para que anochezca.

– ?Iremos en barco, entonces? -pregunto Assad, abatido.

– No queda otro remedio si buscamos una caseta para botes que sobresale en la orilla.

– Carl, o sea, no me gusta la idea.

Carl decidio hacerse el sordo.

– Aparte de ser el habitat de truchas de fiordo, hay otra indicacion de que debemos buscar la caseta de botes en las bocas de los fiordos. Aunque me duele reconocerlo, Pasgard ha hecho un buen trabajo. Despues de que los biologos marinos hicieran sus pruebas, esta manana ha mandado el papel a la Policia Cientifica para que analicen las sombras que menciono Laursen. Y en efecto, resulta que era tinta. En cantidades minusculas, pero habia.

– Creia que los escoceses ya lo habrian comprobado -opino Yrsa.

– Claro, pero lo que mas han analizado han sido las letras del papel, no tanto el papel en si. Pero cuando los de la Policia Cientifica han vuelto a analizarlo esta manana, se han dado cuenta de que habia restos de tinta por toda la hoja.

– ?Era solo tinta, o ponia algo? -pregunto Yrsa.

Carl sonrio. Una vez estuvo con uno de sus amigos tumbado en la plaza del mercado de Bronderslev examinando una huella de zapato. Algo borrada por la lluvia, pero aun asi distinta a las demas, sin duda. Veian que en la punta de la suela habia unas letras rayadas, pero hubo de pasar algo de tiempo hasta que cayeron en la cuenta de que la huella del zapato escribia las letras invertidas en el suelo. Ponia PEDRO. Y pronto se propago que debia de ser uno de los trabajadores de la fabrica de maquinaria Pedershaab, que temia que le robasen el unico par de zapatos de trabajo. Asi que cuando los chicos metian la ropa en la taquilla cuando iban a la piscina al aire libre en la otra punta de la ciudad, siempre pensaban en el pobre Pedro.

Asi fue como empezo el interes de Carl por el trabajo de detective, y ahora podia decirse que en cierta medida habia vuelto al punto de partida.

– Resulta que la tinta correspondia a un texto invertido. El papel de la pescaderia no llevaba nada impreso, de modo que debio de pasar algo de tiempo junto a un periodico, y su tinta se calco.

– Hala… -reacciono Yrsa, inclinandose hacia delante cuanto lo permitian sus piernas cruzadas-. ?Y que ponia?

– Bueno, si no fuera porque las letras eran grandes, no lo habriamos conseguido, pero por lo que he entendido han llegado a la conclusion de que ponia «Frederikssund Avis», que he averiguado que es un semanario gratuito.

Pensaba que en ese punto Assad se partiria de regocijo, pero no dijo nada.

– ?No lo entendeis? Eso reduce muchisimo las posibilidades geograficas, si creemos que el pedazo de papel proviene de la zona donde se recibe ese semanario gratis en el buzon. Si no, habriamos tenido que tomar en consideracion toda la costa del norte de Selandia. ?Os dais cuenta de cuantos kilometros son?

– No. -Fue la seca reaccion desde el asiento de atras.

Tampoco el lo sabia.

Entonces sono su movil. Miro un momento la pantalla y se puso contento.

– Mona -dijo en un tono completamente distinto al empleado antes-. Me alegro de que hayas llamado.

Noto que Assad se removia en el asiento del copiloto. A lo mejor ya no pensaba que su jefe estaba perdido para siempre.

Carl trato de invitarla a su casa aquella misma noche, pero no lo llamaba por eso. No, esta vez era por cuestiones profesionales, le dijo riendo, y el pulso de Carl se desboco. Resulta que tenia de visita a un colega a quien le gustaria mucho hablar con Carl de sus traumas.

Carl fruncio el ceno. ?Vaya! Asi que le gustaria, ?eh? ?Que diablos les importaban sus traumas a los colegas de Mona? Los habia estado guardando con celo para ella.

– Me siento estupendo, Mona, o sea que no es necesario -dijo, y se imagino su calida mirada.

Mona volvio a reir.

