estaba refrescando los genitales.

– ?Mierda! -rugio, apartando con la mano el cafe de los pantalones. Volvio a jurar al segundo siguiente, cuando los faros delanteros de un coche salieron de la casa y bajaron la carretera que llevaba a Ronneby.

Dejo que el cafe calara el asiento y apreto el acelerador a fondo. No se veia un carajo. En cuanto salieron de Hallabro, solo quedaron las estrellas y el coche de delante en el paisaje rocoso de Blekinge.

Descendieron diez o quince kilometros, hasta que los faros del coche de delante rozaron una casa de color amarillo chillon, situada en una colina y tan cerca de la carretera que bastarian unas rafagas moderadas de viento para que aquel feo edificio provocase un caos en el trafico.

El otro coche torcio en ese punto y se quedo en el camino de entrada diez minutos; entonces Carl dejo el Peugeot al borde de la carretera y avanzo sin prisa hacia la casa.

Fue entonces cuando vio que el otro coche estaba lleno de gente. Figuras inmoviles y tetricas. Cuatro en total, de diversos tamanos.

Espero unos minutos, mirando bien alrededor. En aquella casa, aparte del color, que lucia en la oscuridad, no habia nada que alegrara la vista.

Basura, hierros viejos y aperos gastados. Parecian bienes de una herencia que llevaban muchos, muchos anos sin tocar.

Hay una gran diferencia entre la casa elegante que tenia la familia en el mejor barrio de viviendas unifamiliares de Gr?sted y este desierto, penso, y siguio los conos de luz de un coche procedente de Ronneby que se deslizaron carretera arriba para barrer el lateral de la casa y el coche aparcado en la entrada. La rafaga de luz desvelo por un segundo el rostro lloroso de la madre, de una joven y dos adolescentes en el asiento trasero. Todos los del coche parecian estar muy afectados por la situacion. Callados, pero con una expresion nerviosa y asustada en el rostro.

Carl se acerco sigiloso al lateral y pego la oreja a la pared de madera podrida. Entonces se dio cuenta de que lo unico que mantenia aquello en pie era la pintura.

Alli dentro ocurria algo. Estaba claro que eran dos hombres discutiendo acaloradamente, y estaba claro tambien que la concordia no era lo que caracterizaba la situacion. Parecian gritos y voces violentos y llenos de hostilidad.

Cuando se callaron, Carl apenas llego a ver al hombre que le habia cerrado la puerta dando un portazo y casi se lanzo al asiento de conductor del coche que aguardaba.

Las ruedas chirriaron cuando la familia Holt dio marcha atras y salio zumbando hacia el sur, y Carl se decidio.

Era como si aquella horripilante casa amarilla le susurrara.

Y el escuchaba con los oidos bien abiertos.

En el letrero ponia «Mami Bengtsson», pero la mujer que abrio la puerta amarilla no era ninguna mami. Veintipocos anos, rubia, las paletas algo cruzadas y de lo mas encantadora, como se decia antes.

Pues si, Suecia tenia algo.

– Bueno, supongo que en cierto modo me esperaban -dijo, ensenandole la placa-. ?Esta Poul Holt en la casa?

La joven sacudio la cabeza, pero sonrio. Si la gresca de antes iba en serio, habia sabido mantenerse a una distancia de seguridad.

– ?Y Tryggve?

– Acerquese -respondio en sueco, senalando la puerta mas cercana. Despues grito en sueco hacia la sala-. ?Ya ha llegado, Tryggve! Yo voy a acostarme, ?vale?

Sonrio a Carl como si fueran viejos amigos y lo dejo a solas con su novio.

Era flaco y mas largo que un dia sin pan, pero ?que se habia imaginado? Carl tendio la mano y recibio un fuerte apreton.

– Tryggve Holt -se presento el hombre-. Ha venido mi padre a prevenirme.

Carl asintio con la cabeza.

– Por lo demas, creia que no os hablabais.

