Los padres recibieron criticas de la comunidad, pero no reconsideraron su postura.
Sus miradas se cruzaron. Carl tambien empezo a percibir sensaciones en el estomago.
– ?Tienes la direccion de esa gente?
– He conseguido una antigua, pero ya no viven alli. Lis lo esta investigando.
A las dos menos cuarto llamaron a Carl del puesto de guardia. La Policia de Holb?k acababa de traer a un hombre para interrogarlo a peticion suya. ?Que tenian que hacer con el? Era el padre de Poul Holt.
– Enviadmelo al sotano, pero cuidado, que no escape.
A los cinco minutos aparecieron por el pasillo dos agentes novatos y algo desorientados con el hombre.
– Ya nos ha costao encontrar esto… -dijo uno de ellos en el dialecto pausado del oeste de Jutlandia.
Carl los saludo con la cabeza e hizo senas a Martin Holt para que tomara asiento.
– Sientese, por favor -ofrecio.
Se volvio hacia los agentes.
– Si vais al pequeno despacho del otro lado, vereis a mi asistente. Os hara con gusto una taza de te; no recomiendo su cafe. Supongo que os quedareis hasta que haya terminado. Despues podeis llevar de vuelta a Martin Holt.
Ni el te ni la espera parecieron hacerles tilin, como se dice en buen jutlandes.
Martin Holt no tenia el mismo aspecto que aquella vez a la puerta de su casa en Hallabro. Entonces estaba cabreado, y ahora parecia mas bien asustado.
– ?Como han sabido que estaba en Dinamarca? -fue lo primero que dijo-. ?Estoy bajo vigilancia?
– Martin Holt: ya me imagino lo que han debido de pasar usted y su familia durante los ultimos trece anos. Ha de saber que en el departamento sentimos gran compasion por usted, su mujer y sus hijos. No les deseamos nada malo, bastante han sufrido ya. Pero ha de saber tambien que no vamos a escatimar medios para capturar a quien mato a Poul.
– Poul no ha muerto. Esta en alguna parte, por America.
Si aquel hombre supiera cuanto se le notaba que estaba mintiendo, se habria quedado callado. Las manos, encorvadas. La cabeza, inclinada hacia atras. La pausa que habia hecho antes de decir America. Eso y otros cuatro o cinco detalles que los anos de trabajo con esa parte de la poblacion danesa, para quienes decir la verdad no era una opcion natural, habian ensenado a Carl a reaccionar.
– ?Ha pensado alguna vez que otros pueden haber estado en la misma situacion que usted? -pregunto Carl-. El asesino de Poul sigue suelto. Puede haber matado a otros tanto antes como despues de Poul.
– Ya he dicho que Poul esta en America. Si tuviera algun contacto con el diria donde esta. ?Puedo irme ya?
– Escuche, Martin Holt. Vamos a olvidarnos del mundo exterior. Ya se que ustedes tienen algunos dogmas y reglas, pero se tambien que, si pudiera librarse de mi para siempre, seguro que aprovecharia la oportunidad. ?Me equivoco?
– Ya puede llamar a los agentes. Todo esto es un gran malentendido. Trate de hacer que lo comprendiera en Hallabro.
Carl asintio en silencio. El hombre seguia asustado. El miedo de trece anos lo habia encallecido ante cualquiera que intentara abrir un agujero en la campana de cristal en cuyo interior se habian metido el y su familia.
– Hemos hablado con Tryggve -notifico Carl mientras colocaba el retrato ante el hombre-. Como ve, ya tenemos una imagen del secuestrador. Quisiera convencerlo para que nos de su version del caso, tal vez nos haga avanzar. Sabemos que se siente amenazado por ese hombre.
Apreto el dibujo con el dedo, con tal fuerza que Martin Holt se sobresalto.
– Le aseguro que nadie de fuera sabe que le pisamos los talones, asi que tranquilo.
El hombre arranco la mirada del dibujo y miro a Carl a los ojos. Su voz temblaba.
