en su vida. Aquello que se oia ?era el sonido de sitares o algun pobre animal atormentado?

– ?Que ocurre? -pregunto, sintiendo un deseo irresistible de taparse los oidos con las manos.

– ?A que es bonita? -aseguro, dando un par de pasos de baile que ningun indio con un minimo de respeto hacia si mismo llamaria apropiados-. Gurkamal me ha regalado el CD, y va a darme mas.

– ?Esta aqui?

Pregunta idiota en una casa con dos habitaciones.

Vigga exhibio una sonrisa esplendida.

– Esta en la tienda. Su hija tenia curling y ha ido a sustituirla.

– ?Curling? Vaya. Desde luego, hay que buscar bien para encontrar un deporte indio mas tipico.

Ella le dio un golpecito.

– Indio, dices. Yo digo que de Punjab, porque el es de alli.

– No me digas. O sea que es pakistani, no indio.

– No, es indio; pero no te preocupes por eso.

Se dejo caer sobre una butaca gastada.

– Vigga, esto es insoportable. Jesper anda de un lado a otro, y tu amenazas con esto y aquello. No se a que santo encomendarme en la casa donde vivo.

– Si, es lo que pasa cuando sigues casado con la que es duena de media casa.

– A eso me refiero. ?No podriamos llegar a un acuerdo razonable para que te pague tu parte poco a poco?

– ?Razonable?

Alargo la palabra hasta que llego a sonar odiosa.

– Si. Si tu y yo pidieramos un prestamo hipotecario de, digamos, doscientas mil, podria pagarte dos mil coronas al mes. No te vendria mal, ?no?

Se podia ver su maquinaria interna haciendo sumas y restas. Cuando se trataba de cantidades pequenas podia equivocarse, pero en el caso de sumas con muchos ceros por detras era una autentica eminencia.

– Carino -empezo, y con ello Carl perdio la batalla-, una cosa asi no se decide en el te de media tarde. Tal vez mas adelante, y quiza por una cantidad bastante superior. Pero ?quien sabe lo que nos depara la vida?

Despues echo a reir sin motivo, y la confusion volvio a su cauce habitual.

A Carl le habria gustado hacer acopio de fuerzas para decir que en ese caso tendrian que contratar a un abogado que se ocupara del asunto, pero no se atrevio.

– Pero mira, Carl. Somos familia y debemos ayudarnos entre nosotros. Ya se que tu y Hardy, Morten y Jesper estais contentos de vivir en Ronneholtparken, asi que seria una lastima daros un disgusto. Lo comprendo.

Mirandola, vio que dentro de nada haria una propuesta como un punetazo que iba a dejarlo sin aliento.

– Y por eso he decidido dejaros en paz a ti y a los demas.

Bien podia decirlo. Pero ?que iba a suceder cuando Carcamal se cansara de su parloteo interminable y sus calcetines de punto?

– Pero, a cambio, has de hacerme un favor.

Una declaracion asi, procediendo de quien procedia, podia significar problemas del todo insuperables.

– Creo… -alcanzo a decir antes de que lo interrumpieran.

– Mi madre quiere que la visites. Habla mucho de ti, Carl, sigues siendo su gran favorito. Por eso he decidido que la visites una vez por semana. ?Te parece bien? Pues empiezas manana.

Carl volvio a tragar saliva. Eran cosas como aquella las que dejaban a un hombre con la garganta seca. ?La madre de Vigga! Aquella senora extrana que tardo cuatro anos en darse cuenta de que Carl y Vigga se habian casado. Una persona que vivia convencida de que Dios creo el mundo solo para el disfrute de ella.

– Si, si, ya se en que estas pensando, Carl. Pero ya no esta tan mal. Desde que esta senil.

Carl respiro hondo.

– No se si podra ser una vez por semana, Vigga.

Observo enseguida que los rasgos de ella se agudizaban.

– Pero lo intentare.

Ella le tendio la mano. Era curioso que siempre acordaran algo que el estaba obligado a mantener y que para ella era un arreglo provisional.

Aparco el coche en una calle lateral del pantano de Utterslev y se sintio muy solo. En casa habia vida, sin duda, pero no era la suya. Tambien en el trabajo se perdia en ensonaciones. No tenia aficiones ni practicaba deporte alguno. No le gustaba andar con extranos ni estaba lo bastante sediento para ahogar su soledad en los tentadores bares.

Y ahora un hombre con turbante se habia armado de valor y se habia cepillado a su casi exmujer en menos tiempo del necesario para alquilar una peli porno.

Su supuesto colega ni siquiera vivia en la direccion que le habia dado, o sea que tampoco podia andar de juerga con el.

No era de extranar que lo estuviera pasando mal.

Aspiro poco a poco el oxigeno del terreno pantanoso entre sus labios afilados y volvio a notar que se le ponia carne de gallina en los brazos mientras sudaba a chorros. ?Iba a volver a estar tan jodido otra vez? Dos veces en menos de un dia.

?Estaba enfermo?

Cogio su movil del asiento del copiloto y miro un buen rato el numero que habia buscado. Solo ponia «Mona Ibsen». ?Seria peligroso?

Cuando a los veinte minutos noto que su ritmo cardiaco iba a mas, apreto el boton de llamada y rezo por que la noche del domingo no fuera tabu para una psicologa de emergencias.

– Hola, Mona -dijo en voz baja cuando oyo la voz de ella-. Soy Carl Morck. Me s…

Habria querido decir que se sentia mal. Que tenia necesidad de hablar. Pero no llego a decirlo.

– ?Carl Morck! -lo interrumpio Mona. No sonaba muy sociable, que se diga-. Llevo esperando tu llamada desde que volvi a Dinamarca. Desde luego, ya era hora.

Estar sentado en su sofa, en una sala con tanto aroma de mujer, era como cuando en otros tiempos estuvo tras unos barracones de madera, en una excursion escolar, con la mano de una chica de piernas largas bien metida en sus pantalones. De lo mas desconcertante, y a la vez de lo mas excitante y transgresor.

Y Mona tampoco era ninguna pecosa hija del panadero de la calle Mayor; las reacciones de su cuerpo asi lo confirmaban. Cada vez que oia los pasos de ella en la cocina sentia aquel martilleo amenazante a la altura del bolsillo del pecho. Desagradable a mas no poder. Solo le faltaba caerse redondo ahi mismo.

Habian intercambiado frases corteses y hablado un poco de su ultimo ataque. Bebieron un Campari con soda y, animados por eso, bebieron otro par. Hablaron de su viaje a Africa y estuvieron a punto de besarse.

Tal vez fuera la idea de lo que deberia ocurrir lo que desencadeno la sensacion de panico.

Mona entro en la sala con unos triangulitos que llamo bocados de medianoche, pero ?quien podia pensar en ellos cuando estaban solos y ella llevaba la blusa tan condenadamente ajustada?

Vamos, Carl, penso. Si un hombre que se llama Carcamal y lleva trenzas en la barba puede, tambien tu puedes.

Capitulo 22

Habia encerrado a su mujer en una carcel de cajas pesadas, y alli iba a seguir hasta que todo terminara. Sabia demasiado.

Durante un par de horas oyo ruido de raspado contra el suelo del piso de arriba, y cuando volvio a casa con Benjamin oyo tambien algun gemido sofocado.

Ahora que habia metido todas las cosas del nino en el coche, se hizo el silencio en el trastero.

Puso un CD de musica infantil en el equipo del coche y sonrio a su hijo por el retrovisor. Cuando llevara una

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