sugirio, haciendo un breve guino a Antonsen-. Saluda a Lola de mi parte.
Encontro a Yrsa en el mismo lugar donde la habia dejado: en medio del pasillo del sotano, delante de la enorme ampliacion hecha por Rose del mensaje de la botella. Estaba alli plantada, con mirada pensativa y una pierna recogida bajo el vestido como un flamenco, casi en trance. Aparte de la ropa, era igual que Rose. Muy, muy inquietante.
– ?Has terminado con las contabilidades del Registro Mercantil? -pregunto.
Ella lo miro abstraida mientras se daba golpecitos en la frente con un lapiz. A saber si habia reparado en su presencia.
Carl aspiro hasta el fondo de sus pulmones y volvio a espetarle la pregunta a la cara. La pobre se sobresalto, pero esa fue a grandes rasgos su unica reaccion.
Cuando iba a dar la vuelta sacudiendo la cabeza sin saber que diablos hacer con aquellas hermanas tan singulares, ella respondio con sosiego y marcando bien cada palabra.
– Se me dan bien el
Se volvio hacia Carl.
– ?Que te parece si me dejas en paz un rato mas para que tenga la tranquilidad necesaria para pensar en este odioso mensaje?
?Que te parece? La tia llevaba plantada alli el tiempo necesario para ir en coche hasta Rodovre y volver, y aun mas, ?y queria que la dejara en paz? Hablando en plata, ya podia volver a meter sus cachivaches en aquella horrible bolsa de la compra y largarse con sus trapos escoceses con gaita y todo a Vanlose, o donde diablos viviera.
– Querida Yrsa -se esforzo Carl-. O me entregas esa ridicula contabilidad antes de veintisiete minutos con anotaciones de donde tengo que buscar, o tendre que pedir amablemente a Lis, la del segundo piso, que te prepare de inmediato un cheque por unas cuatro horas de trabajo del todo innecesario. Y ve olvidandote de la jubilacion, ?entendido?
– Joder, bueno, perdona que jure, pero ?vaya parrafada! -Lucio una amplia sonrisa-. Por cierto, ?ya te he dicho lo bien que te sienta esa camisa? Brad Pitt tiene una igual.
Carl se miro la horripilancia a cuadros que compro en el supermercado. De pronto tuvo una extrana sensacion de estar de sobra alli, en el sotano.
Se retiro hacia el denominado despacho de Assad y encontro a su ayudante sentado con las piernas sobre el cajon superior del escritorio y el telefono pegado a la barba negro-azulada de tres dias. Tenia ante si diez boligrafos que con seguridad faltaban en los dominios de Carl, y, bajo ellos, papeles con nombres y numeros y tiras de caracteres arabes. Hablaba lenta y claramente, y cosa asombrosa, sin faltas. Su cuerpo irradiaba autoridad y sosiego, y su mano sujetaba con firmeza la tacita en miniatura con su aromatico cafe turco. Sin saber nada mas, cualquiera lo habria tomado por un agente de viajes de Ankara que acababa de fletar un jumbo para treinta y cinco jeques petroleros.
Se volvio hacia Carl y le dirigio una sonrisa fingida.
Por lo visto, tambien el necesitaba paz y tranquilidad.
Era una autentica epidemia.
Tal vez debiera aprovechar la ocasion para echar una siesta preventiva en la silla del despacho. Asi, mientras tanto, podria ver en el interior de sus parpados una pelicula sobre un incendio en Rodovre y esperar que el caso se resolviera en cuanto volviera a abrir los ojos.
Acababa de sentarse y de levantar las piernas cuando aquel atractivo plan para prolongar la vida se vio interrumpido por la voz de Laursen.
– ?Queda algo de la botella, Carl? -inquirio.
Carl parpadeo.
– ?De la botella? -Se fijo en el delantal lleno de lamparones de Laursen y bajo las piernas-. Si, si puede llamarse «algo» a tropecientos fragmentos del tamano de un pene de hormiga, entonces lo tengo aqui guardado en una bolsa de plastico.
Saco la bolsa transparente y la puso a la altura de los ojos de Laursen.
– Bueno, ?que te parece? -pregunto.
Laursen asintio en silencio y senalo un fragmento algo mayor que los demas que habia en el fondo de la bolsa.
– Acabo de hablar con Gilliam Douglas, el perito de Escocia, y me ha recomendado que busque el mayor pedazo del culo de la botella y que haga un analisis de ADN de la sangre que haya. Es ese pedazo. Se ve la sangre.
Carl estuvo a punto de pedirle prestada la lupa, pero lo veia bien. No habia mucha sangre, y parecia completamente reseca.
– ?No lo han analizado ellos o que?
– No; dice que solo se ocuparon del mensaje en si. Pero dice tambien que no esperemos demasiado.
– ?Y eso…?
– Es que hay poca muestra para analizar y seguramente ha pasado mucho tiempo. Ademas, las condiciones de la botella y la permanencia en agua salada pueden haber danado el genoma que habia. O el calor, el frio y puede que un poco de salitre. La luz cambiante. Todo parece indicar que no queda rastro de ADN.
– ?El ADN se transforma mientras se descompone?
– No, no se transforma. Se descompone, sin mas. Y con todos los factores desfavorables que hay, no hace falta mas.
Carl observo la manchita del pedazo de vidrio.
– Y si encuentran algo de ADN util, ?que? ?Que conseguiriamos asi? No tenemos que identificar ningun cadaver, puesto que no hay tal. Tampoco tenemos que comparar el material genetico con familiares, porque ?quienes son? No tenemos ni idea de quien ha escrito el mensaje, asi que ?para que?
– Tal vez pudiera concretarse el color de piel, de ojos y de pelo. ?No es algo?
Carl asintio en silencio. Claro que habia que probarlo. La gente del departamento de Genetica Forense del Instituto Forense era algo fantastico, ya lo sabia. El mismo habia asistido a una conferencia del subdirector del departamento. Si alguien podia precisar si la victima era un groenlandes pelirrojo de Thule, cojo y ceceante, eran ellos.
– Llevatelo, adelante -dijo Carl. Despues dio a Laursen una palmada en el hombro-. Un dia de estos tengo que subir a tomar un entrecot.
Laursen sonrio.
– Pues tendras que traerlo de casa.
Capitulo 12
Su nombre de pila era Lisa, pero se hacia llamar Rakel. Vivio siete anos con un hombre que no la dejaba embarazada. Semanas y meses infecundos pasados en cabanas de adobe, primero en Zimbawe y despues en Liberia. Clases llenas de escolares con sonrisas de marfil enmarcadas en sus infantiles rostros morenos, pero tambien cientos de horas interminables negociando con los representantes locales del NDPL y, al final, con los guerrilleros de Charles Taylor. De suplicar ayuda para la paz. No corrian tiempos para los que hubiera podido estar preparada una maestra recien salida de una escuela privada de Magisterio. Eran demasiadas las trampas y las aviesas intenciones; pero asi podia ser tambien Africa.
Cuando la violo un grupo de soldados del NPFL que pasaban casualmente por alli, su novio no quiso intervenir. Dejo que se las arreglara sola.
Por eso habian terminado.
Esa misma noche se postro en la terraza sobre sus rodillas magulladas, estrujando sus manos llenas de