– ?Cree que va a ser facil explicar a los interventores de distrito de los Testigos de Jehova por que me detuvo la Policia? Desde luego, no es de extranar que otros sepan lo que esta pasando. No son ustedes muy discretos, que digamos.
– Si me hubiera dejado entrar en su casa de Suecia, se habria librado de esto. Hice el viaje hasta alli para que usted me ayudara a capturar al asesino de Poul.
Martin Holt abatio los hombros y volvio a mirar el dibujo.
– Si que se parece -aprecio-. Pero no tenia los ojos tan juntos. No tengo mas que decirle.
Carl se levanto.
– Voy a ensenarle algo que no ha visto nunca -dijo, haciendole senas de que lo siguiera.
Se oian risas procedentes del despacho de Assad. Aquella resonante carcajada tan tipica del oeste de Jutlandia, cuyo objetivo original seria, sin duda, tapar el ruido del motor de un pesquero un dia de tormenta. Si, Assad era capaz de entretener a cualquiera, que bien. Asi que Carl no tenia prisa.
– Fijese cuantos casos sin esclarecer tenemos aqui -exclamo, dirigiendo la mirada de Martin Holt hacia el sistema de expedientes colgados de la pared-. Tras cada uno de esos casos se esconde un suceso terrible, y el dolor que han provocado seguramente no sera diferente al suyo.
Miro a Martin Holt, pero estaba frio como un tempano. Esas cosas no le concernian, y esas personas no eran sus hermanos y hermanas. Lo que caia fuera del circulo de los Testigos de Jehova le resultaba tan extrano que no existia para el.
– Podriamos haber decidido trabajar en cualquiera de esos casos, ?comprende? Pero escogimos el caso de su hijo. Y voy a mostrarle por que.
El hombre lo acompano reticente los ultimos metros. Como un condenado a muerte camino del cadalso.
Entonces, Carl senalo la enorme copia que habian hecho Rose y Assad del mensaje de la botella.
– Por esto -se limito a decir, retrocediendo un par de pasos.
Martin Holt estuvo un buen rato leyendo el mensaje. Su mirada se deslizaba por las lineas con tal lentitud que se veia en que parte del mensaje estaba clavada. Y cuando termino de leerlo volvio a empezar. Era una figura imponente que poco a poco iba encorvandose. Una persona para quien los principios estaban por encima de todo. Pero tambien una persona que intentaba proteger a los hijos que le quedaban a base de silencios y mentiras.
Ahora estaba asimilando las palabras de su hijo muerto. Torpes como eran, le encogian el corazon. Y en un arranque subito retrocedio un paso, echo manos y brazos hacia atras y se apoyo en la pared. Sin ella se habria derrumbado. Porque el grito de ayuda de su hijo sonaba tan fuerte como las trompetas de Jerico. Y el no habia podido prestarle aquella ayuda.
Carl dejo que Martin Holt llorase un rato en silencio. Despues el hombre avanzo y apoyo con cuidado la mano en el mensaje de su hijo. Sus manos se estremecian al contacto cuando fue deslizando los dedos hacia atras, palabra por palabra, hasta llegar a lo mas alto que pudo.
Despues su cabeza se ladeo un poco. Habia redimido trece anos de dolor.
Cuando Carl lo llevo de vuelta a su despacho, pidio un vaso de agua.
Luego dijo todo lo que sabia.
Capitulo 36
– ?Bueno, ya se han reunido las tropas! -rugio Yrsa desde el pasillo un segundo antes de que su cabeza asomara por la puerta de Carl. Debia de haber bajado al sotano a toda prisa, porque sus rizos se disparaban en todas direcciones.
– Decidme que me quereis -gorjeo, dejando caer un monton de fotografias aereas sobre la mesa.
– ?Has encontrado la casa, Yrsa? -grito Assad mientras volvia a todo correr del armario de las escobas.
– No. He encontrado varias casas majas, pero sin caseta de botes. Las fotos estan ordenadas como las pondria yo, segun su interes, si estuviera en vuestro lugar. He rodeado con un circulo las casas mas interesantes.
Carl cogio el monton y conto las hojas. Quince hojas, y decia que ninguna caseta de botes, vaya putada.