Eva asintio con la cabeza. En realidad le daba igual. Desde que la luz de sus ojos se apago, tambien habia perdido las ganas de oir noticias de sus semejantes y del mundo exterior. Puede que fuera necesario. Puede que de pronto las imagenes descoloridas del pasado ocuparan demasiado en su interior.
– Os he traido dinero.
Saco un sobre del bolsillo y se lo puso en la mano.
– Son treinta mil. Con eso podreis apanaros hasta mi proxima visita.
– Gracias. ?Cuando?
– Dentro de unos meses.
Eva asintio en silencio y se levanto. El fue a ayudarla, pero ella retiro el brazo.
En la mesa de la cocina, cubierta por un hule que habia conocido dias mas felices en decadas pasadas, completaban el bodegon sendos moldes de aluminio conteniendo pate barato y unos pedazos indefinibles de carne frita. Willy conocia a gente de la comarca que cazaba mas de lo que podia comer, asi que no les faltaban calorias.
Su cunado jadeaba, asmatico, cuando hinco la cabeza en el pecho y rezo un padrenuestro. Tanto el como su hermana tenian los ojos cerrados con fuerza, pero todos sus sentidos estaban dirigidos hacia el extremo de la mesa donde estaba sentado el.
– ?Todavia no has encontrado a Dios? -pregunto despues su hermana dirigiendole su mirada muerta jaspeada de blanco.
– No -replico-. Mi padre me lo saco a golpes.
Su cunado alzo lentamente la cabeza y lo miro con odio. En otros tiempos habia sido un tipo guapo. Bromista y lleno de ambiciones de navegar y conocer los rincones mas reconditos y las mujeres de piel mas suave del mundo. Cuando conocio a Eva, ella lo deslumbro con su vulnerabilidad y sus hermosas palabras. El siempre habia conocido a Jesucristo, pero no era su mejor amigo.
Eva lo hizo cambiar de parecer.
– Habla con respeto de mi suegro -dijo su cunado-. Era un santo.
Miro a su hermana. Su rostro carecia por completo de expresion. Si hubiera tenido algun comentario que hacer al respecto, podria haberlo dicho entonces, pero no lo hizo. Por supuesto que no.
– Entonces, ?crees que nuestro padre se encuentra en el Paraiso?
Su cunado entorno los ojos. Esa fue su respuesta. Mas le valia no seguir en esa direccion, fuera o no hermano de Eva.
Sacudio la cabeza y devolvio la mirada a su cunado. Pobre desgraciado, penso. Si la idea de un Paraiso donde tuviera sitio un pastor de tercera, embrutecido y con estrechez de miras, era tan importante para el, lo ayudaria con sumo gusto a alcanzarlo en un santiamen.
– Deja de mirarme asi, cunado -dijo-. He dejado treinta mil coronas para ti y para Eva. A cambio exijo que te controles durante la media hora que voy a estar aqui.
Miro al crucifijo colgado de la pared sobre el rostro cabreado de su cunado. Era mas pesado de lo que parecia.
Habia sentido su peso encima.
Escucho ruidos en la parte trasera de la furgoneta cuando atravesaba el puente del Gran Belt, y se detuvo antes de llegar a la cabina de peaje para abrir la puerta trasera y volver a rociar con cloroformo los dos cuerpos que forcejeaban.
No se puso en marcha hasta que la quietud regreso a la parte trasera, y esta vez bajo las ventanillas, porque tenia la sensacion de que la ultima dosis habia sido excesiva.
Cuando llego a la caseta de botes del norte de Selandia habia demasiada luz para meter a los jovenes. Los primeros veleros del ano y los ultimos del dia volvian a los puertos de recreo de Lyn?s y Kign?s. Bastaba un alma curiosa con un par de prismaticos para que todo se fuera al garete. El problema era que en la parte trasera de la furgoneta reinaba excesivo silencio, y aquello empezaba a inquietarlo. Si los ninos morian por la dosis de cloroformo, habria echado por la borda meses de preparativos.
