pies de ella.
– Bueno, vamos a ver esta. Pronto vamos a saber de una vez por todas si has revuelto en ellas, ?vale?
Ella se quedo mirando cuando el abrio la tapa. Era la caja que estaba debajo del todo, hacia la mitad del cuarto. Dos hojas de carton de la camara funeraria que contenia los secretos mas intimos de su marido. El recorte en que aparecia ella en Bernstorffsparken. El archivador de madera con abundantes direcciones e informaciones sobre familias y sus hijos. El sabia exactamente donde estaban.
Ella cerro los ojos y trato de respirar con sosiego. Si existia Dios, tenia que ayudarla ahora.
– No se para que sacas todos esos papeles viejos. ?Que tiene que ver eso conmigo?
El puso una rodilla en el suelo, tiro del primer monton de recortes y lo puso a un lado. No queria arriesgarse a que viera el recorte de ella a caballo en caso de no encontrarla culpable.
Ella lo tenia calado.
Despues saco con cuidado el archivador. Ni siquiera necesito abrirlo. Dejo caer la cabeza y hablo con suavidad.
– ?Por que no podias dejar mis cosas en paz?
?Que es lo que habia visto? ?Habia pasado ella algo por alto?
Se quedo mirando la espalda de el; despues miro al taburete, y de nuevo a su espalda.
?Que significaban aquellos papeles de la caja de madera? ?Por que tenia el los punos apretados y los nudillos blancos?
La mujer se llevo las manos al cuello y sintio el pulso desbocado.
El se volvio hacia ella con los ojos entornados. Era una mirada espantosa. Reflejaba una repugnancia tan condensada que apenas la dejaba respirar.
El taburete seguia estando a tres metros.
– No he andado en tus cosas -replico ella-. ?Que te hace creerlo?
– No es algo que crea. ?Lo se!
La mujer dio un pasito hacia el taburete. El no reacciono.
– ?Mira! -exclamo entonces, volviendo hacia ella la parte frontal de la caja de madera. No se veia nada.
– ?Que tengo que mirar? -pregunto ella-. No se ve nada.
Cuando el aguanieve cae majestuosa se puede ver como se evaporan los copos mientras caen al suelo. Como lo bello y ligero es absorbido de nuevo en el aire, de donde habia surgido, y el momento magico termina.
Se sintio igual que uno de aquellos copos cuando el la agarro de las piernas y la hizo caer. Mientras caia, vio que su vida se disolvia y que todo cuanto conocia se pulverizaba. Lo unico que sintio cuando su cabeza golpeo el suelo fue que el la seguia agarrando.
– No, no se ve nada en la caja, pero deberia verse -dijo el entre dientes.
Ella sintio que manaba sangre de la sien, pero no le dolia.
– No se a que te refieres -se oyo decir.
– Habia un hilo en la tapa -dijo su marido, bajando la cabeza hasta ella-. Y ahora no esta.
– Sueltame. Dejame ponerme en pie. Seguro que se ha caido solo. ?Cuanto tiempo llevas sin mirar en las cajas? ?Cuatro anos? ?Sabes cuantas cosas pueden suceder en cuatro anos?
Despues hincho sus pulmones de aire y grito con todas sus fuerzas.
– ?QUE ME SUELTES!
Pero no la solto.
Cuando la arrastro al interior del cuarto de las cajas, vio que la distancia al taburete se hacia cada vez mayor. Vio el rastro de sangre que quedo en el suelo. Oyo sus juramentos y resoplidos cuando el le piso la espalda para que no se levantara.
Quiso gritar otra vez, pero le faltaba aire.
Entonces el aflojo la presion del pie, la agarro de pronto con fuerza de las axilas y la arrastro hasta el cuarto. Alli se quedo, sangrando y paralizada en el pasillo de cajas de mudanza.
Tal vez hubiera podido reaccionar, pero lo que ocurrio no pudo preverlo.
Solo registro las piernas de el dando dos pasos rapidos a un lado, y que levantaban la caja de mudanzas que tenia encima.
Despues el dejo caer con pesadez la caja sobre el pecho de ella.
Por un momento se quedo sin aire, pero instintivamente se retorcio un poco a un lado y consiguio cruzar una pierna sobre la otra. Despues llego volando la segunda caja de carton, que bloqueo su antebrazo contra las costillas y no la dejaba mover el cuerpo. Y para terminar, otra caja encima.
Tres cajas de mudanzas que pesaban demasiado.
Veia algo de la abertura de la puerta y el pasillo en el extremo de sus pies, pero tambien aquello desaparecio cuando el cerro el hueco con una pila de cajas sobre su pantorrilla y finalizo con una ultima pila de cajas en el suelo, justo contra la puerta.
Su marido no dijo nada mientras lo hacia. Tampoco dijo nada cuando cerro la puerta con llave y la dejo completamente encerrada entre cajas.
No tuvo tiempo ni de gritar pidiendo ayuda. Claro que ?quien iba a ayudarla?
?Pensara dejarme aqui?, se pregunto mientras el diafragma se encargaba de la respiracion del pecho. Solo llegaban unos resquicios de luz procedentes de la ventana Velux de arriba, y unicamente veia superficies marrones de carton.
Cuando al fin llego la oscuridad, sono el movil de su bolsillo trasero.
Sono y sono, hasta que tambien eso termino.
Capitulo 21
En los primeros veinte kilometros camino de Karlshamn, Carl fumo cuatro cigarrillos para superar los temblores producidos por el terrorifico cafe de Tryggve Holt.
Si hubiera terminado el interrogatorio la vispera, habria podido volver a casa justo despues, y en aquel momento estaria calentito en su cama con el periodico sobre la tripa y el olor penetrante de los bunuelos de arroz de Morten en las fosas nasales.
Saboreo su propio mal aliento.
Sabado por la manana. Dentro de tres horas estaria en casa. Mientras tanto, tendria que apretarse los machos.
Acababa de sintonizar a duras penas con Radio Blekinge cuando el timbre del movil interrumpio un vals ejecutado por violines noruegos.
– ?Vaya! ?Donde estas, Charlie? -dijo la voz al otro extremo de la linea.
Carl volvio a mirar el reloj. Solo eran las nueve, aquello no anunciaba nada bueno. ?Cual fue la ultima vez que su hijo postizo habia estado levantado tan temprano un sabado?
– ?Que ocurre, Jesper?
El joven parecia cabreado.
– No aguanto mas en casa de Vigga. Voy a volver a casa, ?vale?
Carl bajo el volumen de la radio.
– ?A casa? Oye, Jesper, escucha. Vigga acaba de darme un ultimatum. Tambien ella quiere volver a casa, y si me parece mal prefiere vender la casa y quedarse con la mitad. ?Donde cono vas a vivir entonces?
– No puede hacer eso.
Carl sonrio. Era asombroso lo mal que conocia aquel chico a su madre.
– ?Que pasa, Jesper? ?Por que quieres volver a casa? ?Te has cansado de los agujeros del techo de la cabana de tu madre? O ?es que te hizo fregar los platos anoche?
Sonrio para si. El sarcasmo les venia bien a las contracciones del diafragma.
– El insti de Allerod queda en el quinto pino. Una hora para ir y otra para volver, es una putada. Y Vigga esta chillando todo el tiempo. Estoy harto de oirla.