Capitulo 5

En cuanto la dejo en casa, su vida cotidiana quedo atras. Cubrio los veinte kilometros que separaban Roskilde de la casita remota que estaba a mitad de camino entre la casa donde vivian y la casa del fiordo. Saco la furgoneta del granero marcha atras y despues aparco el Mercedes en el interior. Cerro con llave, se dio una ducha rapida y se tino el pelo, se cambio de ropa, estuvo diez minutos frente al espejo preparandose, encontro en los armarios lo que buscaba y despues salio con el equipaje a la Peugeot Partner azul claro que usaba para sus viajes. No tenia rasgos distintivos: ni demasiado grande ni demasiado pequena, la matricula no demasiado sucia, pero de todos modos era dificil de leer. Un vehiculo que pasaba desapercibido, registrado bajo el nombre que adopto cuando se hizo con la casita. Como debia ser, teniendo en cuenta su finalidad.

Habiendo llegado a ese punto, estaba perfectamente preparado. Tras mucho buscar en internet y en los registros publicos cuyos codigos habia conseguido a lo largo de los anos, lograba la informacion deseada sobre posibles victimas potenciales. Tenia un monton de dinero en efectivo. En las estaciones de servicio y en los peajes de los puentes siempre empleaba billetes medianos, nunca miraba a las camaras y trataba de colocarse muy lejos de donde pudiera surgir algo inesperado.

Esta vez su territorio de caza iba a ser el centro de Jutlandia. Habia una gran concentracion de sectas religiosas, y ya habian pasado un par de anos desde la ultima vez que actuo en la zona. Si, sembraba la muerte con sumo cuidado.

Paso un buen tiempo haciendo sus observaciones, pero casi siempre en tandas de un par de dias. La primera vez estuvo viviendo en Haderslev, en casa de una mujer, y las siguientes, en casa de otra en un pueblecito llamado Lonne. Por tanto, el riesgo de que lo reconocieran en la lejana region de Viborg era minusculo.

Tenia para elegir a cinco familias. Dos que pertenecian a los Testigos de Jehova, una a la Iglesia Evangelista, otra a los Guardianes de la Virtud y otra a la Iglesia Madre. Tal como estaban las cosas, se sentia inclinado hacia esta ultima.

Llego a Viborg a eso de las ocho de la tarde, tal vez algo temprano para su cometido, sobre todo en una ciudad de ese tamano, pero nunca se sabia que podia pasar.

Los requisitos que debian cumplir los bares donde buscaba a las mujeres que se adaptaban al papel de anfitriona eran siempre los mismos. El sitio no debia ser demasiado pequeno, no debia estar en una zona en la que todos se conocieran, no debia tener demasiados parroquianos fijos ni ser cutre, para poder atraer a una mujer solitaria con cierta clase y una edad comprendida entre los treinta y cinco y los cincuenta y cinco.

El primero de la ronda, Julles Bar, era demasiado pequeno y siniestro, lleno de mesas y maquinas tragaperras. El siguiente estaba algo mejor. Una pequena pista de baile, una variedad de clientes adecuada, aparte de un gay que enseguida se sento a una distancia de milimetros en la banqueta junto a la suya. Si no encontraba una mujer alli, el gay, pese a su rechazo cortes, lo recordaria sin duda, y no era conveniente.

No encontro lo que buscaba hasta el quinto intento. Los carteles que habia colgados tras la barra lo recalcaban. «Ojo, que el que no habla es el que mas muerde», «Salir esta bien, pero Terminalen es lo mejor», y sobre todo «Las mejores tetas de la ciudad estan aqui» marcaban el tono.

El bar Terminalen de la calle llamada Gravene cerraba a las once de la noche, pero la gente estaba de buen humor, gracias a la cerveza Hancock Hoker y al rock local. Con aquella clientela seguro que caia algo antes de que cerrasen.

Eligio a una mujer no muy joven, que estaba sentada junto a la entrada, en la zona de las tragaperras. Cuando el entro estaba bailando sola en la minuscula pista, con los brazos suspendidos en el aire. Era bastante guapa y no era una presa demasiado facil. Era una pescadora seria, que buscaba a un hombre en quien poder confiar. Alguien junto a quien mereciera la pena despertarse el resto de su vida, y no pensaba encontrarlo alli. Habia salido con las chicas del trabajo despues de un dia atareado, sin mas. Se notaba a la legua. Justo como el queria.

