Assad le dio una palmada en el hombro.
– Ja, ja, Carl. Muy bueno. Vuelves a ser el mismo de siempre.
Carl sacudio la cabeza. No era divertido pensar que todavia le faltaban un monton de anos para jubilarse.
– Mira esto.
Assad desenrollo el cordel azul. Corto un pedazo de cinta adhesiva, unio uno de los extremos del cordel con un expediente de los anos sesenta, despues paso con el rollo junto a varios casos, corto el cordel y pego el extremo a un caso de los anos ochenta.
– ?Verdad que esta bien?
Carl se llevo las manos tras la nuca, como para sujetar la cabeza.
– Una fantastica obra de arte, Assad. Andy Warhol no ha vivido en vano.
– Andy ?quien?
– Pero ?que haces, Assad? ?Intentas relacionar ambos casos?
– Imaginate, si los dos casos tuvieran realmente relacion entre ellos, podria verse sin mas.
Volvio a senalar el cordel azul.
– ?Aqui mismo! ?Cordel azul! -exclamo, chasqueando los dedos-. Puede que los casos guarden relacion.
Carl respiro hondo.
– ?Aja! Entonces ya se para que es el cordel rojo.
– Claro, ?verdad? Para saber cuando estamos
Carl respiro hondo.
– Claro, Assad. Pero en este momento no hay ningun caso que tenga relacion con otros, asi que de todas formas va a ser mejor que esten sobre mi escritorio, para poder hojearlos de vez en cuando, ?vale?
No era ninguna pregunta, pero aun asi obtuvo respuesta.
– Vale, jefe -acepto Assad, mientras se balanceaba sobre sus desgastados zapatos-. Pues entonces, o sea, voy a empezar a copiarlos dentro de diez minutos. Asi te doy los originales y cuelgo las copias.
Marcus Jacobsen parecia haber envejecido de golpe. En los ultimos tiempos habian pasado muchos casos por su mesa. Para empezar, los ajustes de cuentas entre bandas y los tiroteos en Norrebro y alrededores, pero tambien una serie de incendios sospechosos. Incendios provocados, con enormes perdidas economicas y, por desgracia, tambien humanas. Y siempre de noche. Marcus llevaba una semana durmiendo, a lo sumo, tres horas de media. Igual deberia intentar mostrarse amable con el, aunque no sabia para que cono lo llamaba.
– ?Que ocurre, jefe? ?Por que me has hecho subir? -pregunto Carl.
Marcus jugueteo con su viejo paquete de cigarrillos. Pobre hombre, nunca conseguiria superar aquellas abstinencias.
– Bueno, ya se que tu departamento no tiene tanto sitio aqui arriba. Pero de acuerdo con las normas no debo dejarte estar en el sotano. Y me han llamado de la Inspeccion de Trabajo para decirme que has obstruido las indicaciones de uno de sus empleados.
– Esta controlado, Marcus. Vamos a construir un tabique en medio del pasillo, con puerta y todo. Asi aislamos esa porqueria.
Las ojeras de Marcus se acentuaron mas aun.
– Es precisamente lo que no quiero oir, Carl -objeto-. Y por eso teneis que volver a subir tu, Rose y Assad. No tengo ninguna gana de tener problemas con la Inspeccion. Ya tenemos bastantes quebraderos de cabeza. Ya sabes como me estan presionando estos dias. Mira.
Senalo hacia su nueva pantallita plana de la pared, donde el canal de noticias estaba emitiendo un resumen de las consecuencias de la guerra entre bandas. La exigencia de que el cortejo funebre de una de las victimas atravesara las calles del centro de Copenhague no hizo mas que avivar el fuego. Se pedia a gritos que la Policia encontrase a los culpables y erradicase aquella locura de las calles.
Si, Marcus Jacobsen estaba bastante presionado.
– De acuerdo: si nos haces subir aqui, la consecuencia va a ser que desmantelas el Departamento Q en este instante.
– No me tientes, Carl.
