Se dio la vuelta con asco y volvio al anexo. Bajo dos pesadas cadenas de metro y medio que colgaban de un clavo y encontro dos candados en el cajon del banco de carpintero. La ultima vez que estuvo alli reparo en que las correas de cuero en torno a la cintura de los ninos parecian algo desgastadas, claro que tambien las habia utilizado bastante. Si Samuel seguia trabajandolas con la misma intensidad que hasta ahora, haria falta reforzarlas.

Los ninos lo miraron confusos cuando encendio la luz y entro en la caseta. El chico, que estaba en la esquina, tiro una vez mas de sus cadenas, pero de nada le valio. Pataleo y protesto con furia tras la cinta adhesiva cuando el hombre le rodeo la cintura con la cadena y luego la unio con candado a la cadena de la pared. Pero ya no le quedaban fuerzas para oponer resistencia. Los dias de hambre y la postura forzada habian dejado su huella. Tenia un aspecto lastimoso, sentado alli sobre sus piernas dobladas.

Igual que las demas victimas.

La chica habia dejado de cantar de pronto. La presencia de el absorbia toda su energia. Quiza habia pensado que los esfuerzos de su hermano valdrian para algo. Ahora ya sabia que no podia estar mas equivocada.

Lleno la taza de agua y arranco la cinta adhesiva de su boca.

Magdalena jadeo un par de veces, pero despues alargo el cuello y abrio la boca. A pesar de todo, el instinto de supervivencia estaba intacto.

– No bebas tan rapido, Magdalena -susurro.

Ella alzo el rostro y lo miro un momento a los ojos. Confusa y aterrada.

– ?Cuando volvemos a casa? -pregunto con labios tremulos. Nada de arrebatos impetuosos. Solo aquella pregunta simple, y despues un tiron para pedir mas agua.

– Pasaran un dia o dos -repuso.

Habia lagrimas en los ojos de la chica.

– Quiero volver con papa y mama -dijo llorando.

El sonrio y levanto la taza hasta sus labios.

Tal vez ella notara lo que estaba pensando. Lo cierto es que dejo de beber, lo miro un momento con ojos humedos y luego dirigio su rostro hacia su hermano.

– Va a matarnos, Samuel -dijo con voz temblorosa-. Estoy segura.

El hombre giro la cabeza y miro a los ojos al hermano.

– Tu hermana esta confusa, Samuel -aseguro en voz baja-. Claro que no voy a mataros. Todo va a ir bien. Vuestros padres tienen dinero y no soy ningun monstruo.

Se volvio de nuevo hacia Magdalena, que estaba con la cabeza colgando, como si estuviera ya ante el fin de su vida.

– Se muchas cosas de ti, Magdalena -aseguro, acariciandole el pelo con el dorso de la mano-. Ya se que te gustaria cortarte el pelo. Que te gustaria poder decidir mas cosas.

Metio la mano en el bolsillo interior.

– Tengo una cosa para ensenarte -dijo, sacando el papel de colores-. ?Lo reconoces?

Percibio el sobresalto de la chica, aunque ella lo oculto bien.

– No -se limito a contestar.

– Siii, Magdalena, claro que lo reconoces. Te he espiado cuando te sentabas en el rincon del jardin y mirabas en el agujero. Lo hacias a menudo.

Ella aparto la cabeza. Su inocencia habia sido ultrajada. Sentia verguenza.

Sostuvo el papel ante el rostro de ella. Era una pagina arrancada de una revista.

– Cinco mujeres famosas de pelo corto -empezo a leer-. Sharon Stone, Natalie Portman, Halle Berry, Winona Ryder y Keira Knightley. Bueno, no las conozco a todas, pero deben de ser artistas de cine, ?verdad?

Tomo a Magdalena de la barbilla e hizo que girase el rostro hacia el.

– ?Por que esta prohibido verlo? ?Es porque todas tienen el pelo corto? Porque en la Iglesia Madre no se puede llevar el pelo asi, ?es por eso?

Asintio en silencio.

– Si, ya veo que es por eso. A ti tambien te gustaria tener el pelo asi, ?verdad? Sacudes la cabeza, pero creo que si, que es lo que quieres. Escucha, Magdalena. ?He contado acaso a tus padres que tienes este pequeno secreto? No, no se lo he contado. Entonces no soy tan malo, ?no?

Retrocedio un poco, saco la navaja del bolsillo y la abrio. Siempre limpia y afilada.

– Con esta navaja puedo cortarte el pelo en un santiamen.

Cogio un mechon y lo corto, mientras la chica daba un brinco y su hermano tiraba en vano de la cadena para acudir en su auxilio.

– ?Lo ves? -confirmo.

La chica reacciono como si le hubiera dado un tajo en la carne. El pelo corto era un autentico tabu para una chica que habia vivido toda su vida con el dogma religioso de que el pelo era sagrado; era algo evidente.

La chica se echo a llorar mientras el volvia a cerrarle la boca con cinta adhesiva. Los pantalones y la hoja de periodico del suelo se mojaron.

El hombre se volvio hacia el hermano y repitio la sesion de la cinta adhesiva y la taza de agua.

– Y tambien tu tienes tus secretos, Samuel. Miras a las chicas que no son de la comunidad. Te he visto hacerlo cuando volvias de la escuela a casa con tu hermano mayor. ?Eso te esta permitido, Samuel? - pregunto.

– Pongo a Dios por testigo de que te matare en cuanto pueda -respondio el chico antes de que volviera a taparle la boca con cinta adhesiva. No quedaba mucho por hacer.

Si. La eleccion era la correcta. Era la chica la que debia morir.

A pesar de sus suenos, ella era la mas devota. La que mas dominada estaba por la religion. La que, tal vez, se convirtiera en una nueva Rakel o en una nueva Eva.

?Que mas necesitaba saber?

Despues de tranquilizarlos diciendo que volveria para liberarlos cuando su padre hubiera pagado, volvio al anexo y comprobo que el deposito estaba bien lleno. Luego apago la bomba, enrollo la manguera, enchufo el serpentin calefactor al generador, introdujo el serpentin en el deposito y encendio. Sabia por experiencia que la lejia funcionaba mucho mas rapido cuando la temperatura estaba por encima de veinte grados, y todavia podia haber heladas nocturnas.

Cogio el bidon de lejia del pale del rincon y se dio cuenta de que necesitaria mas provisiones para la proxima vez. Luego puso el bidon boca abajo y vacio su contenido en el deposito.

Cuando matara a la chica y arrojara su cadaver al deposito, se descompondria en un par de semanas.

Despues, unicamente se trataba de meterse veinte metros fiordo adentro con la manguera y vaciar el contenido del deposito.

A poco que soplara algo de viento aquel dia, los restos desaparecerian muy rapido.

Enjuagaria un par de veces el deposito, y todas las pistas desaparecerian.

Simple cuestion de quimica.

Capitulo 24

Era una pareja de lo mas variopinta la del despacho de Carl. Yrsa con los labios encarnados, y Assad con una belicosa barba de dias, un arma temible en caso de abrazo.

Assad parecia muy descontento. De hecho, Carl no recordaba haberlo visto nunca mostrar tanta reprobacion como en aquel momento.

– ?Esperemos, o sea, que no sea verdad lo que dice Yrsa! ?No vamos a traer a ese Tryggve a Copenhague, Carl? ?Y el informe, entonces?

Carl guino los ojos. La imagen de Mona abriendo la puerta del dormitorio se deslizo por su retina y lo arranco de la realidad. De hecho, llevaba toda la manana sin poder pensar en otra cosa. Tryggve y la locura del mundo

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