Dos de sus bien moldeadas companeras estaban riendo sofocadamente en la cabina para fumar, y el resto se habian distribuido por las mesas variopintas. Probablemente llevaban un buen rato soplando. Desde luego, no creia que el resto fueran capaces de describirlo medianamente bien un par de horas mas tarde.

Tras mantener contacto visual durante cinco minutos, la invito a bailar con un gesto. No estaba muy borracha. Buena senal.

– Dices que no eres de aqui -aventuro la mujer con la mirada fija en sus cejas-. Entonces ?que haces en Viborg?

Olia bien y su mirada era firme. Era facil ver que deseaba oir. A ella le gustaria que dijera que paraba en la ciudad bastante a menudo. Que le gustaba Viborg. Que tenia estudios superiores y estaba soltero. Asi que se lo dijo. Con tranquilidad y voz pausada. Diria cualquier cosa con tal de que funcionase.

Dos horas mas tarde estaban en la casa de ella, en su cama. Ella, satisfecha con creces, y el, convencido de que podria vivir alli un par de semanas sin que ella le hiciera preguntas indiscretas, aparte de las habituales: si realmente le gustaba y si la queria de verdad.

Se guardo de crear demasiadas expectativas en la mujer. Simulo timidez para que ella no supiera por que sus respuestas eran tan escuetas.

A las cinco y media de la manana siguiente se desperto como habia planeado, se preparo, anduvo buscando con discrecion en los escondites de la mujer y descubrio un monton de cosas antes de que ella empezara a desperezarse en la cama. Divorciada, cosa que ya sabia. Seguro que ocupaba un buen puesto en el ayuntamiento, que tambien le robaria toda la energia. Tenia cincuenta y dos anos, y en aquel momento estaba mas que dispuesta a abrirse a un mundo de aventuras.

Antes de poner la bandeja con cafe y tostadas sobre la cama junto a ella, entreabrio la cortina para que la mujer pudiera captar su sonrisa y su aspecto sano.

Despues ella se tumbo bien cerca de el. Tiernamente docil y con los hoyuelos aun mas pronunciados que antes. Lo acaricio en la mejilla y se disponia a besarle la cicatriz, pero no llego a hacerlo porque el la tomo de la barbilla y le hizo la pregunta.

– ?Me alojo en el Hotel Palads, o vuelvo aqui por la noche?

La respuesta estaba dada. Al menos ella volvio a pegarse a el, mimosa, y le dijo donde estaba la llave antes de que el se dirigiera relajado a la furgoneta y saliera del pais de las casas unifamiliares.

La familia que habia elegido podia pagar enseguida el millon de rescate que solia exigir. Tal vez tuvieran que vender unas acciones; no era precisamente el momento mas adecuado para ello, pero la familia tenia una solida posicion economica. Por supuesto que los tiempos de recesion que corrian habian puesto dificil cometer delitos razonablemente rentables, pero si escogias bien a tus victimas siempre habia un modo. Desde luego, aquella familia tenia la capacidad y la voluntad de satisfacer sus exigencias y de hacerlo con discrecion.

Gracias a sus observaciones, conocia bien a la familia. Habia visitado su comunidad y hablado en confianza con los padres despues de los servicios religiosos. Sabia cuantos anos llevaban en la secta, como habian hecho su fortuna, cuantos hijos tenian, como se llamaban y tambien, a grandes rasgos, cuales eran sus quehaceres diarios.

La familia vivia en las afueras de Frederiks. Cinco hijos de entre diez y dieciocho anos, que vivian en casa y eran miembros activos de la Iglesia Madre. Los dos mayores iban al instituto de Viborg, y a los demas les daba clases en casa su madre, una antigua profesora de la escuela alternativa de Tvind, de cuarenta y pico anos, que, a falta de otras metas vitales, habia puesto a Dios como objetivo. Era ella quien llevaba los pantalones en aquella casa. Ella quien dirigia a las tropas y se ocupaba de lo religioso. Su marido le llevaba veinte anos y era uno de los empresarios mas acaudalados de la region. Pese a que daba la mitad de sus ganancias a la Iglesia Madre, cosa que prometian hacer todos los miembros, les quedaba mas que suficiente. Un centro de maquinaria agricola como el suyo nunca pasaba apuros.

Joder, el cereal seguia creciendo cuando los bancos se hundian.

El unico problema con aquella familia era que el segundo hijo, que por lo demas era el candidato apropiado, habia empezado a ir a clases de karate. No porque hubiera razon para el nerviosismo porque aquel renacuajo fuera a constituir una amenaza, pero podia echar a perder la planificacion temporal.

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