– ?Ya te lo he dicho mil veces, Laureen! ?Pueden estar en cualquier sitio!

Petra se quedo traspuesta, parecia pensativa y cansada. Su voz era apagada cuando dijo:

– Pero si usamos el metodo de descartes, la hacienda de Lankau podria ser una posibilidad factible. ?Suelen ir alli cuando quieren estar tranquilos!

– ?Por que alli?

– ?Por que crees? Porque es un lugar apartado. Nunca hay nadie por alli.

– ?Venga, llama!

– ?No puedo hacerlo, Laureen! Lankau sabe protegerse. ?No tengo el numero, es secreto!

– ?Como podemos llegar hasta alli? ?Esta lejos?

– Se tarda veinte minutos en bicicleta.

– ?Y de donde saco yo una bicicleta?

– ?Y se tarda diez minutos si cogemos ese taxi! -la interrumpio Petra agitando los brazos violentamente.

CAPITULO 56

A pesar de su edad y de algunas deficiencias fisicas, en el fondo, Lankau seguia siendo un soldado curtido. Ya se habia hecho una idea general de la situacion. Despues de que Amo von der Leyen se hubiera marchado, no habia mas que hacer que esperar. Se habia liberado, habia advertido a Stich y ahora esperaba; el mayor don de un soldado.

Alli, al amparo de la noche, al lado de la ventana que daba a la carretera, habia dejado volar los pensamientos en mas de una ocasion. Las montanas de Bolivia rebosaban literalmente de oportunidades. Mano de obra sedienta de pedidos, llanuras esquilmadas y abandonadas que podian adquirirse por cuatro duros… El rio Mamore habia sido su companero de viaje la ultima vez que habia estado cazando rodeado de criollos de rostros morenos y movimientos sumisos. Fue entonces cuando tomo la decision. El cambio continuo de vegetacion, las prometedoras capas de minerales del subsuelo, las tascas de San Borja y de Exaltacion donde el aire se consumia y las jukeboxes vertian, como por arte de magia, estridentes melodias patrioticas interpretadas con virtuosismo por Elisabeth Schwarzkopf.

Todo aquello seria su futuro. La llegada de Amo von der Leyen habia convertido aquella posibilidad en una realidad, en algo mas que palpable. En cuanto se hubiera terminado el asunto, tomaria las medidas pertinentes y definitivas.

El ultimo paso hacia la seguridad seria ligero.

Lankau sonrio para sus adentros. La sensacion desconocida de estar solo en medio de la oscuridad le resultaba atractiva. Refuerza las decisiones, el odio y la fuerza primitiva que conlleva concentrarse en ella.

Su cuerpo no habia estado tan macizo desde que, anos atras,

se habia caido en una pista negra de St. Ulrich, en los Alpes dolomiticos. Le escocia el ojo, los hombros le dolian y alli donde la cuerda se habia hundido en la carne de piernas y brazos palpitaban unas estrias rojas de piel macerada. Ademas, se habia hecho un chichon en la cabeza cuando la silla se hizo anicos.

En resumidas cuentas, esperaba con impaciencia pagar a Amo von der Leyen con la misma moneda.

Volveria, Lankau estaba totalmente convencido de ello. Por tanto, solo cabia esperar, una espera en la que se alternaba el odio con la promesa de futuros escarceos con jovenes mujeres mestizas y el aroma pesado de cana de azucar, cacao y cafe.

La casa estaba como la habia dejado Amo von der Leyen y a oscuras. En el patio solo brillaba una luz tenue que siempre estaba encendida. Al otro lado de la vina que daba a la carretera, los conos de luz de los coches centelleaban ocasional y repentinamente, iluminando durante uno o dos segundos los trofeos de caza de Lankau de un modo siniestro y vivificante.

A partir del momento en que el coche aminoro la marcha en la carretera, Lankau supo que recibiria una visita. Con un ronroneo profundo, el coche se detuvo al llegar al cartel del sendero que conducia a la casa y el cono de luz la ilumino momentaneamente. Al instante siguiente, el coche dio marcha atras y desaparecio en direccion a la ciudad.

