En aquel momento, Rakel abrio los ojos. Se quedo mirandolo como si estuviera del todo consciente. Le dirigio una mirada vacia, pero tan intensa que seria muy dificil de olvidar. Despues sus ojos volvieron a cerrarse. Espero un momento para ver si aquello se repetia, pero no ocurrio tal cosa. Puede que se debiera a algun tipo de reflejo. Escucho los pitidos de los aparatos. Seguro que el pulso se le habia acelerado en el ultimo minuto.
Entonces se volvio hacia Isabel, cuyo pecho se alzaba y se hundia cada vez mas rapido. Asi que ya sabia que el estaba alli. Le habria reconocido la voz, pero ?de que iba a servirle? Tenia la mandibula inmovilizada y los ojos tapados por la gasa. Estaba bien sujeta, conectada a varios goteros y aparatos de medida, pero en su boca no habia ninguna sonda, tampoco tenia respiracion asistida. Pronto podria hablar. En realidad, ya no estaba en peligro de muerte.
Que ironico que ninguna de esas senales de vida vayan a valerle para esquivar la muerte, penso mientras se acercaba y buscaba una vena de su brazo que latiera con suficiente fuerza.
Saco una jeringa del bolsillo. Extrajo una aguja de su embalaje y la monto. Despues retiro el embolo hacia atras y la jeringa se lleno de aire.
– Deberias haberte conformado con lo que te daba, Isabel -la amonesto, y observo que tanto la respiracion como el ritmo cardiaco de la mujer se aceleraban.
No me gusta, penso; se deslizo al otro lado de la cama y retiro la almohada que tenia Isabel bajo el brazo. Podian ver las reacciones de Isabel desde la sala de observacion.
– Tranquila, Isabel -la sosego-. No voy a hacerte nada. He venido para decirte que no voy a hacer nada a los ninos. Los cuidare bien. Cuando estes mejor te hare saber donde estan. Creeme. Era por el dinero. No soy un asesino. Es lo que he venido a decirte.
Observo que la respiracion seguia siendo violenta, pero que el ritmo cardiaco habia disminuido algo. Menos mal.
Despues dirigio la vista hacia los aparatos de Rakel. De pronto dejaron de sonar los pitidos. Su corazon parecia haber enloquecido de repente.
Hay que darse prisa, fue la idea que cruzo su mente.
Cogio de un tiron el brazo de Isabel, encontro una vena palpitando y metio la aguja. Entro con facilidad.
Ella no reacciono en absoluto. Estaba tan dopada de medicacion que habria podido atravesarle el brazo sin que reaccionara.
Trato de apretar el embolo, pero no lo consiguio. Debia de haber pinchado al lado de la vena.
Saco la aguja y volvio a pinchar. Esta vez Isabel se sobresalto. Ya sabia que le queria hacer. No era nada bueno. El ritmo cardiaco subio de nuevo. Volvio a apretar el embolo, pero este se resistia a avanzar. Por todos los diablos, tendria que buscar otra vena.
De pronto se abrio la puerta.
– ?Que pasa aqui? -grito una enfermera, mirando a los aparatos de Rakel y a aquel desconocido vestido con bata de medico con una jeringa apuntando al brazo de Isabel.
El se guardo la jeringa en el bolsillo y ya se estaba levantando para cuando la enfermera comprendio lo que iba a suceder. El golpe contra su garganta fue breve y violento, y la mujer se derrumbo ante la puerta abierta.
– Ocupate de ella, se ha desvanecido. Creo que esta demasiado fatigada -grito a la enfermera que entro corriendo desde la sala de observacion para controlar los datos de los aparatos de las dos mujeres. En un segundo, la habitacion parecio un hormiguero. Gente de blanco que se amontono en la puerta mientras el se retiraba a paso rapido hacia la zona del ascensor.
