La mayoria de las mujeres jovenes estaban embarazadas. Una de ellas, casi a punto de dar a luz, tenia manchas desleidas en la pechera de la tunica por la leche que rezumaba.

Y los hombres miraban a aquellas mujeres fertiles con una entrega extasiada. Porque el cuerpo femenino, excepto cuando tenia la regla, era lo mas sagrado para los discipulos de la Iglesia Madre.

En aquella congregacion adoradora de la fecundidad, los hombres estaban de pie con las manos juntas sobre la entrepierna, y los chicos mas pequenos reian y trataban de imitarlos sin tener la menor idea del sentido profundo de lo que hacian. Cantaban y hacian como los padres, sin mas. Las treinta y cinco personas eran una. Era la hermandad descrita con detalle en el Decreto de la Madre.

La hermandad en la fe en la Madre de Dios, sobre la que se erigia toda la vida. Habia oido hablar de ella hasta la saciedad.

Cada secta tenia su verdad irrefutable e incomprensible.

Observo a la mediana de las hijas de la familia, Magdalena, mientras el oficiante arrojaba pan a los cercanos y hablaba en lenguas extranas.

La chica estaba absorta en sus pensamientos. ?Estaria pensando en el mensaje de la comunion? ?En lo que tenia escondido en el agujero del jardin de su casa? ?En el dia que la consagrarian como servidora de la Madre de Dios, la desvestirian y la rociarian con sangre fresca de oveja? ?En el dia en que elegirian un hombre para ella y cantarian a su vientre para que fuera fertil? No era facil de saber. ?Que pasa por la cabeza de una nina de doce anos como ella? Solo ellas lo saben. Tal vez estuviera asustada, pues tampoco era para menos.

En la comunidad de la que el procedia eran los chicos los que debian pasar ciertos rituales. Eran ellos quienes debian confiar su voluntad y sus suenos a la comunidad. Ellos quienes ponian su cuerpo. Lo recordaba con total nitidez. Con demasiada nitidez.

Pero aqui todo giraba en torno a las chicas.

Trato de captar la mirada de Magdalena. ?No estaria pensando precisamente en el agujero del jardin? Aquella cosa inconfesable ?la atraia mas que la fe?

Tal vez fuera mas dificil de doblegar que su hermano, que estaba junto a ella. Y por eso tampoco podia decir de antemano a quien de los dos iba a eligir.

A cual de los dos iba a matar.

Habia esperado una hora para forzar su entrada en la casa, hasta que la familia partio en coche para asistir al oficio religioso y el sol de marzo se puso al fondo del horizonte. Un par de minutos le bastaron para soltar los ganchos de una de las ventanas de la sala e introducirse en uno de los cuartos de los ninos.

La habitacion en la que entro pertenecia a la menor de las ninas, se dio cuenta enseguida. No porque estuviera pintada de rosa o porque el sofa estuviese adornado con cojines estampados de corazones. No, alli no habia munecas Barbie ni lapices adornados con animalitos de plastico, ni manoletinas con tiras delgadas en los tobillos bajo la cama. Porque en el interior del cuarto no habia nada que pudiera indicar el modo de ver el mundo y a si misma de una chica danesa normal de diez anos. No, se veia que era el cuarto de la mas pequena porque el traje de bautizo colgaba aun de la pared, porque asi se hacia en la Iglesia Madre. El traje de bautizo eran los ropajes de la Madre de Dios, y aquellos ropajes se guardaban para pasarlos al siguiente que naciera en la familia. Hasta entonces, el ultimo nacido debia proteger el traje de bautizo con todo su empeno. Cepillarlo con cuidado los sabados antes del descanso. Planchar el cuello y los encajes al llegar Semana Santa.

Y se consideraba afortunado al ultimo nacido de la familia, porque lograba cuidar durante mas tiempo aquel ropaje sagrado. Afortunado, y por tanto mas feliz, decian.

Entro al despacho del hombre y encontro enseguida lo que andaba buscando. Papeles que confirmaban la prosperidad de la familia, los documentos anuales que certificaban la valoracion que hacia la Iglesia Madre sobre el lugar de cada uno en la comunidad, y por fin encontro la lista de telefonos, que le dio una vision renovada de la extension geografica de la secta, no solo en Dinamarca sino por todo el mundo.

