Capitulo 17

Hubo una epoca en que las conversaciones telefonicas que mantenia con el por la manana le daban energia. El mero sonido de la voz de el bastaba para aguantar un dia sin ningun otro contacto humano. Solo pensar en su abrazo hacia que lo soportara todo.

Pero ya no sentia eso. La magia habia desaparecido.

Manana llamare a mama y hare las paces con ella, se decia. Y pasaba el dia y llegaba la manana siguiente y no lo hacia.

Porque ?que iba a decirle? ?Que sentia que se hubieran distanciado? ?Que tal vez se habia equivocado? ?Que habia conocido a otro hombre que se lo habia hecho ver? ?Que la llenaba de palabras y no era capaz de oir nada mas? Por supuesto que no podia decirselo a su madre, pero era la verdad.

El vacio interminable en el que la habia dejado su marido se habia llenado.

Kenneth habia estado en la casa mas de una vez. Tras dejar a Benjamin en la guarderia, lo encontraba alli. A pesar del caprichoso marzo, siempre en camisa de manga corta y pantalones de verano prietos. Ocho meses destinado en Irak y otros diez en Afganistan lo habian endurecido. Solia decir que los duros inviernos, tanto interiores como exteriores, atemperaban el deseo de comodidades de los soldados daneses.

Era sencillamente irresistible. Y tambien sencillamente espantoso.

Habia oido a su marido preguntar por Benjamin y extranarse de que se le hubiera pasado el catarro tan pronto. Tambien lo habia oido decir por el movil que la queria y que tenia ganas de llegar a casa. Que tal vez llegara antes de lo previsto. Y no se creyo ni la mitad de lo que le contaba; esa era la diferencia. La diferencia entre antes, cuando sus palabras la deslumbraban, y ahora, que solo la molestaban.

Y le tenia miedo. Tenia miedo de su ira, miedo de su poder. Si la echaba de casa no tenia nada, ya se habia ocupado el de eso. Si, tal vez un poco, pero ni eso. Puede que ni siquiera tuviera a Benjamin.

Y es que hablaba tan bien… Era muy habil con las palabras. ?Quien iba a creerla cuando dijera que Benjamin estaba mejor con su madre? ?No era acaso ella la que deseaba marcharse? Y su marido, ?no sacrificaba acaso su vida y tenia que viajar para poder proporcionarles sustento? Los estaba oyendo. La gente del ayuntamiento, de la administracion. Todos aquellos profesionales que solo se fijarian en la madurez de el y en los fallos de ella.

Estaba convencida.

Despues llamare a mama, penso. Me comere el orgullo y se lo contare todo. Es mi madre. Me ayudara. Claro que si. Seguro.

Pasaron las horas y las ideas la agobiaban. ?Por que se sentia asi? ?Era porque en unos pocos dias se habia sentido mas cerca de un extrano de lo que se sintiera nunca de la persona con quien estaba casada? Porque era verdad. Lo unico que sabia de su marido era lo que hablaban periodicamente en las pocas horas que pasaban juntos en casa. ?Que sabia, aparte de eso? Su trabajo, su pasado, todas las cajas del primer piso, todo aquello era territorio vedado.

Pero una cosa era perder los sentimientos y otra justificarlo. Porque ?acaso su marido no se portaba bien con ella? ?No era solo su propia ceguera lo que la impedia ver?

Pensaba en cosas asi. Y por eso volvio a subir al primer piso y se quedo mirando a la puerta donde estaban las cajas de mudanza. ?Era el momento de conocer mas? ?De traspasar los limites? ?De no poder retroceder? Si, lo era.

Saco las cajas de carton una a una y las coloco en el pasillo en orden inverso. Cuando las volviera a colocar en su sitio tenian que estar exactamente como antes, bien cerradas y con los abrigos encima. Solo asi veia factible la empresa.

Eso esperaba.

Las primeras diez cajas, las que habian estado al fondo, bajo la ventana Velux, corroboraban lo que le habia dicho su marido. Viejos trastos de familia que habian terminado en sus manos. Productos tipicos de herencias, iguales a los que dejaron sus abuelos para la familia: piezas de porcelana, todo tipo de papeles y cachivaches, mantas de lana, manteles de encaje, vajilla para doce y diversos cortapuros, relojes de mesa y baratijas.