Aquello iba mal, y era la segunda vez que Isabel se salvaba por los pelos. Con solo diez segundos mas habria acertado una vena y la habria llenado de aire. Solo diez segundos. Diez putos segundos. No hizo falta mas para estropearle el plan.
Oyo gritos energicos a sus espaldas cuando la puerta se cerro. Frente al ascensor estaba sentado un hombre flaco con ojeras esperando para entrar en Cirugia plastica. Hizo un breve saludo con la cabeza cuando vio la bata. Asi funcionaban las batas en un hospital.
Apreto el boton del ascensor y miro a las escaleras de incendios cuando el ascensor se detuvo en la planta. Saludo con la cabeza a un par de hombres en bata y un par de visitas de rostro compungido que estaban en el ascensor, y despues se puso de cara a la pared para que no se dieran cuenta de que no llevaba placa de identificacion.
En la planta baja estuvo a punto de chocar con el hermano de Isabel frente al ascensor. No habia ido muy lejos, no.
Estaba claro que los dos hombres con quienes conversaba eran sus companeros. Bueno, puede que el moreno pequeno no, pero el danes, si. Parecian serios.
Tampoco el estaba nada alegre, carajo.
Ya en el exterior vio el helicoptero revoloteando sobre el edificio. Mas problemas para la unidad de Traumatologia.
Venid, venid, penso. Cuantos mas problemas se amontonaran, menos recursos tendrian para ocuparse de quienes estaban alli por su culpa.
No se quito la bata hasta estar bajo la sombra de los arboles del aparcamiento, donde tenia el coche.
La peluca la arrojo al asiento trasero.
Capitulo 41
Apenas llegaron Assad y el al sotano, Carl registro los cambios, que no habian sido para mejor. Ya desde la plataforma al final de la escalera habia cajas de carton y todo tipo de trastos por el suelo. Montones de estanterias de acero se apilaban junto a las paredes, y el tintineo procedente del fondo sugeria que aquello no era lo unico que iban a poner patas arriba aquel dia.
– ?Que cono…? -exploto cuando miro a su pasillo. ?Donde punetas habian metido la puerta de entrada al infierno de amianto? ?Donde diablos estaba el tabique de separacion que acababan de construir? ?Serian aquellas placas apoyadas en sus expedientes y en la copia gigante del mensaje de la botella?
– ?Que ocurre? -grito cuando Rose asomo la cabeza de su despacho. Gracias a Dios, al menos ella no habia cambiado. Pelo negro azabache cortisimo, el rostro adornado con polvos blancos y un monton de sombra de ojos. Deliciosa mirada mordaz a la que los tenia mas acostumbrados.
– Estan vaciando el sotano. El tabique les estorbaba -informo, indiferente.
Fue Assad quien se acordo de darle la bienvenida de vuelta a casa.
– Me alegro de verte, Rose. Estas… -Estuvo un rato buscando la palabra adecuada. Despues sonrio-. Estas magnifica en tu papel.
Tal vez no fuera la frase idonea.
– Gracias por las rosas -replico. Sus cejas arqueadisimas se alzaron ligeramente. Debia de ser algo asi como un arrebato emocional.
Carl lucio una breve sonrisa.
– De nada. Te hemos echado de menos. No porque pasara nada con Yrsa -se apresuro a anadir-, pero ya sabes.
Senalo el pasillo.
– Eso del tabique va a significar que los de Inspeccion de Trabajo van a volver -dedujo-. ?Que diablos ocurre ahi? Dices que estan vaciando el sotano. ?A que te refieres?
– Se llevan todo. Aparte de nosotros, el Archivo, el trastero, el departamento de Correos y la Funeraria. La reforma de la Policia, ya sabes. Cambia, que algo queda.
Joder, asi iban a tener sitio de sobra.
Carl se volvio hacia ella.
– ?Que tienes para nosotros? ?Quienes son las dos mujeres del accidente, y como estan?
Rose se encogio de hombros.