Scotland Yard como analista de ADN de imagenes.
Yding se trago la bola y asintio respetuoso con la cabeza.
– ?Assad, ven un momento! -grito Carl mientras atosigaba a la mosca con la carpeta.
Hizo las presentaciones entre Yding y Assad.
– ?Has terminado el traslado? -pregunto.
Los parpados de Assad parecian terriblemente pesados. Era suficiente respuesta.
– Marcus Jacobsen me ha dicho que el expediente original de Rodovre estaba aqui -explico Yding, tendiendo la mano-. Que tu me dirias donde.
Assad levanto el dedo indice hacia la mano de Carl en el momento en que este tenia la carpeta en el aire.
– Esta ahi -informo Assad-. ?Alguna cosa mas?
Aquel dia no estaba para bromas. Lo de Rose era una autentica putada.
– El inspector jefe de Homicidios acaba de preguntarme por una cosa que no recuerdo bien. ?Puedo echar un vistazo a los informes?
– Si, hombre -lo invito Carl-. Tenemos trabajo, asi que tendras que disculparnos.
Se llevo a Assad al otro lado del pasillo y se sento en la mesa de su ayudante, bajo una preciosa reproduccion de ruinas de color arena. Ponia «Rasafa», fuera lo que fuese.
– ?Tienes algo en el puchero, Assad? -pregunto, senalando el samovar.
– Puedes tomar la ultima taza, Carl. Hare mas para mi.
Sonrio. Sus ojos decian jodete.
– En cuanto se vaya el tipo, tu y yo vamos a salir a dar una vuelta.
– ?Adonde?
– Al noroeste, a ver una casa casi destruida por el fuego.
– Pero no es nuestro caso, Carl. Los demas van a cabrearse, o sea.
– Si, bueno, puede que al principio. Pero ya se les pasara.
Assad no parecia convencido. Despues su expresion cambio.
– He descubierto otra letra en la pared -comunico-. Y tengo, entonces, una mala sospecha.
– ?Vaya! ?Y…?
– No voy a decirlo. Te vas a reir.
Parecia la noticia alegre del dia.
– Gracias -dijo Yding desde la puerta entreabierta, con la mirada fija en la taza decorada con elefantes saltarines de la que bebia Carl-. Me llevo esto un momento donde Jacobsen, ?vale?
Les enseno un par de informes, y ambos hicieron un gesto afirmativo.
– Ah, por cierto, tengo que daros recuerdos de un conocido. Lo he visto antes en la cantina. Es Laursen, el de la Cientifica.
– ?Tomas Laursen?
– Si.
Carl arrugo el entrecejo.
– Pero si gano diez millones en la loto y dejo el trabajo. Siempre decia que estaba hasta el gorro de tantos muertos. ?Que hace aqui? ?Ha vuelto a vestirse el mono?
– Por desgracia, no, aunque a la Policia Cientifica no le habria venido mal. Lo unico que se ha puesto es un delantal. Trabaja en la cantina.
– No me jodas.
Carl vio ante si al macizo jugador de rugby. Le costaba trabajo imaginarselo con un delantal de cocina.
– ?Que ha pasado? Habia invertido en todo tipo de empresas.
Yding asintio con la cabeza.
– Exacto. Y ahora todo se ha esfumado. Es una pena.
Carl sacudio la cabeza. Valiente recompensa por haber intentado actuar con sensatez. Menos mal que el no tenia un centimo.
– ?Cuanto tiempo lleva aqui?
– Dice que un mes. ?Nunca subes a la cantina?
– No, ni de cona. Hay diez mil escaleras hasta la cocina de campana. Ya te habras dado cuenta de que el ascensor no funciona.
Eran incontables las ocupaciones e instituciones que albergaron los seiscientos metros de Dortheavej a lo largo de los anos. Ahora habia alli un centro de acogida, un estudio de grabacion, una autoescuela, una casa de cultura, asociaciones etnicas y muchas cosas mas. Un viejo barrio industrial que a primera vista nada podia borrar; a menos que ardiera, como el almacen de K. Frandsen Mayorista.
El desescombro del patio exterior estaba casi terminado, no asi el trabajo de los investigadores. Varios companeros le negaron el saludo, que se le va a hacer. Carl lo interpreto como envidia, aunque seria el unico que lo hiciera. Le importaba un bledo.
Se planto en medio del patio frente a la entrada de K. Frandsen y su mirada describio una panoramica de los estragos. No era ninguna construccion digna de guardar, pero la verja galvanizada era nueva. Un contraste llamativo.
– Ya he visto casas asi en Siria, Carl. Cuando el horno de petroleo se calentaba demasiado… ?bum! -explico Assad mientras giraba los brazos como aspas de molino para ilustrar la detonacion.
Carl dirigio la mirada al primer piso. Parecia como si el techo se hubiera alzado y despues hubiera vuelto a caer en su sitio. Habia gruesos trazos de hollin debajo del alero y hasta media altura de las placas de uralita. Las ventanas Velux estaban destrozadas.
– Si, debio de ocurrir muy rapido -aventuro, mientras se preguntaba por que la gente deseaba vivir en un sitio tan abandonado de la mano de Dios y falto de encanto. Tal vez fuera esa la palabra clave. Tal vez no fuera un acto voluntario.
– Carl Morck, del Departamento Q -se presento cuando uno de los jovenes policias paso a su lado-. ?Podemos subir a echar un vistazo? ?Han terminado los peritos?
El tipo se encogio de hombros.
– Aqui no vamos a terminar hasta que lo hayan demolido todo -replico-. Pero andad con cuidado. Hemos colocado planchas en el suelo para no caer, pero no es ninguna garantia.
– ?K. Frandsen Mayorista? ?Que importaban, entonces? -le pregunto Assad.
– Todo tipo de material para imprenta. Es una empresa legal -informo el agente de policia-. No sabian que viviera nadie en el desvan, asi que los empleados estaban conmocionados. Tuvieron suerte de que no se quemara todo.
Carl asintio en silencio. Ese tipo de actividades debian ubicarse a menos de seiscientos metros de un cuartel de bomberos, como en aquel caso. Menuda suerte tuvieron de que el cuerpo de bomberos local sobreviviera a la ridicula reestructuracion impuesta por la Union Europea.
El primer piso estaba calcinado, tal como esperaban. Las planchas de aglomerado de las paredes colgaban en jirones; los tabiques parecian chapiteles desmochados, igual que los cimientos de la Zona Cero. Un mundo de destruccion, tiznado de hollin.
– ?Donde estaba el cadaver? -pregunto Carl a un hombre mayor que se presento como perito de incendios de la compania de seguros.
El hombre senalo una mancha en el suelo que atestiguaba con claridad donde habia estado.
– Hubo dos explosiones potentes que llegaron en dos tandas casi seguidas -explico-. La primera provoco el incendio, y la segunda absorbio el oxigeno, apagando asi el fuego.
– O sea que ?no fue un incendio en el sentido habitual, en el que el monoxido de carbono mato a la victima? -pregunto Carl.
– No.
– ?Crees que el hombre quedo sin sentido con la primera detonacion y despues se quemo poco a poco?
– No lo se. Queda tan poco del cadaver que es dificil saberlo. Apenas se encuentran restos de vias respiratorias en un cadaver como este, y por eso no podemos decir nada sobre la concentracion de hollin en pulmones y traquea -observo, sacudiendo la cabeza-. Resulta dificil creer que el cadaver pudiera quedar tan maltrecho en tan poco tiempo. Tambien se lo dije a tus companeros de Emdrup el otro dia.