Porque la planificacion era fundamental cuando las cosas empezaban a ponerse feas. Siempre.
Aparte de eso, precisamente aquel segundo hijo y su hermana pequena, la cuarta de la prole, tenian lo que hacia falta para que saliera bien. Eran emprendedores, eran los hijos mas guapos y tambien los mas populares. Sin duda, los favoritos de su madre. Eran buenos fieles de la Iglesia Madre, pero tambien algo revoltosos, de los que podian convertirse en sumos sacerdotes o ser expulsados de la secta. Creyentes, pero rebosantes de vida. La combinacion perfecta.
Quiza algo parecidos a el cuando tenia su edad.
Aparco la furgoneta entre los arboles al lado del seto y estuvo un buen rato observando por los prismaticos a los ninos durante sus recreos, mientras jugaban en el jardin junto a la vivienda. La nina que habia elegido parecia estar haciendo algo en una esquina bajo unos arboles. Algo que no estaba destinado a las miradas de los demas. Estuvo mucho tiempo arrodillada en la hierba crecida manipulando algo. Corroboro una vez mas lo acertado que habia estado en su eleccion.
Lo que esta haciendo no es del agrado de su madre ni del reglamento de la Iglesia Madre, penso, moviendo la cabeza afirmativamente para si. Dios siempre pone a prueba a los mejores corderos del rebano, asi que la nina, de doce anos, a la que pusieron por nombre Magdalena, no era ninguna excepcion.
Paso otro par de horas reclinado dentro de la furgoneta observando la granja, acurrucada en la curva de Stanghede. Vio por los prismaticos que el comportamiento de la nina seguia un patron definido. Cada vez que tenian recreo pasaba la mayor parte del tiempo sola en la esquina del jardin, y cuando su madre los llamaba para la proxima clase ella tapaba lo que estaba manipulando.
Habia que poner atencion en muchas cosas cuando eras una adolescente y tu familia era miembro de la Iglesia Madre y de su aparato. El baile, la musica, cualquier publicacion escrita que no fuera de la Iglesia Madre, el alcohol, el trato con gente ajena a la Iglesia, las mascotas, la tele, internet. Todo estaba prohibido, y el castigo por cualquier infraccion era severo. Expulsion de la familia y de la comunidad.
Se fue, antes de que los hijos mayores volvieran a casa, con la impresion de que aquella era la familia adecuada. Solo le quedaba volver a revisar la contabilidad de la empresa del padre y sus declaraciones de la renta; a la manana siguiente volveria para seguir las idas y venidas de los ninos en la medida de lo posible.
Pronto no habria vuelta de hoja, y pensar eso le hizo bien.
La mujer que lo acogio en su casa se llamaba Isabel, pero no era ni la mitad de exotica que su nombre. Novelas policiacas suecas en la estanteria, y Anne Linnet en el CD. Nada de aventurarse por caminos no trillados.
Consulto el reloj. Isabel volveria a casa dentro de media hora. Asi que habia tiempo para ver si podia recibir sorpresas desagradables en el futuro. Se sento en su escritorio, encendio el portatil, gruno un poco cuando le pidio la contrasena, hizo seis o siete intentos en vano, hasta que levanto la carpeta del escritorio y encontro un papelito con contrasenas para todo tipo de cosas, desde citas
Entro en su correspondencia de citas
Miro su libreta de direcciones de Outlook. Habia una que salia muchas veces en los buzones. Un tal Karsten Jonsson. Puede que fuera su hermano, tal vez un ex, no era tan importante. Lo importante era que su direccion de correo terminaba en politi.dk.
Diablos, penso. Cuando llegara el momento, tenia que guardarse de actuar con violencia; en su lugar le diria groserias o dejaria la ropa sucia en cualquier parte, porque en su perfil de la pagina de citas decia que eran cosas que la cabreaban.
Saco su lapiz de datos y lo introdujo en la entrada USB. La cuenta de Skype, el microcasco, el listin de telefonos correspondiente, todo a la vez. Luego marco el numero del movil de su mujer.
En aquel momento estaba de compras. Siempre a la misma hora. Iba a proponerle que comprara una botella de champan y la pusiera a enfriar.
A la decima senal fruncio el ceno. Antes jamas le habia ocurrido que no respondiera la llamada. Si habia algo de lo que estaba colgada su mujer, era del movil.
De modo que volvio a llamar. Una vez mas, no tuvo suerte.
Se inclino hacia delante y se quedo mirando el teclado mientras su rostro se acaloraba.
Esperaba que su mujer tuviera una buena excusa para aquello. Si ella desvelaba facetas desconocidas de su personalidad, corria el riesgo de que el se viera obligado a ensenarle aspectos completamente nuevos de la suya.
Y eso era lo ultimo que ella podria desear, lo ultimo.
Capitulo 6
– Bueno, debo reconocer que la observacion de Assad nos ha dado en que pensar aqui arriba, Carl -admitio el inspector jefe de Homicidios, con la chaqueta de cuero medio echada sobre los hombros. Dentro de diez minutos iba a estar en una esquina del barrio del noroeste, examinando la mancha de sangre del tiroteo de aquella noche. No lo envidiaba.
Carl asintio en silencio.
– Entonces ?crees como Assad que podria haber una relacion entre los incendios? -pregunto.
– En dos de los tres incendios se da el mismo estrechamiento en la falange del dedo menique de la victima. Desde luego, da que pensar. Pero veamos. En este momento el material esta en el Instituto Forense para que lo sometan a examen, a ver que dicen. Pero me da en la nariz…
Se toco levemente su famosa protuberancia. Pocas narices se habian metido en tantos asuntos sucios a lo largo de los anos como aquella. Si, seguramente, Assad y Jacobsen tenian razon. Habia una relacion. Hasta el se daba cuenta.
Carl trato de imprimir un tono de autoridad a su voz. No era facil antes de las diez de la manana.
– Asi que supongo que os dejamos el caso.
– De momento, si. De momento.
Carl asintio en silencio. Iba a bajar directamente a marcar el viejo caso de los incendios como terminado para el Departamento Q.
Cualquier cosa con tal de adornar las estadisticas.
– Ven, Carl. Rose tiene, o sea, algo para ensenarte. -La voz de Assad retumbo, como si las estancias del sotano estuvieran ocupadas por monos aulladores de Borneo. Assad no sufria inflamacion de cuerdas vocales, eso por descontado.
Lucia una amplia sonrisa y llevaba un taco de fotocopias en la mano. No eran expedientes, por lo que veia Carl. Mas bien ampliaciones de fragmentos de algo que, en el mejor de los casos, podria calificarse de impreciso.
– Mira que se le ha ocurrido.
Assad senalo el tabique del pasillo, que el carpintero acababa de montar como proteccion del amianto; o mas bien senalo el lugar donde debia de estar el tabique. Porque lo cierto era que tanto el tabique como la puerta estaban completamente cubiertos por un monton de fotocopias pegadas con cuidado hasta completar una imagen. Si alguien queria pasar, iba a tener que emplear unas tijeras.
A diez metros de distancia ya se veia que se trataba de una enorme ampliacion del mensaje de la botella.
«SOCORRO», empezaba el texto que bloqueaba el pasillo del sotano.