– Y pierdes la partida de ocho millones al ano. ?No eran ocho millones lo que correspondia al Departamento Q? Es increible que pueda costar tanto dinero llenar el deposito del viejo cacharro que conducimos; y claro, esta tambien el sueldo de Rose, el de Assad y el mio. Ocho millones. Imaginate.
El inspector jefe de Homicidios dio un suspiro. Estaba atado de pies y manos. Sin aquella asignacion, su departamento iba a tener un deficit anual de por lo menos cinco millones. Redistribucion creativa. Casi como el convenio de compensacion municipal. Una especie de robo legal.
– Se aceptan propuestas de solucion -declaro por fin.
– ?Donde quieres que nos metamos aqui arriba? -pregunto Carl-. ?En el retrete? ?En el alfeizar interior, donde estaba sentado Assad ayer? ?O tal vez aqui, en tu despacho?
– Hay sitio en el pasillo -sugirio Marcus Jacobsen un tanto incomodo, era evidente-. Bueno, ya encontraremos otro sitio. En realidad, esa ha sido la intencion desde el principio, Carl.
– De acuerdo, buena solucion, me parece bien. Pero queremos tres escritorios nuevos -exigio. Se levanto espontaneamente y tendio la mano. Aquello era un trato.
El inspector jefe de Homicidios se retiro un poco.
– Un momento -dudo-. Esa oferta tiene gato encerrado.
– ?Gato encerrado? Vais a tener tres escritorios mas, y cuando vengan de la Inspeccion de Trabajo mandare a Rose aqui arriba a que haga de florero entre las sillas vacias.
– Esto va a salir mal, Carl -repuso el jefe. Hizo una pausa. Parecia haber picado el anzuelo-. Pero el tiempo dira, como suele decir mi anciana madre. Sientate un momento, Carl, tenemos un caso que quiero que veas. ?Te acuerdas de los companeros de la policia escocesa a los que ayudamos hace tres o cuatro anos?
Carl asintio en silencio, con reservas. ?Iban a obligar al Departamento Q a convivir con gaitas chirriantes y embutido de intestinos con pure de nabo? Si de el dependia, no. Bastante tenia con que vinieran noruegos de vez en cuando. Pero ?escoceses?
– Les enviamos unas pruebas de ADN de un escoces que estaba preso en Vestre, ya te acordaras. Fue un caso de Bak. Gracias a eso resolvieron un asesinato, y ahora quieren devolvernos el favor. Uno de la Policia Cientifica de Edimburgo, un tal Gilliam Douglas, nos ha enviado este paquete. Contiene un mensaje que encontraron en una botella. Han pedido consejo a un linguista, y este les ha dicho que debe de proceder de Dinamarca.
Cogio del suelo una caja de carton marron.
– Tienen curiosidad por conocer los detalles si nos enteramos de algo. Asi que toma.
Le tendio la caja y le hizo senas de que se largara con ella.
– ?Que hago con esto? -pregunto Carl-. ?Lo llevo a Correos?
Jacobsen sonrio.
– Muy gracioso, Carl. Pero resulta que en Correos no son especialistas en descubrir misterios, sino mas bien en crearlos.
– En el sotano andamos agobiados de trabajo -se defendio Carl.
– Claro, Carl, no lo dudo. Pero echale un vistazo, no es mas que un caso menor. Ademas, cumple todos los requisitos para el Departamento Q: es un caso antiguo, esta sin resolver y nadie quiere hincarle el diente.
Otro de esos casos que me impiden plantar los pinreles en el cajon del escritorio, penso Carl mientras sopesaba la caja bajando las escaleras.
Claro que…
Una hora aproximada de siesta no iba a hacer que cambiaran las relaciones de amistad entre Dinamarca y Escocia.
– Para manana habre terminado con todo, Rose me esta ayudando -aseguro Assad, mientras calculaba a cual de los montones del sistema de Carl correspondia el caso que tenia en la mano.
Carl gruno. La caja escocesa estaba sobre el escritorio, frente a el. Los malos augurios solian cumplirse, y el aura que irradiaba aquella caja de carton con su cinta adhesiva de la aduana, desde luego, no presagiaba nada