuenta.
Mayormente cosas de mis padres y de mis abuelos, fue lo que le dijo el. Ya las echaria a la basura a su debido tiempo. No tenia ningun hermano con quien poder hablar de ello.
Miro el muro de cajas de carton y renuncio enseguida. No tenia sentido guardar alli el embalaje de un movil. Era un espacio en el que parecia que el pasado se hubiera cerrado sobre si mismo.
Claro que… penso mientras fijaba la mirada en varios abrigos de cuellos enormes que estaban tirados en un monton sobre las cajas de atras. ?No habia un bulto en la mitad? ?Podria haber algo escondido debajo?
Extendio el brazo por encima de las cajas, pero no llegaba. Entonces se subio a la montana de cajas, se apoyo en las rodillas y avanzo a gatas un par de pasos. Aparto los abrigos y comprobo decepcionada que no habia nada debajo. Entonces una rodilla se le hundio en la tapa de una caja.
Mierda, penso. Ahora el sabria que habia estado alli.
Retrocedio un poco, ajusto la tapa y comprobo que no se habia producido dano alguno.
Fue alli donde aparecieron los recortes de periodico. No eran tan antiguos, desde luego nada que los padres de su marido hubieran guardado. Era un poco raro que su marido coleccionara aquellos recortes, pero tal vez reflejaran un trabajo o un interes que habia olvidado ya.
– Menos mal -murmuro. ?Por que le interesarian tanto los articulos sobre los Testigos de Jehova?
Echo un vistazo a los recortes. El material no era tan homogeneo como pudiera pensarse. Entre articulos sobre diversas sectas, habia tambien recortes sobre cotizaciones de Bolsa, analisis bursatiles, identificacion por ADN y hasta recortes de hacia quince anos sobre casas de veraneo y segundas residencias en venta en Hornsherred. Probablemente nada que fuera a necesitar ya. Puede que algun dia le preguntara si no habia que vaciar aquel cuarto. Asi podrian tener un armario de los que te cuelas dentro. ?Quien no queria tener uno asi?
Se dejo caer hasta el suelo mientras una sensacion de alivio la inundaba. Una nueva idea le rondaba la cabeza.
Despues, por si acaso, deslizo la mirada una vez mas por el paisaje de cajas de carton y no le parecio que la abolladura de la caja del medio se notara mucho. No, seguro que el no se daria cuenta.
Despues cerro la puerta.
La idea era comprar un cargador. Aqui y ahora. Cogeria del dinero que habia ahorrado para gastos de la casa, el desconocia su existencia. Despues iria en bici a la tienda Sonofon de Algade y compraria el cargador. Cuando volviera a casa lo rayaria con arena del arenero de Benjamin, para que pareciera viejo y gastado, lo dejaria en la cesta junto a la entrada donde estaban los gorros y guantes de Benjamin y senalaria alli la proxima vez que le preguntara su marido.
Por supuesto que el se preguntaria de donde habia salido, y a ella le extranaria que se lo preguntara. Propondria que alguien podria haberlo dejado olvidado, en caso de que no fuera el suyo.
Y entonces recordaria cuando habian tenido invitados en casa. Habia ocurrido varias veces, aunque hacia mucho tiempo de aquello. La reunion de copropietarios. La asistente sanitaria. Si, era perfectamente posible que alguien lo hubiera dejado olvidado, aunque era extrano, porque ?quien se lleva el cargador cuando va de visita?
Cuando Benjamin durmiera la siesta tendria el tiempo justo para ir a la tienda en bici y comprar el cargador. Sonrio para si pensando en la expresion de sorpresa de su marido cuando exigiera ver el cargador y ella lo sacara sin mas de la cesta de los guantes. Repitio la frase varias veces para darle el peso y tono correctos.
– Ah, ?no es el nuestro? Que raro, se lo ha debido de dejar alguien. A lo mejor alguno de los invitados al bautizo.
Si, la explicacion era evidente. Simple y singular, a prueba de balas.