La mujer hizo un gesto afirmativo con la cabeza. De modo que la cabeza funcionaba.

– Mirad -propuso Carl, ensenandoles el retrato del secuestrador.

– Santo cielo -susurro la mujer, santiguandose, y el hombre apreto los labios.

– Nunca hemos dicho nada a nadie -contesto el hombre con aspereza.

Carl entorno los ojos.

– Si crees que tenemos que ver con el, te equivocas. Le seguimos la pista. ?Nos ayudareis a capturarlo?

La mujer jadeo en busca de aire.

– Perdonad los malos modos, pero teniamos que sacaros la verdad -se disculpo Carl. Despues senalo la imagen-. ?Podeis confirmar que es quien secuestro a vuestro hijo Flemming y seguramente a otro de vuestros hijos, y que mato a Flemming despues de que pagarais al secuestrador un rescate elevado?

El hombre palidecio. Toda la energia que habia movilizado durante anos para mantenerse a flote lo abandono. La energia para aguantar el dolor, la energia para mentir a sus correligionarios, la energia para huir de todo, para aislarse, para decir adios a los demas hijos, para perder su riqueza. Y tambien la energia para poder vivir sabiendo que el asesino de su querido Flemming seguia libre y los vigilaba.

La energia para hacer todo aquello lo abandono.

Llevaban un rato en silencio en el coche cuando Carl tomo la palabra.

– Creo que no he visto en la vida a gente tan destrozada como esos dos -declaro.

– Ha sido duro para ellos sacar del cajon la foto de Flemming. ?Crees que no la habian visto desde que se lo llevaron? -pregunto Assad, quitandose el plumifero. Claro, al final le daba demasiado calor.

Carl se encogio de hombros.

– No lo se. Pero desde luego no querian arriesgarse a que alguien husmeara lo mucho que seguian queriendo al chico. Porque fueron ellos quienes lo expulsaron.

– ?Husmear? No entiendo, entonces, ?que quieres decir, Carl?

– Si, olisquear. Un perro husmea su presa.

– ?Presa?

– Olvidalo, Assad. Mantenian en secreto el amor que sentian por su hijo. Los demas no debian saberlo. No sabian quien era amigo y quien enemigo.

Assad se quedo un rato callado, con la vista dirigida a sembrados marrones que bullian de vida bajo la superficie.

– ?Cuantas veces crees, o sea, que lo ha hecho, Carl?

?Que cono iba a responder? No habia respuesta.

Assad se rasco las mejillas negro azabache.

– Vamos a cogerlo, entonces. ?Verdad, Carl? Lo cogeremos.

Carl apreto los dientes. Si, lo cogerian. La pareja de Tollose les dio otro nombre, para ellos se llamaba Birger Sloth. De ese modo, y por tercera vez, corroboraron mas o menos la descripcion. Martin Holt tenia razon. Debian buscar a alguien cuyos ojos estuvieran mas separados. En cuanto al resto, bigote, aspecto, no podian fiarse. Solo sabian que era un hombre de rasgos marcados que, aun asi, parecia algo difuso. Lo unico que sabian con total seguridad sobre el era que en dos casos habia recibido el dinero en el mismo lugar. En un pequeno tramo recto entre Slagelse y Soro, ya sabian donde. Martin Holt lo habia descrito con toda precision.

Podian llegar en menos de veinte minutos, pero estaba demasiado oscuro. Una lastima, joder.

De todas formas, era lo primero que debian hacer a la manana siguiente.

– ?Que hacemos con Yrsa y Rose? -pregunto Assad.

– No haremos nada. Intentaremos acostumbrarnos.

Assad hizo un gesto afirmativo.

– Es como un camello de tres jorobas -sentencio.

– Un ?que?

– Es lo que decimos en mi tierra. Algo especial, o sea. Dificil de montar, pero gracioso de ver.

– Un camello con tres jorobas; bueno, pues asi sera. Tambien suena mas aceptable que esquizofrenica.

– ?Esquizofrenica? En mi tierra llamamos asi al que esta sentado en una tribuna sonriendo, mientras te esta cagando encima.

Ya estaba otra vez.

Capitulo 38

Sonaba como un murmullo muy vago y muy lejano. Como el final de los suenos que nunca terminan. Como la voz de una madre que cuesta recordar. «Isabel, Isabel Jonsson, ?despierta!», retumbaba. Como si su cabeza fuera demasiado grande para atrapar las palabras.

Torcio un poco el cuerpo y solo sintio el abrazo opresivo del sueno. La sensacion somnolienta de estar suspendida entre el antes y el ahora.

Le sacudieron el hombro. Repetidas veces, con suavidad y dulzura.

– ?Estas despierta, Isabel? -pregunto la voz-. Intenta respirar hondo.

Percibio los chasquidos de unos dedos desplazandose frente a su rostro, pero no acertaba a entender la razon.

– Has tenido un accidente, Isabel -dijo alguien.

En cierto modo, ya lo sabia.

?No acababa de ocurrir? Una sensacion vertiginosa y despues el monstruo acercandose a ella en la oscuridad. ?Fue asi?

Sintio un pinchazo en el brazo. ?Era real, o estaba sonando?

De pronto noto que la sangre irrigaba su cerebro. Que su mente se concentraba y que las ideas traian orden al caos. Un orden que Isabel no deseaba.

Entonces se acordo. ?El! ?El hombre! Lo recordo vagamente.

Emitio un grito sofocado. Noto que le picaba la garganta, y que las ganas de toser le provocaban una sensacion de ahogo.

– Tranquila, Isabel -la sosego la voz. Noto que una mano agarraba la suya y la apretaba-. Te hemos dado una inyeccion para que despiertes un poco. Solo es eso.

Y la mano volvio a apretar la suya.

Si, decia todo su interior. Aprieta tu tambien, Isabel. Muestra que estas viva, que todavia estas aqui.

– Has sufrido lesiones graves, Isabel. Te encuentras en Cuidados Intensivos del Hospital Central. ?Entiendes lo que te digo?

Contuvo la respiracion y concentro sus fuerzas en asentir con la cabeza. Solo un pequeno movimiento. Solo por notarlo.

– Muy bien, Isabel. Ya lo hemos visto -se oyo, y volvieron a apretarle la mano-. Estas inmovilizada, no puedes moverte aunque lo intentes. Te has roto muchos huesos, pero te pondras bien, Isabel. En este momento hay mucho trabajo, pero en cuanto tengamos tiempo vendra una enfermera a prepararte para llevarte a otra unidad. ?Entiendes lo que digo, Isabel?

Isabel contrajo un poco los musculos del cuello.

– Bien. Ya sabemos que te cuesta comunicar, pero con el paso del tiempo podras volver a hablar. Te has fracturado la mandibula, asi que tambien la hemos inmovilizado, por si acaso.

Noto las grapas de la cabeza. Las bolsas colocadas en torno a las caderas, como cuando te enterraban en la arena. Trato de abrir los ojos, pero no obedecian.

– Veo por tus cejas que estas intentando abrir los ojos, pero hemos tenido que vendartelos. Tenias muchos fragmentos de cristal incrustados. Pero ya veras, dentro de un par de semanas el sol volvera a brillar.

?Un par de semanas! ?Donde estaba el problema? ?Por que ese hormigueo del cuerpo, que protestaba? ?Porque tiempo era justo lo que les faltaba?

Venga, Isabel, susurraba su fuero interno. ?Que es lo que no debe ocurrir? ?Que ha ocurrido? El hombre, si. Y

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