«Knudsen».
Yrsa dio un par de gritos mas, y despues volvio a la puerta.
– No, Carl. En este momento no esta, a lo mejor ha salido a hacer unas compras. ?Quieres que le diga algo cuando vuelva?
Carl empujo un poco la puerta y logro meter el pie en el recibidor.
– No, ya se que hacer: le escribire una nota. ?Tienes por ahi un pedazo de papel?
Con la practica y destreza adquiridas durante anos, se adentro algo mas en el territorio. Como una babosa que mueve su cuerpo deslizandose de manera imperceptible. No se veia que moviera los pies, pero de pronto habia recorrido varios metros, y ahora era imposible echarlo.
– Esta algo revuelto -se disculpo Yrsa, todavia con el abrigo puesto-. Rose lo revuelve todo cuando esta asi. Sobre todo cuando pasa sola todo el dia.
Tenia razon. El pasillo era un revoltijo de ropa, embalajes vacios y montones de revistas viejas.
Carl miro a la sala. Si aquello era el dominio de Rose, desde luego no se parecia en nada a como se imaginaba Carl que viviria una roquera con pelo punki y cantidad de bilis fluyendo por su cuerpo. No, si alguien se habia encargado de los interiores, solo podia ser una
– Bueno, tampoco esta tan
– Ochenta y tres metros cuadrados. Aparte de la sala, tenemos un cuarto cada una. Pero tienes razon, esto no esta tan mal, pero deberias ver los cuartos.
Solto una carcajada, aunque tras su fachada estaba dispuesta a sacudirle un hachazo antes que dejarlo acercarse ni diez centimetros a las puertas de sus refugios intimos. Esa era la informacion que transmitia de aquella manera suya tan retorcida. Pero Carl tenia la suficiente experiencia con mujeres.
Exploro la sala con la mirada y trato de encontrar un par de cosas que destacaran. Si querias conocer los secretos de la gente, siempre habia que fijarse en las cosas que destacasen.
Lo encontro enseguida. Una cabeza de corcho sintetico, de las que se usan para guardar sombreros o pelucas, y despues un cuenco de porcelana lleno hasta arriba de frascos de pastillas. Avanzo un paso para ver los nombres de los medicamentos y a nombre de quien estaban expedidos, pero Yrsa se interpuso y le tendio el papel.
– Puedes sentarte ahi a escribir, Carl -propuso, senalando una silla libre de ropa-. Ya se lo dare a Rose cuando vuelva.
– Bueno, Carl, tenemos a lo sumo hora y media de luz; otro dia tendreis que venir algo antes.
Carl asintio con la cabeza ante Klaes Thomasen, y despues miro a Assad, que estaba en la cabina del barco como un raton acurrucado en una esquina. Parecia perdido dentro del chaleco salvavidas rojo fosforito. Igual que un nino nervioso ante su primer dia en la escuela. Sin ninguna confianza en que el viejo marino gordo, que daba chupadas a su pipa mientras tiraba del timon, pudiera librarlo de la muerte segura a la que lo condenaban las olitas de cinco centimetros.
Carl miro el mapa cubierto de plastico.
– Hora y media -observo Klaes Thomasen-. Bueno, y ?que es lo que buscamos en concreto?
– Tenemos que encontrar una caseta de botes suspendida sobre el agua, pero que debemos suponer aislada de los caminos habituales y que quiza sea imposible de ver desde el agua. Creo que la primera vez podemos navegar desde el puente del Principe Frederik hasta Kulhuse. ?Crees que podemos llegar mas lejos?
El policia jubilado saco hacia fuera el labio inferior y mordio la pipa con fuerza.
– Esto no es una embarcacion de regatas, solo es un barco normal y corriente -gruno-. Apenas llega a los siete nudos, pero creo que nuestro marinero lo apreciara. ?Que dices, Assad? ?Como va todo ahi dentro?
La tez de Assad, por lo general oscura, parecia haberse dado un bano de agua oxigenada. Aquello iba a ser duro.
