armonia de tiempos pasados. Personas sonrientes que pronto aprenderian con dolor que la maldad del mundo no se deja controlar con misas semanales y la renuncia a los goces de los nuevos tiempos.

Y no le daban lastima. Fueron ellos quienes eligieron el camino que deseaban hollar, y que se cruzaba con el suyo.

Miro a los dos ninos sentados junto a el en el asiento delantero y devolvio el saludo a la familia.

– ?Vais comodos? -pregunto mientras pasaban junto a franjas de terrenos yermos cubiertos de rastrojos de maiz marron oscuro. Metio la mano en el bolsillo lateral de la puerta. Si, su arma estaba debidamente preparada. Poca gente sospecharia que aquel cachivache era lo que era. Tenia la misma forma que el asa de un maletin.

Les sonrio cuando hicieron un gesto afirmativo. Iban comodos, sus pensamientos volaban. No estaban acostumbrados a grandes fluctuaciones en su tranquila y limitada vida cotidiana. Les esperaba el gran acontecimiento del ano.

No, aquello lo solventaria sin dificultad.

– Iremos por Finderup, es un camino muy bonito -aseguro, ofreciendoles una chocolatina. Lo tenian prohibido, si, pero era tambien una forma de crear una sensacion de complicidad entre ellos. Y la complicidad producia confianza. Y la confianza proporcionaba tranquilidad en el trabajo.

– Ah, bueno -dijo cuando vio que vacilaban-. Tambien tengo algo de fruta. ?Preferis una clementina?

– Creo que prefiero el chocolate -sentencio Magdalena con una sonrisa irresistible que dejo al descubierto su aparato dental. No cabia duda de que era la misma chica que tenia secretos ocultos bajo el cesped del jardin.

A continuacion puso por las nubes el paisaje del paramo y les dijo que estaba deseando mudarse para siempre a la region. Y cuando llegaron al cruce de Finderup reinaba el ambiente que el queria: distendido, lleno de confianza y camaraderia. Alli tomo la desviacion.

– Eh, me parece que te has desviado demasiado pronto -dijo Samuel, acercandose al parabrisas-. La desviacion para Holstebro era la siguiente.

– Si, ya lo se. Pero ayer, cuando andaba por aqui en busca de una casa, encontre este atajo a la carretera nacional 16.

Volvio a desviarse doscientos metros mas alla del monumento a Erik Klipping.

«Hesselborgvej», ponia.

– Tomaremos esta carretera. Tiene baches, pero es un atajo magnifico -continuo.

– ?De verdad? -dudo Samuel, leyendo un cartel al pasar al lado. «Prohibido el trafico militar por carreteras secundarias», se leia-. Yo creia que no tenia salida -dijo el chico, recostandose en el asiento.

– No, ahora tenemos que pasar junto a la granja amarilla de la izquierda, y llegaremos a una granja en ruinas a la derecha, y despues volvemos a desviarnos a la izquierda. Me parece que no conoces esta carretera.

Asintio para si en silencio cuando avanzaron otros doscientos metros y la gravilla del terreno empezo a escasear. Ahora venia un paisaje ondulado de bosque y tocones. El destino final estaba tras la siguiente curva.

– Ahi va -dijo el muchacho, senalando al frente-. No podras pasar por ahi, no creo.

Se equivocaba, pero no era cuestion de discutir. Por eso dijo:

– Pues vaya, Samuel, tienes razon. Asi que tendre que dar la vuelta aqui. Lo siento, oye. Pues estaba seguro de que…

Atraveso la furgoneta frente al camino estrecho, y luego dio marcha atras entre los arboles.

Cuando el coche se detuvo, saco raudo el arma de electrochoque del portaobjetos lateral, quito el seguro, la puso contra el cuello de Magdalena y disparo. Era un aparato diabolico que metia 1,2 millones de voltios en el cuerpo de la victima y la paralizaba temporalmente. El grito de dolor y sobre todo el sobresalto que provoco en la chica hicieron que Samuel se asustara. Al igual que la hermana, estaba desprevenido. La expresion de la mirada del chico reflejaba angustia, pero tambien que estaba dispuesto a pelear. En el breve segundo transcurrido desde que su hermana cayo sobre el hasta que se dio cuenta de que el chisme que apretaban contra el era peligrosisimo, todos los mecanismos de defensa del muchacho despertaron.