La imagen de una vida familiar ya pasada y camino del olvido. Asi es como se lo describio el.

Las siguientes diez cajas anadian detalles que corrian un velo desconcertante sobre esa imagen. Alli estaban los marcos de foto dorados. Carpetas con recortes de periodico ampliados. Albumes con acontecimientos y recuerdos pegados. Todo ello de su infancia, todo ello apuntalando la idea de que la mentira y los silencios siempre estan presentes en la mirada retrospectiva hacia las sendas de la infancia.

Porque, contrariamente a lo que siempre habia sostenido, su marido no era hijo unico. De hecho, no cabia la menor duda de que tenia una hermana.

En una de las fotografias aparecia vestido de marinero, cruzado de brazos, mirando con ojos tristes hacia la camara. No tendria mas de seis o siete anos. Piel suave y cabellera espesa con raya a un lado. Junto a el habia una nina pequena de largas trenzas y sonrisa inocente. Podria ser la primera vez que la fotografiaban.

Era un bonito retrato de dos ninos bien diferentes.

Dio la vuelta a la foto y aparecieron tres letras. EVA, ponia. Tambien habia algo mas escrito, pero estaba tachado a boligrafo.

Estuvo hojeando las fotografias y dandoles la vuelta a todas. Otra vez las tachaduras.

Ningun nombre, ninguna indicacion del lugar.

Todo estaba tachado.

?Por que tachar los nombres?, penso. Asi desaparece la gente para siempre.

Cuantas veces no habia estado en su casa mirando fotos antiguas de gente sin nombre.

Igual su madre le decia «Es tu bisabuela, se llamaba Dagmar», pero no estaba escrito en ninguna parte. Y cuando su madre muriera ?que iba a pasar con los nombres? ?Quien habia insuflado vida a quien, y cuando?

Pero aquella nina tenia nombre. Eva.

Seguro que era la hermana de su marido. Los mismos ojos, la misma boca. En dos de las fotos en que estaban solos miraba a su hermano con admiracion. Era conmovedor.

Eva parecia una chica de lo mas normal. Rubia, limpia y con una mirada al mundo en la que, aparte de aquella primera foto, siempre habia mas inquietud que valor.

Cuando los hermanos aparecian con los padres estaban todos apretados, como si se defendieran del resto del mundo. Nunca se abrazaban, solo se ponian muy juntos. En las escasas fotos en que aparecian los cuatro, la disposicion era siempre la misma. En primer plano los ninos, con los brazos caidos, y la madre detras con las manos posadas en los hombros de su hija, y las manos del padre en los del hijo.

Era como si aquellos dos pares de manos apretaran a los ninos contra la tierra.

Trataba de entender a aquel chico con mirada de viejo que se convirtio en su marido. Era dificil. Y es que habia demasiada diferencia de edad entre ella y el, se dio cuenta con mas claridad que nunca.

Volvio a cerrar las cajas con las fotos y abrio las carpetas con la conviccion recien adquirida de que habria sido mejor que ella y su marido nunca se hubieran conocido. De que, en realidad, habia nacido para compartir el destino con un hombre como el que vivia a cinco manzanas de ella. No con el hombre cuyas fotos habia estado viendo.

El padre de el fue pastor protestante, era algo que el nunca le conto, pero se veia en varias fotografias.

Un hombre sin sonrisa y con una mirada que expresaba soberbia y poder.

La madre de su marido no tenia la misma mirada. La suya era inexpresiva.

En aquellas carpetas se intuia por que. Porque el padre mandaba en todo. Habia hojas parroquiales en las que despotricaba contra el ateismo, predicaba la desigualdad y denunciaba a las almas descarriadas. Panfletos que trataban sobre poseer la palabra de Dios y solo soltarla cuando podia arrojarse a la vista de los descreidos. En aquellos escritos se veia con nitidez que su marido habia crecido en un ambiente muy diferente al que ella conocio.

Demasiado diferente.

Era un ambiente nauseabundo, de exaltacion patriotica, opiniones siniestras, intolerancia, profundo conservadurismo y chovinismo el que se traslucia de aquellos libelos amarillentos. Claro que era el padre y no su

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