Desde la ultima vez que golpeo a la secta habian ingresado en el rebano unos cien nuevos miembros, solo en la zona de Jutlandia central.

Daba miedo pensarlo.

Cuando termino de inspeccionar todas las habitaciones volvio a salir por la ventana y despues la empujo para cerrarla. Su mirada se centro en la esquina del jardin. Magdalena no habia elegido mal sitio para jugar. Era casi imposible de ver desde la casa y el resto del jardin.

Levanto la cabeza y vio que la capa de nubes empezaba a virar al negro. Pronto oscureceria, asi que debia darse prisa.

Sabia donde buscar; de otro modo no lo habria encontrado, porque el escondite de Magdalena estaba marcado solo por una ramita que sobresalia del borde de un pedazo de cesped. Sonrio al verlo, saco la ramita con cuidado y levanto un pedazo de cesped del tamano de una mano.

En la tierra, el agujero estaba forrado con una bolsa de plastico amarillo, y encima habia un pedazo de papel de colores doblado.

Sonrio cuando lo desplego.

Despues lo metio en el bolsillo.

En el interior de la casa comunitaria observo un buen rato a aquella nina de pelo largo y a su hermano Samuel, de sonrisa rebelde. Alli estaban, confiados, con los demas miembros de la comunidad. Los que podian seguir viviendo en la ignorancia y los que muy pronto iban a vivir con una certidumbre que iba a resultarles insoportable.

La pavorosa certidumbre de lo que el iba a causarles.

Tras los canticos, los asistentes lo rodearon y acariciaron su cabeza y torso. Asi era como expresaban el jubilo que sentian por que el buscase a la Madre de Dios. Asi correspondian a su confianza, y todos estaban felices y contentos porque debian mostrarle el camino a la verdad eterna. Despues los asistentes retrocedieron un paso y extendieron los brazos hacia el cielo. Dentro de poco empezarian a pasarse la mano abierta por encima uno a otro. Las caricias continuarian hasta que uno de ellos cayera al suelo y ofreciera a la Madre su cuerpo tembloroso. Ya sabia quien iba a ser. El extasis fluia ya de las pupilas de la mujer. Una joven madre menuda cuya mayor hazana eran tres ninos gordos que saltaban a su lado.

Tambien el grito con los demas hacia el techo cuando ocurrio. La diferencia era que el retuvo en su interior lo que los demas trataban, por todos los medios, de quitarse de encima. El diablo de su corazon.

Cuando los miembros de la comunidad se despidieron en la escalera, avanzo el pie con disimulo y puso la zancadilla a Samuel, y el chico cayo al vacio desde el peldano superior.

El chasquido de la rodilla de Samuel al golpear el suelo sono a liberacion. Como el chasquido del cuello en un ahorcamiento.

Todo iba como debia.

En adelante mandaba el. En adelante todo iria como el queria.

Capitulo 10

Cuando llegaba a su casa de Ronneholtparken a esa hora de la noche, cuando el brillo azulado de los televisores salia de los bloques de hormigon y en todas las cocinas se veian siluetas de amas de casa, solia sentirse como un musico sordo en una orquesta sinfonica y sin partitura.

Seguia sin comprender por que habia ocurrido. Por que se sentia tan excluido.

Si un contable con 1,54 de cintura y una friki de los ordenadores con brazos como palillos eran capaces de establecer una vida familiar, ?por que cono no podia hacerlo el?

Devolvio con cautela el saludo de su vecina Sysser, que estaba en su cocina friendo algo bajo una luz gelida. Menos mal que habia vuelto a sus dependencias despues de la pifia del lunes por la manana. De lo contrario, Carl no habria sabido que hacer.

Miro cansado al letrero de su puerta, donde su nombre y el de Vigga habian ido cubriendose de correcciones. No era porque se sintiera solo con Morten Holland, Jesper y Hardy en casa; en aquel momento, al menos, oia la

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