circulos de delincuentes: gente corriente y moliente.

– Todavia no he logrado ponerme en contacto con la unidad de Cuidados Intensivos del Hospital Central. Es cuestion de tiempo.

– ?De quien era el coche accidentado? Se me ha olvidado preguntar.

– ?No has leido el atestado del accidente? Era de Isabel Jonsson, pero era la otra quien conducia, Lisa Karin Krogh.

– Eso ya lo se. Esas mujeres, ?sabes si pertenecen a la Iglesia nacional?

– Tus preguntas van algo descaminadas hoy, ?no?

– ?Lo sabes?

Rose se encogio de hombros.

– Pues averigualo. Y si no pertenecen, enterate de que fe profesan.

– ?Que te piensas, que soy periodista?

Carl iba a cabrearse, pero lo interrumpio un griterio terrible en el departamento de Correos.

– ?Que ocurre? -grito Assad.

– Ni idea -replico Carl. Solo vio que al fondo del pasillo habia un hombre blandiendo el larguero de una estanteria de acero, y que un agente uniformado se le echaba encima desde un pasillo lateral. El larguero le dio de lleno y el agente cayo de espaldas.

En ese momento el atacante vio al trio del Departamento Q, y sin vacilar dio la vuelta y echo a correr en su direccion blandiendo el larguero. Rose retrocedio, pero Assad se quedo quieto junto a Carl, esperando.

– Habra que dejar que se encargue de el el cuerpo de guardia, ?no, Assad? -propuso Carl mientras el hombre se ponia a gritar algo que no entendian.

Pero Assad no respondio. Se inclino hacia delante y adelanto los punos como un luchador. Por desgracia, la pose no desanimo al atacante, cosa de la que pronto se arrepentiria. Porque en el momento en que el hombre estaba cerca, y levantaba el larguero de acero sobre su cabeza, Assad salto en diagonal y asio el arma con las dos manos. El efecto fue asombroso a mas no poder.

Los brazos del atacante crujieron a la altura del codo, el larguero de acero retrocedio y cayo con enorme fuerza en los hombros del atacante; se oyo con claridad el crujido de uno de sus huesos.

Assad, por si acaso, termino su contraataque dando una patada con la puntera en pleno abdomen de aquella masa de musculos. No fue agradable de ver. Los sonidos que emitia aquel hombre desesperado no eran, desde luego, de los que deseas volver a oir. Nunca se habia visto algo tan amenazador doblegarse en tan poco tiempo.

El hombre se quedo tumbado sobre un costado con la clavicula rota y terribles retortijones en el bajo vientre, y al punto llegaron corriendo mas agentes.

Fue entonces cuando Carl reparo en la esposa que colgaba de la muneca derecha del hombre.

– Acababamos de entrar con el en el patio 4 porque tenia que declarar ante el juez de guardia -dijo uno de los agentes mientras le colocaban las esposas-. No se como cono se ha quitado las esposas, pero salto por la compuerta de carga al departamento de Correos.

– De todos modos, no iba a escapar -dijo el otro agente. Carl lo conocia. Un tirador excelente.

Los agentes dieron unas palmadas en el hombro a Assad. No los preocupo el hecho de que casi con total seguridad hubiera enviado a su presa directo al hospital.

– ?Quien es ese pavo? -quiso saber Carl.

– ?Este? Todo indica que es el que se ha cepillado a tres cobradores serbios durante las ultimas dos semanas.

Fue entonces cuando Carl diviso el anillo hundido en la carne del dedo menique del hombre.

La mirada de Carl se cruzo con la de Assad. Tampoco entonces parecio sorprendido.

– Lo he visto todo -dijo una voz detras de Carl, mientras los agentes se llevaban al serbio jadeante al lugar de donde venia.

Carl se volvio. Era Valde, uno de los agentes jubilados que se encargaba de la Funeraria. Vicepresidente, por lo que sabia Carl.

– ?Que diablos haces aqui un miercoles, Valde? ?No os reunis los martes?

El hombre rio y se froto la barba.

– Si, pero ayer estuvimos todos en el cumpleanos de Jannik. Setenta anos, tu. Y hemos tenido que relajar un poco la tradicion.

Se volvio hacia Assad.

– Ostras, companero, has estado imponente. ?Donde has aprendido esos trucos?

Assad se alzo de hombros.

– Accion y reaccion, no es mas que eso.

Valde asintio en silencio.

– Ven a visitarnos. Te mereces un Gammel Dansk [3].

– ?Gammel Dansk? -repitio Assad, sin entender.

– Assad no bebe alcohol, Valde -intervino Carl-. Es musulman. Pero yo lo bebere con gusto.

Estaba toda la banda. La mayoria, antiguos agentes de trafico, pero tambien el jefe de maquinas Jannik y uno de los antiguos choferes de la directora de la Policia.

Bollos, cigarrillos, cafe y Gammel Dansk. Los jubilados se lo pasaban de puta madre en Jefatura.

– ?Te has recuperado ya, Carl? -pregunto uno de ellos. Un tipo con quien alguna vez habia tenido contacto en el distrito policial de Gladsaxe.

Carl hizo un gesto afirmativo.

– Mal asunto lo de Hardy y Anker. Muy mal asunto. ?Lo has resuelto?

– Por desgracia, no -respondio, volviendose hacia la ventana que habia tras los escritorios-. Que suerte la vuestra, que teneis una ventana. No nos vendria mal una.

Vio que los cinco fruncian el entrecejo a la vez.

– ?Que pasa? -quiso saber.

– Ya perdonaras, pero hay ventanas en todos los despachos del sotano -respondio uno de ellos.

– En el nuestro, no -aseguro Carl.

El jefe de maquinas Jannik se levanto.

– Llevo aqui treinta y siete anos y me conozco todos los rincones de esta casa. ?Te importa ensenarme ese despacho enseguida? Tengo que irme pronto.

Hubo una ronda rapida de Gammel Dansk.

– Aqui -indico Carl al rato, senalando la pared de donde colgaba la pantalla plana-. ?Donde esta la ventana?

El jefe de maquinas se inclino un poco a un lado.

– ?Como llamas a esto? -pregunto, senalando la pared.

– E… ?pared?

– Placas de pladur, Carl Morck. Son placas de pladur, joder. Las puso mi gente cuando usabamos los cuartos como almacen de piezas de recambio. Entonces todo esto estaba lleno de estanterias. Esto y el despacho de tu amable secretaria. Las estanterias que despues usamos para las viseras y los cascos de la Unidad de Intervencion Rapida y que ahora estan por todas partes -explico, riendo-. No andas muy perspicaz, Carl Morck. ?Quieres que te haga un agujero para que puedas mirar a la calle, o lo haras tu?

Ahi va la pera…

– ?Y el del otro lado? -pregunto, senalando el cuchitril de Assad.

– ?Eso? Eso no es ningun despacho, Carl. Es un armario para las escobas. Por supuesto que no tiene ninguna ventana.

– Vale. Creo que Rose y yo podremos prescindir de la ventana. Tal vez mas tarde, cuando terminen de sacar cosas del sotano y Assad consiga otro sitio.

El jefe de maquinas sacudio la cabeza y rio para si.

– Esto esta patas arriba -se quejo cuando salieron al pasillo-. ?Que diablos habeis hecho?

Senalo los restos de tabique alineados desde la pared de Assad con sus expedientes hasta el despacho de

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