– Si, claro, estoy segura de que te subio la moral que ayer pasaramos la noche juntos, ya me doy cuenta, pero hasta entonces no estabas tan animado, ?verdad? Y tampoco puedo estar dia y noche de servicio.

Carl volvio a tragar saliva. De solo pensarlo echaba a temblar. Estuvo a punto de preguntarle por que no podia hacerlo, pero se contuvo.

– Vale, entonces de acuerdo.

Estuvo a punto de decir «carino», pero reparo en la atenta mirada burlona de Yrsa por el retrovisor. Y se controlo.

– Tu colega puede venir manana. Pero andamos con mucho trabajo y tendra que ser solo un momento, ?vale?

No quedaron en su casa para aquella noche. ?Mierda!

Tendrian que dejarlo para manana. Eso esperaba.

Apago el movil y dirigio a Assad una sonrisa fingida. Cuando aquella manana se miro en el espejo se sentia como un autentico Don Juan. Ahora le costaba mas.

– Oh, Mona, Mona, Mona, ?cuando llegara el dia en que te coja de la mano? ?Cuando podremos… escaparnos? -canturreo Yrsa.

Assad se sobresalto. Si no la habia oido cantar antes, ahora si que la habia oido. Tenia una voz ciertamente especial.

– No la conocia -dijo Assad. Se volvio un segundo hacia atras, asintiendo con la cabeza. Despues se quedo callado.

Carl sacudio la cabeza. ?Ostras! Ahora que Yrsa sabia lo de Mona, iban a saberlo todos. Tal vez no debiera haber respondido la llamada.

– Imaginate -dijo Yrsa desde el asiento trasero.

Carl miro por el retrovisor.

– ?Que tengo que imaginar? -dijo, preparado para el contraataque.

– Frederikssund. Imaginate si asesino a Poul Holt aqui, cerca de Frederikssund -continuo Yrsa, mirando al frente.

Bueno, al menos las relaciones de Carl y Mona ya no ocupaban su mente. Y claro que sabia a que se referia ella. Frederikssund no estaba lejos de donde vivia Yrsa.

La maldad no hacia distingos entre ciudades.

– Entonces ahora vais a intentar encontrar una caseta de botes en la boca de uno de los fiordos -siguio diciendo Yrsa-. Da miedo pensarlo, si es que es verdad. Pero ?por que no crees que pueda ser mas al sur? Alli tambien leen prensa local de vez en cuando, ?no?

– Tienes razon. Puede haberlo llevado de la zona de Frederikssund a otra parte, por alguna razon. Pero por algo hay que empezar, y eso parece logico. ?Verdad, Assad?

Su copiloto no dijo nada. Puede que estuviera ya medio mareado.

– ?Aqui! -dijo Yrsa, senalando la acera-. Puedes dejarme aqui.

Carl miro el GPS. Bastaba continuar por Byvej y Ejner Thygesens Vej para llegar a Sandalparken, donde ella vivia. ?Por que dejarla alli?

– Enseguida llegamos, Yrsa. No es ninguna molestia.

Se dio cuenta de que ella estaba a punto de declinar la oferta. Lo mas probable era que dijera que tenia que hacer compras, pero en ese caso tendria que dejarlo para mas tarde.

– Te acompano un momento si no te importa, Yrsa. Quiero saludar a Rose y decirle una cosa.

Carl vio sin dificultad las arrugas que se formaron en la piel encalada del rostro de Yrsa.

– Solo un momento -repitio, para quitarle la iniciativa.

Aparco ante el numero 19 y salio del coche.

– Tu quedate aqui, Assad -ordeno, mientras abria la puerta a Yrsa.

– Creo que Rose no esta en casa -informo Yrsa en las escaleras, con una expresion facial que Carl no le habia visto antes. Mas apagada y laxa de lo habitual. Como la expresion que pones cuando sales del aula de examen sabiendo que has hecho un examen mediocre.

– Espera fuera un momento, Carl -lo insto Yrsa mientras abria con llave la puerta del piso-. Puede que este todavia en la cama. Estos dias hay veces que no se levanta.

Carl observo el cartel de la puerta mientras Yrsa llamaba a gritos a Rose en el interior. Solo ponia

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