Lankau volvio a morder la manzana y la dejo en el quicio de la ventana con una masticacion satisfecha y perezosa. Se escondio detras de la cortina y miro hacia la carretera. La subida a la casa parecia desierta. A lo mejor solo habia sido alguien que queria dar la vuelta. Pero aunque esa posibilidad era manifiesta, estaba obligado a pensar lo peor. Posiblemente, el coche habia dejado a algun pasajero; en el mejor de los casos serian Rroner y Stich.

Y luego paso un buen rato sin que sucediera nada.

Unos pasos indecisos cruzaron el patio y fue entonces cuando las vio: siluetas vacilantes y cautelosas. El hombre del rostro ancho se retiro de la ventana. Estaba perplejo y sorprendido: eran Petra Wagner y una mujer desconocida, lo cual queria decir que Kroner no habia logrado su proposito.

Lankau avanzo a tientas siguiendo la pared de ventana en ventana. Bajo el baile de sombras de los arbustos, a la luz de los vehiculos que pasaban por la carretera, todo parecia normal y seguro.

Las mujeres habian venido solas.

En el preciso momento en que tiraron de la puerta principal y la abrieron suavemente, Lankau encendio el aplique del sofa.

– ?Quien hay? -grito metiendose un cuchillo corto de hoja ancha y de doble filo por dentro de la goma de la media.

– ?Petra Wagner! ?Soy yo, Petra! ?He venido con una amiga!

Lankau entorno los ojos cuando encendieron la luz del pasillo. En el momento en que Petra aparecio en el vano de la puerta parecio que se llevaba el indice a los labios, como haciendo callar a su acompanante. Lankau habia pestaneado un par de veces por la luz. Desde el enfrentamiento con Arno von der Leyen en el pantano de Taubergiessen, su ojo sano le habia jugado malas pasadas cada vez que la intensidad de la luz cambiaba.

Eso le hizo dudar de lo que habia visto.

– ?Petra! -exclamo frotandose los ojos-. ?Que sorpresa tan grata!

Petra se estremecio. En cuanto detecto de donde procedia la voz, sonrio, excusandose.

Los dedos cortos de Lankau recorrieron el pelo ralo y rebelde.

– ?A que debo este honor? -prosiguio, ofreciendole su mano a Petra.

Petra llevo la voz cantante cuando Lankau le dio la bienvenida a la mujer desconocida.

– Debes perdonar que nos presentemos sin avisar. Esta es mi amiga Laura, de la que te he hablado. ?La que esta sorda!

La mujer desconocida sonrio sin apartar la mirada de los labios de Lankau.

– ?Te molestamos? -dijo Petra llevandose una mano al pecho-. ?Uf! Estaba todo tan oscuro. ?Me he llevado un buen susto!

– No tenias por que, Petra -dijo Lankau metiendose la camisa por dentro de los calzones cortos-. Simplemente me habia quedado dormido. No debeis preocuparos.

La mujer desconocida y Petra formaban una pareja extrana. Ademas, era indiscutible que Petra Wagner jamas habia mencionado a una amiga llamada Laura, y aun menos a una que fuera sorda. De hecho, Petra Wagner jamas habia comentado nada de su vida privada que no tuviera que ver con Gerhart. Si estaba compinchada con Arno von der Leyen, el, sin duda, la habria enviado hasta alli. Lankau tuvo que reconocer que cabia esa posibilidad.

Era posible que estuviera alli fuera, esperando el momento adecuado para atacar.

– No tengo tu numero de telefono -dijo Petra.

Lankau se encogio de hombros.

– Y ninguno de vosotros estaba en casa cuando llame. ?O sea que me he arriesgado!

– ?Pues aqui estoy! ?En que puedo ayudarte?

– ?Estan Kroner y Stich aqui?

– No, claro que no. ?Eso es todo lo que querias saber?

– ?Tienes que contarme lo que paso en Schlossberg!

– ?Por que?

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