Porque tengo que asegurarme de que Arno von der Leyen ha desaparecido. ?Hasta que no lo sepa, no lograre encontrar la paz!

– ?Ah, no?

– ?Esta muerto?

– ?Muerto!

La risa de Lankau era desagradable y fanfarrona. Si lo que realmente pretendia Petra era tenderle una trampa, no iba a conseguirlo.

– ?Desde luego que no esta muerto!

– Entonces, ?que? ?Donde esta ahora?

– ?No tengo la menor idea! ?Espero que ahora mismo este en un avion, de camino a algun lugar lejano!

– ?No lo comprendo! Estaba tan decidido a encontrar a Gerhart Peuckert. ?Que paso en Schlossberg?

– ?Que que paso? Ya lo sabes. Encontro a su Gerhart Peuckert, ?no?

Lankau sonrio al ver la confusion reflejada en su rostro y abrio los brazos.

– Lo unico que paso fue que, esta tarde, mi hijo mayor hizo que grabaran una pequena placa de laton que rezaba: «En recuerdo a las victimas del bombardeo de Friburgo el 15 de enero de 1945.» Fijo la placa en un pequeno poste que clavo en la tierra, entre las columnas.

Lankau sonrio y prosiguio:

– ?Es muy habil, mi Rudolph!

– ?Y que mas?

– ?Bueno, que cuando, un par de horas mas tarde, se acerco para retirar la placa, habia un ramo de flores en el suelo, delante del poste! Conmovedor, ?no te parece? -explico Lankau con una amplia sonrisa en los labios.

La mujeres lo miraron fijamente a los ojos. Su experiencia le decia que muy pocas veces dos personas son capaces de crear un marco homogeneo alrededor de un engano y, aun menos, dos mujeres. Si realmente Arno von der Leyen hubiera estado fuera esperando su momento, lo habria notado en sus gestos y su mimica. Habrian estado alertas, sus miradas habrian sido mas evasivas; furtivas y tensas. Lankau estaba convencido de que estaba a solas con ellas, lo que, de todos modos, no las hacia mas fiables. Tan solo la sonrisa apenas perceptible en los labios de Petra parecia sincera.

Parecia aliviada.

– ?Cuando volvio Rudolph a recoger la placa? -pregunto con una sonrisa.

– ?Por que quieres saberlo, Petra?

– Porque estuvimos alli hacia las seis, ?y por entonces no habia nada!

– Eso quiere decir que Rudolph lo ha dejado todo bien recogido. ?Es un buen muchacho! ?Y por que subisteis vosotras a Schlossberg?

– ?Por la misma razon que nos ha traido hasta aqui! Teniamos que saber lo que habia pasado. ?Estabamos intranquilas!

– ?Estabamos?

– Bueno, quiero decir, estaba yo, por supuesto. ?Para que yo pudiera quedarme tranquila!

El tonillo empleado por Petra en esta ultima frase le resulto demasiado decidido a Lankau.

– Pero claro, siempre influye en la gente que tienes a tu alrededor. Laura esta pasando unos dias en mi casa -prosiguio Petra.

– ?Y que es lo que sabe de todo el asunto, esta tal Laura?

– Nada, Horst. Absolutamente nada, ?puedes estar tranquilo! Ella apenas se entera de lo que pasa.

La sonrisa de Petra fue lo suficientemente natural como para que Lankau pudiera creerla en ese punto.

– ?Por que, entonces, no llamaste simplemente a Kroner o a Stich?

Lankau se acerco a Petra. Su cuello era extremadamente fino, constato; las venas eran muy superficiales.

– ?Ellos podian haberte contado lo que paso en Schlossberg!

– ?Lo intente! Ya te he dicho que no encontre a nadie en casa. Llame a Stich, pero solo encontre a Andrea, y ella no me dijo nada. ?Ya la conoces!

Petra dejo vagar la mirada por las paredes y los trofeos. Lankau se habia preocupado porque no hubiera nada que pudiera levantar sospechas. Habia amontonado los restos de la silla delante de la chimenea. De haber estado mas atenta, Petra habria echado de menos el trono de Lankau. Hecha astillas, la silla apenas ocupaba lugar.