Vete de una puta vez, penso con la vista clavada en el obstinado coloso celeste que, de color rojo intenso, parecia atascado en el horizonte bajo las nubes arreboladas.
Entonces cogio el movil. La familia de Dollerup ya habria empezado a extranarse de que no hubiera vuelto con los ninos. Les habia prometido entregarlos antes del descanso y no habia mantenido su promesa. Se los imaginaba en aquel momento esperando sentados en torno a la mesa con sus velas, sus tunicas y las manos juntas. Iba a ser la ultima vez que confiaban en el, estaria diciendo en aquel momento la madre.
Y en eso estaba dolorosamente en lo cierto.
Tecleo el numero. No se presento. Dijo sin mas que exigia un millon de coronas de rescate. Billetes usados en un pequeno saco que debian arrojar del tren. Les dijo cuando salia el tren, donde y cuando tenian que hacer transbordo, y en que tramo iban a ver una luz estroboscopica y a que lado del tren. La llevaria en la mano y destellaria como un
Mas les valia no tratar de enganarlo. Tenian el fin de semana y el lunes para reunir el dinero. Y el lunes por la noche debian coger el tren.
Si no estaba todo el dinero, los ninos moririan. Si se ponian en contacto con la Policia, los ninos moririan. Si hacian algo extrano tras la entrega del dinero, los ninos moririan.
– Recordad -dijo-. El dinero volvereis a ganarlo, pero los ninos se perderan para siempre.
Tras decir eso siempre dejaba a los padres un momento para que jadearan en busca de aire. Para que superasen la conmocion.
– Y recordad tambien que no podreis proteger a los demas hijos todo el tiempo. Si tengo la minima sospecha, vivireis en la inseguridad. De lo unico que podeis estar seguros es de eso y de que nunca podreis localizar este movil.
Luego corto la comunicacion. Era asi de sencillo. Dentro de diez segundos el movil habria desaparecido en la bahia. Siempre habia sido habil tirando piedras.
Los ninos tenian una palidez cadaverica, pero estaban vivos. Los encadeno en el interior de la caseta de botes, a cierta distancia uno del otro, les solto las ligaduras y se aseguro de que no devolvieran lo que les dio de beber.
Tras la habitual escena de suplicas, llantos y miedo comieron algo, y el tenia la conciencia tranquila cuando les tapo la boca con cinta adhesiva y se marcho con la furgoneta.
Hacia quince anos que era propietario del lugar y nunca se habia acercado a la caseta nadie aparte de el. La granja a la que pertenecia la caseta estaba oculta tras los arboles, y el trayecto hasta la caseta siempre habia estado cubierto por vegetacion. El unico sitio desde el que podia divisarse era desde el agua, y aun asi habia obstaculos. ?Quien querria amarrar en la masa maloliente llena de algas que crecia sobre la red de pesca? La red la habia extendido entre las estacas de la masa aquella vez que una de sus victimas arrojo algo al agua.
No, los ninos podian gimotear cuanto quisieran.
Nadie los oiria.
Volvio a mirar la hora. Hoy no iba a telefonear a su mujer como tenia por costumbre cuando se ponia rumbo a Roskilde. ?Por que darle una idea de cuando podia esperarlo de vuelta?
Ahora se dirigiria a la pequena propiedad rural de Ferslev, dejaria la furgoneta en el granero y a continuacion saldria con el Mercedes. En menos de una hora estaria en casa, y el tiempo diria que se traia entre manos su mujer.
Los ultimos kilometros antes de llegar a casa logro una especie de paz interior. ?Que era lo que habia alimentado la sospecha respecto a su mujer? ?No era acaso un fallo de el? Aquellas sospechas infundadas e ideas sombrias ?no se alimentaban acaso de todas las mentiras que el escupia y de las que vivia? Todo aquello ?no era sencillamente consecuencia de su propia vida encubierta?
Bueno, la verdad es que lo pasamos bien juntos, fue su ultimo pensamiento antes de reparar en la bici de hombre apoyada en el sauce lloron de la entrada.
Fue antes de reparar en ello, y en que la bici no era la suya.