– Siete nudos, dices. Eso es como trece kilometros por hora, ?no? -comento Carl-. Entonces, no vamos a poder llegar a Kulhuse y volver antes de anochecer. Yo esperaba que pudieramos pasar al otro lado de la peninsula de Hornsherred, hasta Oro, y despues volver.
Thomasen sacudio la cabeza.
– Puedo decirle a mi mujer que nos recoja en Dalby Huse, al otro lado, pero no llegaremos mas lejos. Y navegaremos medio a oscuras el ultimo trecho.
– ?Y el barco?
Se encogio de hombros.
– No se, si no encontramos hoy lo que buscamos, manana puedo seguir la busqueda, por pasar el rato. Ya sabes: un viejo policia nunca muere con viento en contra.
Debia de haberlo inventado el.
– Hay otra cosa, Klaes. Los dos hermanos que estuvieron en la caseta oian una especie de ronroneo. Como de un molino de viento o algo por el estilo. ?Te suena de algo?
Saco la pipa de la boca y dirigio a Carl una mirada de sabueso ingles.
– Ha habido bastante revuelo en la zona con eso que llaman infrasonidos. Sera verdad, pues la discusion viene desde mediados de los noventa.
– ?Que son los infrasonidos?
– Pues una especie de ronroneo. Sonidos muy graves y muy enervantes. Durante mucho tiempo se penso que el culpable podria ser la aceria de Frederiksv?rk, pero el argumento perdio fuerza cuando cerraron la fabrica por un tiempo y aun asi los sonidos continuaron.
– La aceria. ?No esta en una peninsula?
– Si, mas o menos, pero los infrasonidos pueden percibirse muy lejos de la fuente. Algunos sostienen que pueden notarse hasta a veinte kilometros de distancia. Al menos, habia quejas tanto de Frederiksv?rk y Frederikssund como de J?gerspris, al otro lado del fiordo.
Carl observo la superficie de agua salpicada de gotas de lluvia. Todo parecia estar en paz. Casas acurrucadas al abrigo de la espesura, prados y sembrados fertiles. Barcos anclados en el agua quieta y gaviotas volando en bandadas cuando se juntaban las suficientes. Y en medio de aquel paisaje humedo y empalagoso se oia un profundo ronroneo. Tras las fachadas de aquellas casas tan encantadoras habia gente que estaba de la olla.
– Si no sabemos cual es la fuente del ronroneo ni su extension, no nos vale de nada -hizo saber Carl-. Habia pensado investigar si habia muchos molinos de viento en la zona, pero es que no sabemos ni siquiera si se trata de eso. Parece ser que todos los molinos de viento de Dinamarca estuvieron parados esos dias. Esto va a ser bastante complicado.
– Entonces ?no es mejor, o sea, volver? -se oyo desde el camarote.
Carl se volvio a mirar a Assad. ?Era aquel el mismo hombre que se habia revolcado por el suelo pegandose con Samir Ghazi? ?El que era capaz de romper puertas a patadas y una vez le salvo la vida? En ese caso, habia perdido mucho fuelle los ultimos cinco minutos.
– ?Quieres vomitar, Assad? -pregunto Thomasen.
Assad sacudio la cabeza. Aquello mostraba lo poco que sabia sobre las delicias de estar mareado.
– Toma -dijo Carl, pasandole unos prismaticos-. Respira con calma y sigue los movimientos del barco. Y despues trata de observar la costa.
– No pienso moverme de aqui, o sea -advirtio Assad.
– Vale, de acuerdo. Puedes ver la costa por la ventana.
– Creo que podeis pasar por alto estas orillas -aconsejo Thomasen, dirigiendo el barco hacia el centro del fiordo-. Ahi hay algo de playa, y a veces los sembrados llegan hasta la costa. Creo que tendremos que subir hacia Nordskoven si queremos encontrar algo. Alli el bosque tupido llega hasta la costa, pero tambien vive mucha gente, asi que no esta nada claro que una caseta de botes pudiera pasar desapercibida.