– Pero ?donde estan Stich y Kroner? -pregunto Petra finalmente-. ?Lo sabes tu?

– No.

Petra extendio los brazos y miro hacia la mujer alta y luego hacia Lankau con una leve sonrisa.

– Bueno, la verdad es que me siento aliviada. ?Gracias! Entonces ya no pensare mas en Arno von der Leyen. ?Podrias conseguirnos un taxi, Horst? Dejamos que se marchara el que tomamos para venir hasta aqui.

– ?Por supuesto!

El hombre de la cara ancha se puso en pie y gimio. Sin perjuicio de la forma en que se desarrollasen las cosas, habia un factor desconocido de mas en juego. Lo mas probable era que alguien reclamara a la mujer sorda, si las eliminaba a ambas. Tal vez tenia familiares. Ahora lo que debia hacer era reprimirse, aunque la ocasion era unica. Siempre podian hacer desaparecer a Gerhart Peuckert y a Petra Wagner en otro momento, si era necesario. Una historia tragica, un final digno a una relacion desesperada, un Romeo y Julieta en un presente frio. Todavia habia tiempo para escribir ese final. Pero la mujer sorda no pintaba nada en aquel capitulo. De momento tendria que dejarlas marchar.

– Por cierto, ?donde esta tu coche, Horst? ?Como has llegado hasta aqui?

Le salio espontaneamente, cosa extrana en Petra.

La pregunta era tan sencilla. Lankau podria haber sonreido y haberse limitado a contestar: «?De la misma manera que vosotras, querida Petra!» Sin embargo, en un momento de confusion, se sintio desprotegido y transparente y vacilo. Miro incredulo a la mujer menuda y colgo el telefono.

– ?Haces muchas preguntas, Petra!

Se miraron fijamente a los ojos durante unos breves e intensos segundos, hasta que ella sonrio confundida y se encongio de hombros.

– A lo mejor te ha llegado el turno de responder a mis preguntas -prosiguio.

La mujer alta reculo al encontrarse con aquella mirada oscura.

– ?Por que dices que me has hablado antes de esta mujer? ?Sabes que no es verdad!

Lankau dio un paso rapido hacia Petra, cuyo rostro se ensombrecio instantaneamente.

– ?Realmente es sorda? ?La verdad es que me parecio ver que la hacias callar cuando entrabais por esta puerta!

Petra resulto ser tan ligera como una pluma cuando Lankau dio el ultimo paso y la empujo a un lado. La mujer larguirucha, que se habia escondido detras de ella, se llevo las manos a la cara dejando el bolso colgado del codo. Sin embargo, no le sirvio de nada. Una sola bofetada la tumbo sin que llegara a pronunciar ni una sola palabra. Tampoco podia hacerlo mientras tuviera la mandibula desencajada y la inconsciencia se hubiera apoderado de su cuerpo. -?A donde vas?

Antes de que Petra hubiera llegado a la puerta, las manos de Lankau se cerraron alrededor de sus munecas.

– ?Pero que haces, Horst? ?Que es lo que te pasa? -Petra intento retirar el brazo de un tiron-. ?Sueltame y tranquilizate de una vez, por Dios!

Lankau la solto y la empujo hacia la mujer, que estaba echada en el suelo.

– ?Quien es? -inquirio, senalando hacia ella. -Es Laura. La llamamos Laura, pero en realidad se llama Laureen.

– ?Coge su bolso y damelo!

Petra suspiro y le quito el bolso a la mujer inconsciente. Lankau constato que pesaba mas de lo que habia dado a entender la mujer menuda.

Antes incluso de que hubiera vaciado el bolso por completo, su contenido cubria toda la superficie del aparador que habia al lado de la puerta. Sin dudarlo ni un segundo, Lankau cogio el monedero de color rojizo que, por sus dimensiones, constituia por si solo otro tesoro.

El monedero era un arco iris de tarjetas de distintas instituciones de credito. Lankau las hojeo. La mujer se

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