Por eso el hombre tardo en percibir que el chico apartaba a su hermana de un empujon, tiraba de la manilla de la puerta, conseguia abrirla y saltaba fuera del coche. Por eso la descarga del arma no penetro lo suficiente.

Dio otra sacudida a la chica y salto en pos de su hermano, que seguia avanzando por la pista forestal verduzca cojeando por la rodilla mala. Atraparlo seria cuestion de segundos.

Cuando llego a los pinos, el chico se volvio de repente.

– ?Que es lo que quieres? -grito, e imploro ayuda a los dioses, como si de las filas perfectas de arboles fuera a surgir una cohorte de angeles que lo defendieran. Cojeando, dio un paso a un lado y asio un garrote de pino con las ramas rotas peligrosamente afiladas.

Mierda, penso fugazmente. Pues era verdad, debia haberse encargado del chico primero. ?Por que diablos no habia escuchado a su instinto?

– ?No te acerques! -rugio el chico blandiendo el garrote. No habia duda de que iba a usarlo. Samuel iba a pelear con todas sus fuerzas.

Fue entonces cuando penso que debia comprar una Taser C2 por internet. Con ella podria disparar corriente a sus victimas a varios metros de distancia. En ciertas ocasiones no habia un segundo que perder, como ocurria ahora. Solo habia unos cientos de metros hasta las granjas. Pese a que el lugar estaba escogido a conciencia, un campesino o un trabajador forestal podrian aparecer de repente. Dentro de pocos segundos la hermana pequena del joven se habria recuperado lo suficiente como para poder escapar ella tambien.

– No te valdra de nada, Samuel -lo amonesto, lanzandose hacia los garrotazos febriles del chico. Noto que el garrote golpeaba su hombro de lleno en el mismo instante en que disparo el arma contra el brazo del chico, y los rugidos que emitieron fueron simultaneos.

Pero el combate era desigual, y con la siguiente descarga el chico se desplomo.

Se miro el hombro, donde lo habia golpeado Samuel. Joder, penso, mientras la sangre se extendia como si fueran estrellas por el hombro de la chaqueta.

– Si, antes de la proxima vez tengo que comprarme una Taser -murmuro mientras arrastraba al chico a la parte trasera de la furgoneta y colocaba en sus narices un trapo con cloroformo. Solo fue un momento, luego Samuel dirigio una mirada vacia a ninguna parte y perdio el conocimiento.

Un momento despues ocurria lo mismo con su hermana.

A continuacion les vendo los ojos, les ato con cinta adhesiva las manos, los pies y les tapo la boca, tal como solia hacer, y los dejo tumbados en postura fetal en medio de la gruesa alfombra que cubria el suelo.

Se mudo de camisa, se puso otra chaqueta y se quedo un rato mirando a los ninos para estar seguro de que no iban a marearse, vomitar y ahogarse en su propio vomito.

Cuando se sintio seguro de su estado arranco.

Su hermana y su cunado se habian establecido en una pequena granja a las afueras de Arup. Blanca y pegada a la carretera. A unos pocos kilometros de la iglesia donde su padre ejercio su mision final.

Era el ultimo lugar del mundo en que se le ocurriria vivir.

– ?De donde vienes esta vez? -pregunto su cunado con desgana mientras senalaba las zapatillas gastadas que habia siempre en el recibidor y que todos los visitantes debian calzar para andar por la casa. Como si sus suelos fueran algo del otro mundo.

Siguio el sonido hasta la sala y encontro a su hermana canturreando en un rincon, envuelta en una manta escocesa roida por el tiempo y la polilla.

Eva siempre lo reconocia por el caminar, pero no decia nada. Habia engordado muchisimo desde la ultima vez que se vieron. Por lo menos veinte kilos. Su cuerpo se desparramaba en todas direcciones, y la imagen de su hermana bailando con entusiasmo en el jardin de la casa del pastor pronto se desvaneceria.

No se saludaron, nunca lo hacian. Tampoco las frases de cortesia eran moneda corriente en el hogar de su infancia.

– Va a ser una visita corta -dijo, poniendose en cuclillas ante ella-. ?Que tal estas?

– Willy me cuida bien -respondio su hermana-. Vamos a almorzar dentro de poco. ?Quieres acompanarnos?

– Bueno, tomare un bocado. Y luego me voy.

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