– Es verdad. Estoy expulsado. Llevaba cuatro anos sin hablar con ellos, pero los he visto varias veces parados en la carretera frente a la entrada.

Tenia la mirada sosegada. No parecia afectado por la situacion ni por el alboroto anterior, asi que Carl fue directo al grano.

– Hemos encontrado un mensaje en una botella -comenzo, y percibio enseguida un movimiento en el rostro seguro de si mismo del joven-. Bueno, de hecho la pescaron en Escocia hace varios anos, pero no llego a la Jefatura de Copenhague hasta hace ocho o diez dias.

Se produjo una transformacion. Fue bastante llamativa, y la provocaron las palabras «un mensaje en una botella». Como si justo aquellas palabras hubieran sido barridas a conciencia de su interior. Tal vez habia estado temiendo que alguien las dijera. Tal vez fueran la clave de todos los enigmas que agitaban su fuero interno. Era lo que parecia.

Se mordio el labio.

– ?Dice que han encontrado un mensaje en una botella?

– Si. ?Este!

Tendio una copia del mensaje al joven.

En dos segundos Tryggve redujo su estatura medio metro, mientras giraba en torno a si, echando al suelo cuanto alcanzaban sus brazos. De no ser por los reflejos de Carl, se habria caido.

– ?Que pasa? ?Que pasa?

Era la novia. Estaba en el vano de la puerta con el pelo suelto y una camiseta que tapaba algo los muslos desnudos. Preparada para acostarse.

Carl senalo el mensaje.

Ella lo cogio. Le echo un vistazo y se lo tendio a su novio.

Despues nadie dijo nada durante un buen rato.

Cuando el tipo se repuso, al fin, miro de reojo al papel, como si fuera un arma secreta que pudiera apuntarlo y aniquilarlo. Como si el unico antidoto fuera volver a leerlo, palabra por palabra.

Cuando alzo el rostro hacia Carl no era el mismo de antes. El sosiego y la seguridad en si mismo habian quedado absorbidos por el mensaje de la botella. Notaba palpitaciones en el cuello, tenia la cara roja, sus labios temblaban. No cabia duda de que el mensaje de la botella le recordaba una vivencia sumamente traumatica.

– Oh, Dios mio -dijo bajando la voz, cerro los ojos y se tapo la boca con la mano.

Su novia le cogio la mano.

– Tranquilo, Tryggve -lo sosego en sueco-. Tenia que saberse. Ahora ya ha pasado y en adelante todo ira bien.

El joven se seco las lagrimas y se volvio hacia Carl.

– Nunca habia visto ese mensaje. Solo vi que lo escribian.

Cogio el papel y volvio a leerlo mientras sus agitados dedos se dirigian sin cesar a sus ojos llorosos.

– Mi hermano era el mas listo y el mas majo del mundo -declaro con labios tremulos-. Lo que pasa es que le costaba expresarse.

Luego coloco el mensaje sobre la mesa, cruzo los brazos y se inclino algo hacia delante.

– De verdad, le costaba.

Carl iba a ponerle la mano en el hombro, pero Tryggve sacudio la cabeza.

– ?Podemos hablar manana? -ofrecio-. Ahora no puedo. Puede dormir en el sofa. Mami traera la ropa de cama, ?de acuerdo?

Carl miro al sofa. Era algo corto, pero tenia un tapizado magnifico.

El chirriar de ruedas sobre una calzada mojada desperto a Carl. Se enderezo un poco desde su postura y se dirigio a las ventanas. Era una hora indefinida, pero seguia estando bastante oscuro. Frente a el estaban los dos jovenes agarrados de la mano, sentados en sendas sillas gastadas de Ikea, saludandolo con la cabeza. El termo estaba ya sobre la mesa, y el mensaje estaba al lado.

– Como sabe, fue mi hermano mayor Poul quien escribio eso -afirmo Tryggve al ver que Carl empezaba a

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